Por sus frutos los conoceréis: ¿hacia dónde va nuestra democracia?

Guillermo Sueldo

Compartir
Compartir articulo

Como seguramente muchos sabrán, el título de la presente nota hace referencia al pasaje del Evangelio de Mateo en el que Jesús advierte de los falsos profetas vestidos de ovejas pero que en verdad son lobos. Todo aquello que se siembra mal, dará cosechas malas. "No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar buenos frutos", es decir, si nos dejamos engañar con falsas promesas y frases que parecen atractivas, nada bueno obtendremos como resultado.

A lo largo de ya casi 34 años de democracia próximos a cumplir que obviamente debemos celebrar, no hemos dejado de transitar por distintos engaños que nos alejaron de la ruta inicialmente trazada de orden institucional y reencuentro político. La falta de rumbo después de tres décadas nos pone al desnudo frente a nuestra propia desidia en los asuntos públicos, el doble discurso y la falta de ejemplaridad dirigencial, sea esta política, sindical, empresarial, etcétera. Se rompió el sentido jurídico y cívico de la ley y el orden. Y eso tiene un origen, que no es otro que la desidia; es decir, el abandono, la negligencia cívica y política en un constante "dejar hacer", poniendo a la ley como excusa y no como valor necesario para la convivencia pacífica y el desarrollo de ideas y planes para el bienestar público.

Otra vez nos acercamos a un fin de año doloroso por culpa de la ausencia de planificación y de atar las cosas con alambre, ejemplificado esta vez por la desaparición del submarino y sus 44 tripulantes; hecho que nos exhorta a reflexionar sobre el diseño estratégico de nuestra nación y el papel de las Fuerzas Armadas. Estos compatriotas han entregado sus vidas por la vocación de custodiar nuestra soberanía, algo que merece mucho respeto por parte de toda la ciudadanía. Han servido con honor al país.

Paralelamente a esta desgracia, en la Patagonia continúan sucediendo hechos protagonizados por grupos que pretenden justificar sus reclamos a través de la violencia armada, como si nunca los argentinos hubiésemos transitado ese camino de tragedia. Otra vez las pintadas insultantes y desafiantes en el Cabildo, con frases y eslóganes que no representan idea alguna sino tan sólo la motivación de la violencia propia de quienes no quieren actuar con razón. Después de todo, el eslogan no es más que un tapón al razonamiento.

Pero cuando más se espera de la dirigencia política que actúe con prudencia y vocación por los temas centrales del país, resulta que también parecen haber perdido la brújula y se ocupan de dictar leyes como la de paridad de género, que además de ser inconstitucional es simplemente ridícula. Subestima a las mujeres y discrimina para mal. Cuando el conglomerado político en sus acciones se comporta corporativamente para regularse a sí mismo, pierde su función concreta de servicio político a la sociedad, y entonces vienen otra vez las desilusiones y las broncas; un círculo vicioso que parece imposible de romper.

No se recogen uvas de los espinos ni higos de los abrojos. El cambio no debe ser un mero eslogan ni tampoco propiedad de un sector, sino una interpelación a marcar una hoja de ruta para retomar valores, pensamientos y acciones estratégicas razonadas para el bien de la nación.

El autor es abogado, dirigente de la Democracia Cristiana.