Vandalismo urbano: cuidar lo que es de todos

Juan Pablo Limodio

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Nos salimos muy caros cuando tiramos la basura donde o cuando no debemos, cuando no levantamos lo que hace el perro, o cuando rompemos lo que es de todos. Quizás sea otro el que lo haga, pero entre todos se termina pagando, en un costo que es más grave que el económico: cuando caminamos en un lugar más sucio, jugando en un lugar roto, disfrutando menos de la ciudad o del paisaje del barrio.

Se invierten varios millones por mes en limpiar y reparar acciones de vandalismo en el espacio público: limpieza de grafitis, despegue de pegatinas, reparaciones del mobiliario urbano y en monumentos amputados o dibujados con aerosol. No podemos rendirnos frente a quienes aún no aprendieron a valorar y cuidar lo que es de todos.

Pero este es un trabajo que no puede encararse de manera individual ni que se resuelve mágicamente con campañas de concientización. Todos podemos y debemos ser guardianes de lo que justamente es de todos, haciendo lo posible desde nuestro lugar e incluso corrigiendo con generosidad y respeto a quienes encuentran dificultad en hacerlo por ellos mismos.

Si logramos cada día que haya una persona menos haciendo alguna de estas cosas, estamos en un buen camino. El cambio de hábitos es una aventura que debe hacerse entre todos. No es inmediato, lleva su tiempo, quizás varias generaciones.

Nuestros hijos crecen viendo que hay siempre al menos dos tachos, y que cada uno tiene su fin. Que al supermercado hay que ir con el changuito, y que a trabajar se puede ir en bicicleta. Hace 10 años todo esto nos era muy ajeno, pero hoy ya se entierra la mitad de la basura que generamos, y se hacen casi tantos viajes en bicicleta como en taxi.

Nos tenemos que valorar, y ese valor está en reconocer al otro como merecedor de nuestro respeto y compromiso, y ahí encontrar la motivación suficiente para realizar ese esfuerzo que requiere cuidar las cosas, para que el otro pueda disfrutarlas de la misma manera.

El ejemplo de cada uno de nosotros es lo más poderoso y necesario para lograr un cambio profundo y verdadero. Cuanto mayor sea el compromiso de cada uno hacia lo que es de todos, menor será el esfuerzo que deberemos hacer en volver a poner en valor los espacios y los elementos comunes. Cuidar las cosas es cuidar a las personas que hacen uso de ellas, y sólo con ese compromiso hacia los demás el espacio público puede ser realmente un lugar de y para todos.

El autor es abogado, profesor, y se desempeña como subsecretario de Administración en el Ministerio de Ambiente y Espacio Público, GCBA.