Violencia en el sur argentino: ¿foco setentista, familia rebelde o barra brava?

El Gobierno de Argentina tiene el desafío de no ser ni optimista o minimalista ni pesimista y maximalista. Solamente realista y certero en su análisis y su estrategia

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En los últimos meses y con particular fuerza en la última semana, se ha agudizado el debate entre periodistas, políticos, académicos y opinólogos acerca del nivel de amenaza o no que representa para el orden legal y constitucional en la Argentina la actividad del denominado Grupo RAM que opera en provincias del sur. En muchos casos los que argumentan hacia un lado u otro no han transcurrido un sustancial tiempo de sus estudios o su carrera profesional en temas ligados a la seguridad. Pero no debería llamar mucho la atención en un país donde masas críticas de personas se van haciendo, por períodos cortos, especialistas en sucesivos temas; del río Chubut y los mapuches o los araucanos, allá por agosto y septiembre, a cuestiones marítimas y en especial de algo tan técnico y puntual como los submarinos en noviembre y comienzos de diciembre.

La pulsión igualitaria que está en el ADN de nuestra sociedad, tal como acertadamente argumenta el notable politólogo Juan Carlos Torre en una reciente entrevista periodística, evidentemente no se limita a cuestiones socioeconómicas, sino también a los análisis de temas y problemas. Una forma de moderar o encauzar ese opinionismo compulsivo es contrastarlo con los hechos.

Un primer punto que sobresale es lo que parece ser una contradicción básica. Dirigentes, pensadores, etcétera, que hicieron bandera con la cuestión de lo nacional y popular durante la última década y apoyaron agendas redentistas con fuerte retórica nacionalista en temas como Malvinas, la industria nacional, entre otros, parecen ahora encabezar una prédica o línea argumental que priorizaría los derechos de grupos más o menos organizados, más o menos violentos, de descendientes de europeos y de pueblos originarios por sobre el marco legal del país, sus instituciones y sus autoridades. En otras palabras, un nacionalismo por demás raro y confuso. En muchos casos, proviene de personas que se dicen enmarcadas en la tradición peronista. Más allá de las claras políticas de Juan D. Perón en lo que respecta al monopolio del uso de la fuerza en el Estado, cabe recordar que el tres veces presidente de los argentinos denominó General Roca a la línea de trenes que une la Patagonia con el resto del país. Toda una definición política e histórica. Entre nuestras tantas particularidades nacionales, también está la de peronistas que se posicionan en las antípodas de lo que pensaba y hacía Perón.

Volviendo al tema RAM y su hermano mayor, el grupo insurgente CAM, que opera en Chile, cabe recordar que los gobiernos democráticos y de centroizquierda de ese país hermano han colocado en estado de alerta a sus regiones del sur y han debido anunciar la aplicación de la ley antiterrorista, que seguramente será mantenida y reforzada en caso de triunfo del candidato Sebastián Piñera en la próxima segunda vuelta. Conociendo la vida y obra de la presidente Michelle Bachelet, con su historia de sufrimiento y exilio, pocas dudas caben de que estas medidas excepcionales decretadas no hubiesen sido implementadas de no ser absolutamente necesarias.

Otra línea argumental de lo que podemos llamar los optimistas del tema RAM y CAM en Argentina es la presencia supuestamente de no más de 50 miembros. Algunos llegan a afirmar que son menos relevantes que una barra brava de fútbol. No obstante, las autoridades chilenas estiman a la CAM con un mínimo de 2500 integrantes. Sostienen, además, que están en posición de armas de diferentes calibres, incluyendo de guerra, y que quedan asociados con la fabricación de artefactos explosivos para sabotajes de instalaciones petroleras, madereras y mineras, con más de 300 camiones incendiados. Fuentes oficiales trasandinas no han dudado en que al menos uno de los explosivos encontrados en un pozo petrolero en sur argentino tenía todo el aspecto y la forma de los usados por la CAM. Asimismo, desde hace varios años autoridades chilenas tienen copias y conocimiento de un largo y muy detallado manual de herramientas para la lucha. Portales web de Chile, Argentina y Brasil lo han dado a conocer.

Particularmente interesante resulta la página 237: "Romper el cerco comunicacional no es fácil, requiere astucia, inteligencia y diversas gestiones, ya que la prensa burguesa está al servicio de la agenda política del gobierno de turno. Cuando un preso político mapuche lleva más de 50 días en huelga de hambre y no ha salido ninguna noticia en la prensa, es porque se ha determinado desde arriba, desde la gerencia, no dar noticias al respecto. Todos los subordinados de la élite empresarial, es decir, los equipos de prensa, tienen que seguir ciertas pautas temáticas y de valores antes de publicar sus noticias. Sabiendo esto, la inteligencia y la diplomacia mapuches tienen que buscar la forma de convocar a la prensa cuando les resulte conveniente y preparar la estrategia para romper el cerco mediático, y así lograr sus objetivos políticos. La técnica de la falsa noticia sorpresiva y, cuando lleguen al lugar, difundir lo que pasa. Por ende, para romper el cerco hay que ser astuto e ingenioso. Otra forma de romper el cerco, menos diplomática que la anterior, pero sí muy efectiva si se hace bien, es la de crear un llamativo y alarmante hecho noticioso, puede ser falso verdadero. Pero con eso sacar a los periodistas y reporteros de sus oficinas para que vayan a cubrir esta gran noticia sorpresa que no estaba en sus pautas. Ser creativo y arriesgado, por ejemplo, simular un suicidio, una violación, una muerte o una tortura por carabineros, subirse a una torre para que lleguen bomberos, tomar una embajada o edificio, encadenarse a un ministerio, decirle a un famoso que haga un show inédito, dar un aviso de bomba, recrear un lanzamiento con algún artista conocido, etcétera. Lo que sea de su imaginación y capacidad de realizar. Hay que recordar que a la prensa burguesa le encanta el sensacionalismo".

Volviendo a los optimistas, exigen que se les muestre el listado de asesinados por estos grupos violentos, comparándolo con las estructuras guerrilleras que operaron en nuestro país y en la región en los años 70 y aún las dos décadas posteriores en Chile y Perú, y en Colombia hasta hace pocos meses. El error fundamental es que las organizaciones actuales tienen como objetivo principal el sabotaje, la producción de costos y daños materiales, así como la aparición de protestas sociales para maximizar el impacto mediático. Con apoyo más o menos orgánico de organizaciones anarquistas de la región y europeas, así como partidos de izquierda y los segmentos más duro e intransigentes del campo nacional y popular como se autodefinen. El crimen o la muerte son factores colaterales. Sumar aliados sociales y mediáticos tiene, en el corto y mediano plazo al menos, más importancia. Se prioriza la movilización para ampliar las bases de apoyo y tener más prensa amigable por sobre la idea de foco y terror abierto de las organizaciones armadas del pasado.

En el caso de la CAM en Chile, se ha comprobado la existencia en sus filas de guerrilleros marxistas leninistas de agrupaciones como MIR y FPMR, que fueron en gran medida desarticuladas en las décadas del 70 y 80. Tanto la prensa colombiana como la trasandina han publicado una importante cantidad de mails y documentos, capturados de la computadora de Reyes, el comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de  Colombia (FARC) abatido hace casi una década en Ecuador, que ponen en evidencia la relación de la CAM y las FARC.

En otras palabras, el Gobierno de Argentina tiene el desafío de no ser ni optimista o minimalista ni pesimista y maximalista. Solamente, realista y certero en su análisis y su estrategia. De más está decir que el perfil del marketing político del PRO dista de estar interesado o atraído por inventar un enemigo como la RAM. Ello en nada se compatibiliza con la idea permanente de desderechizar a Macri y sí mostrarlo como un nuevo centro o aun una nueva centro-izquierda.

El espectáculo pintoresco de ver a marxistas leninistas, supuestamente partidarios de la premisa de la religión como opio de los pueblos, en palabras de Karl Marx, mimetizados con cuestiones indígenas y el reclamo del respeto a tierras sacras y a líderes religiosos, mientras se atacan iglesias cristianas, no son las primeras incoherencias al momento de analizar los denodados esfuerzos para hacer compatible al marxismo con la tradición y el mundo telúrico latinoamericano. Cabe recordar que cuando los Estados Unidos ocuparon California después de la guerra con México, Marx preguntó: "¿Es una desgracia que la magnífica California fue confiscada de los perezosos mexicanos que no sabían qué hacer con ella?". En tanto que Engels, su amigo y sostén económico, decía: "Hemos sido testigos de la conquista de México y nos hemos regocijado por ello. Es en interés de su propio desarrollo que México esté bajo la tutela de los Estados Unidos".