¿Gradualismo o shock para la economía en épocas de elecciones?

Eric W. Grosembacher

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Existe un importante consenso entre distintos actores de la política argentina acerca de la necesidad de implementar una reforma económica que le permita al país volver a la senda del crecimiento sostenible en el tiempo. Reducir el déficit fiscal, los impuestos, alcanzar una inflación de un dígito y hacer eficiente el gasto público son las medidas más urgentes. Se trata del primer paso para salir del cortoplacismo y enfocarnos en lo importante: más y mejores oportunidades para el progreso de los argentinos.

Pero no es tan fácil como suena. Cada vez son más los disensos entre políticos o economistas afines a distintas ideologías respecto de la velocidad con la que el Gobierno debe implementar dichas reformas, ya sea a través de medidas de shock o gradualmente, como el gobierno de Mauricio Macri viene haciendo hasta ahora.

Considerando lo que la literatura económica expresa al respecto, el principal argumento que apoya las medidas graduales es que estas evitan una excesiva reducción en el nivel de vida de las personas al comienzo de la reforma, algo que no sucede en el caso de correcciones de shock. Sin embargo, un acercamiento de este tipo la compensa con una recuperación de la confianza en el mediano plazo y, por lo tanto, la atracción de capitales que se volcarían a la inversión y llevarían a una recuperación de la economía, con mejores salarios y más puestos de trabajo. El riesgo: una crisis política en el corto plazo.

Por otro lado, las correcciones graduales cuentan con la desventaja de que requieren consensos difíciles de alcanzar y, por lo tanto, permiten a las fuerzas opositoras organizarse y oponer una resistencia más formidable que impida su éxito. Y nada garantiza que la economía mejore pronto: si no sucede, se profundiza la desconfianza en el gobierno, el malestar económico y, tarde o temprano, se agota la paciencia. Sin ir más lejos, es lo que vive en carne propia la gestión de Cambiemos.

Podemos concluir que una reforma de shock y una gradual no diferirán demasiado en lo que respecta a los costos inmediatos. En la realidad, el riesgo de una crisis económica, política o social existe para cualquiera de ellas, y nuestra historia muestra evidencia a favor y en contra de ambas. La principal problemática no se trata de elegir entre un ritmo más o menos acelerado de las correcciones, sino de que el Gobierno que racionalmente las desee llevar a cabo debe tener en claro cómo enfrentar los costos para reducirlos al mínimo posible.

Para lograrlo con éxito, se trata de no dejar a un millón de familias en la calle de un día para otro, sino planificar, anunciar y concretar un ordenado programa de reformas que cuente con aprobación entre la mayor parte del arco político y, asimismo, haga especial énfasis en su explicación económica hacia todos los sectores de la sociedad. Con determinación técnica y consenso, Argentina logrará la confianza necesaria para retomar el camino del crecimiento sostenible en el largo plazo.

El autor es estudiante de economía, UCEMA. Reconocido con el Premio Anual de Investigación Económica del Banco Central.