Las manos levantadas no cambian la historia

Ariel Gelblung

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Hay quien dice que los regímenes totalitarios y populistas se sirven de las herramientas de la democracia de forma hábil en contra de sí misma. La historia universal está llena de ejemplos al respecto.

De esta forma, el mundo ha dejado que una mayoría automática de naciones que nada tienen de democrático someta a voto en los plenarios de organismos internacionales condenas, proclamas, declaraciones y todo tipo de normas jurídicas que fuerzan a la realidad, pretendiendo que la historia cambie por un voto mayoritario.

Por lo general, este voto es conseguido con negociaciones, presiones, intercambios y giros políticos que desnaturalizan el motivo central de lo que se está votando. En definitiva, la forma prevalece sobre el contenido.

Ninguna persona de a pie con quien uno se cruce puede pretender dar seriedad a quien afirmase que el rey Salomón no construyó el Templo Sagrado de Jerusalén. O que ese templo no fue destruido por el Imperio romano y que sus desvalijadas riquezas permitieron la construcción del Coliseo de Roma, tal como se ve en el Arco de Tito, levantado justo enfrente. Sin embargo, un cuerpo multinacional en Unesco votó el año pasado una resolución que pretende sostener que ello nunca ocurrió. Algo así como cambiar la realidad por mayoría.

Esta estrategia no es nueva pero el mundo entero en 2016 se dio cuenta de que las manos levantadas no cambian la historia. Que la política y los negocios no pueden erradicar años de cultura. La mayor muestra de ello es que la propuesta aceptada tuvo más rechazos y abstenciones que votos a favor. Y que la gran mayoría no puede convalidar este tipo de maniobras.

Esto es lo que el Centro Simon Wiesenthal puso de manifiesto ante Unesco y nace la coproducción de la muestra "Pueblo, libro, tierra – 3.500 años de relación entre el pueblo judío y la Tierra Santa", encargada al intachable profesor Robert Wistrich, fallecido en 2015.

Dicha muestra, luego de haber sido inaugurada en la sede de Unesco en París, en 2014, se presentó en el hall de las Naciones Unidas en Nueva York, en el Capitolio en Washington, en la Knesset (Parlamento Israelí), en El Vaticano, Dinamarca, Albania, Montenegro, Chicago, Nueva Delhi, Bakú, capital de Azerbaiyán, la semana pasada en la Cámara de los Comunes, Reino Unido. Llega por fin a América Latina, traducida al español, para inaugurar el recorrido en Buenos Aires, el próximo 15 de marzo en el Centro Cultural Kirchner, donde se presentará hasta el 31, de miércoles a domingos, de 13 a 20 horas, con entrada libre y gratuita.

Es coherente que en nuestra lucha contra la xenofobia, el racismo, la discriminación y el antisemitismo, opongamos luz, saber, cultura, datos ciertos en forma de paneles con una línea de tiempo y que esta tenga amplísimos apoyos de países anfitriones que comprometen cediendo sus espacios oficiales para hospedarla.

Nuestra tarea es evitar que una circunstancial mayoría quiera sostener que no estuvimos. Dar muestra de que tenemos una historia compartida con una tierra y un libro sagrado desde los albores de la humanidad es la mejor forma de evitar que pretendan eliminarla por una mayoría de votos.

 

El autor es representante para América Latina del Centro Simon Wiesenthal.