Reforma jubilatoria: basta de fascismo

El plan de reformas, acordado en conjunto con la reforma tributaria y el pacto fiscal por el Gobierno con los gobernadores, es la llave para lograr, no solo que los jubilados sigan cobrando, sino para salir de la estafa que significa que 8 millones de personas banquen a 40 millones

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El espectáculo visto en el Congreso es la materialización del Plan Bomba en su fase de ejecución. Integrantes de diversos tipos de despojos como el kirchnerismo, el MST, el Polo Obrero, la CCC y demás expresiones del fascismo que han pulverizado a la Argentina destruyeron la Plaza de los Dos Congresos para arrojar miles de piedras contra todo el que se encontrara detrás de las vallas que protegían el edificio donde debe debatir la Cámara de Diputados.

Son los delincuentes que el kirchnerismo multiplicó por millones y que dejó solapados detrás de millones de minas ocultas debajo del piso de toda la Argentina. Planearon el caos. Sometieron al país a un populismo tan insufrible como imbancable, tanto desde el punto de vista moral como del económico, y ahora pretenden presentar a quien tiene que enfrentar las consecuencias del desbarajuste más delirante como el ajustador que debe reprimir al pueblo para llevar adelante su plan.

Lo que no dicen, lo que esconden, es que gracias a su impericia, a su corrupción, a su inconcebible delincuencia, los jubilados iban camino a no cobrar un peso si se seguía por este camino. El plan de reformas, acordado en conjunto con la reforma tributaria y el pacto fiscal por el Gobierno con los gobernadores, es la llave para lograr, no solo que los jubilados sigan cobrando, sino para salir del estatismo barato y de la estafa que significa que 8 millones de personas banquen a 40 millones.

Eso ha sido la izquierda, el peronismo irresponsable y, por supuesto y a la cabeza de todos, la banda criminal conocida políticamente como "kirchnerismo".

El país debe decirle basta al fascismo. A la fuerza bruta debe oponerle la fuerza de la ley y de la Constitución. A la prepotencia de hecho de encapuchados delincuentes que le huyen al trabajo como a la peste misma debe enfrentarla con la cultura de la decencia, de la verdad y de la civilización.

Cambiemos no cambiará nada si no cambia eso. No debe tenerles miedo al populismo barato y a la demagogia: estos son delincuentes, vagos, activistas, revolucionarios de barrigas llenas, impresentables que ofenden a la nación y a sus colores. Son sanguijuelas, verdaderas garrapatas que le chupan la sangre al perro que busca ingeniosamente el alimento.

No hay que tener piedad con ellos. El país y, fundamentalmente, la Iglesia que se mete a opinar de cuestiones sobre las cuales está abrumada por la ignorancia, debe dejar el mensaje sensiblero del que se valen los que viven de los 8 millones de esclavos que trabajamos para que ellos no hagan nada y rompan todo.

Allí aparecieron, como no podía ser de otra manera, dirigidos desde Roma por un jefe de Estado extranjero que se arroga el derecho de entrometerse en los asuntos internos de otro Estado, los obispos en Córdoba para pedirles a los diputados que no votaran las reformas. Pero, muchachos, ¿quiénes son ustedes?, ¿quién les dio vela en este entierro?, ¿qué saben de lo que opinan desde una ignorancia que asusta?

El país necesita orden. En todos los costados de su vida. Necesita orden económico, orden moral, orden jurídico… Y también necesita un cambio copernicano en la manera de interpretar lo que es ser bueno. La Argentina ha confundido ser bueno con el buenismo al que se han aferrado los delincuentes para arruinar la mente de la gente y valerse de ese destrozo intelectual para robar, estafar y llenarse de oro.

Estas reacciones son las que tienen aquellos a quienes el rollo se les termina. A ninguno de ellos les importa nada lo que es mejor para los jubilados. Únicamente los usan, como los han usado toda la vida, igual que a los pobres, para encender un discurso totalitario y demagógico que solo sirve de camuflaje para disimular su traje de delincuentes.

El Gobierno debe mostrase inflexible en este punto. El peronismo responsable a través de los gobernadores debe pensar, aunque sea por una vez en la vida, en la suerte de la Argentina y de los argentinos antes que en sus propios bolsillos.

Ciertos cambios parecen apreciarse en ese terreno, pero ahora es el momento de demostrarlo. Este no es solo el tiempo de Mauricio Macri. Este es el tiempo de Macri y del peronismo responsable que excomulgue toda la resaca que vivió de su teta durante 50 años. El peronismo no solamente debe purgar eso sino que debe señalarlo, públicamente, delante de todos, decir lo que son: impostores, agentes del revolucionismo jurásico, delincuentes.

En la medida en que el que probablemente sea el partido más importante del país no haga un aporte final y definitivo a la sensatez, la Argentina seguirá siendo rehén de los que no trepidan un solo instante en usar al pueblo de anzuelo para pescar riquezas para ellos.