Para bajar la pobreza hay que bajar el costo laboral

Miguel Ángel Boggiano

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La única manera de sacar genuinamente a la Argentina de la pobreza es a través de la generación de puestos de trabajo. Podríamos hablar de mejoras en educación, pero esa es una solución de mediano-largo plazo y hay un 32,2% de la población argentina que no puede esperar, necesita de soluciones urgentes.

En el Gobierno cristinista, el 66% de los empleos generados fueron estatales. Esto quiere decir que les hicieron más difícil a los privados crear empleo, ya que los privados tuvimos que pagar más impuestos para financiar esos nuevos empleos públicos. Pero hay muchos otros factores graves que deben ser atacados para producir empleo genuino y no la ilusión artificial del empleo público.

Tomemos como caso testigo el de una empresa privada multinacional, la cual nos ha compartido su estructura de costos. Para esta compañía su costo en dólares de una hora de trabajo es de 17 dólares en Argentina, 11,5 dólares en Brasil, 7 dólares en México y 3,2 dólares en Colombia.

Más allá de las diferencias que tenga cada industria, el resultado es contundente: a esta empresa, un empleado en la Argentina le cuesta un 50% más que en Brasil, un 142% más que en México y un 430% más que en Colombia. Si comparamos esto con datos de la Fundación FIEL, en 2016 el costo laboral por hora en Argentina fue de 15,09 dólares (pero con un pico en 2015 de 16,36 dólares), de 10,56 dólares en Brasil y de 7,65 en México, en una sintonía similar con los datos que hemos recolectado privadamente.

Con esta diferencia de costos, la industria argentina y las pymes en particular tienen un gran problema de competitividad con el mundo. Incluso podríamos decir un problema de viabilidad. Esto se basa en cinco puntos: la gran presión fiscal, el ausentismo de los empleados, la connivencia de las obras sociales que falsean certificados de enfermedad o dolencia, la industria del juicio y el sistema de riesgos de trabajo.

Respecto de la presión fiscal, recordemos que el Foro Económico Mundial (World Economic Forum, en inglés), en su último informe de competitividad global, ubicó a la Argentina como el país con la mayor presión tributaria del mundo, con una tasa impositiva total del 137,3 por ciento. Por su parte, el Banco Mundial ha indicado que hemos pasado de una carga tributaria total de 137,6% en 2015 a una tasa del 106% en 2016. Este cambio se explica en gran parte con la baja a las retenciones de las exportaciones agrícolas y la eliminación de las retenciones a la minería, pero no implica una baja en el costo laboral de la industria, que sigue siendo altísimo.

Debe quedar algo claro: no proponemos que el salario caiga, sino que se debe reducir el costo de todos aquellos actores que lucran con ello en el camino. Al trabajador argentino le meten la mano en el bolsillo las aseguradoras de riesgo de trabajo (ART), las obras sociales (incluido el PAMI, obviamente), los sindicatos y el Estado argentino con los impuestos.

La presión fiscal en estos momentos se ha vuelto casi imposible de soportar: impuesto a las ganancias, IVA, ingresos brutos, débitos y créditos, aportes patronales, bienes personales, ABL, combustibles, aranceles de importación, inflación. Como hemos visto, las estimaciones de organismos internacionales hablan de una carga tributaria superior al cien por ciento. ¿A alguien le sorprende que haya una gran parte de la economía en negro?

El propio ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, ha tomado nota de este problema y ha dicho: "El 35% (de la economía argentina) es informal, en buena medida porque hay algunos sectores que no pueden enfrentar la carga tributaria". Dujovne también ha indicado: "Los impuestos al trabajo son rídiculos" y la carga tributaria actual "atenta en contra de la formalidad".

Aun cuando el problema de la presión tributaria es fundamental, no debemos obviar los otros ítems que engrosan el costo laboral. Estos deben ser atacados cuanto antes si queremos sacar a los argentinos de la pobreza. Sin generación de empleo, no podremos combatir la pobreza con la urgencia necesaria.

El ausentismo es inusualmente alto en la Argentina. Según datos del propio Ministerio de Trabajo (tiene datos hasta 2015), es cercano al 17% (tomando promedio anual), lo cual es extremadamente alto en comparación con el 3% mundial. En algunas industrias, como la manufacturera o la construcción, es cercano al 20% y en el transporte supera el 22 por ciento. Esto impone un costo directo muy obvio a cualquier empresa. ¿Por qué faltan los empleados? Entre otras cosas, porque saben que al empresario le es muy caro echarlos. Como nota de color, cuando los sindicatos se transformaron en los dueños de facto de Cresta Roja, el ausentismo en una de sus plantas alcanzó el 27 por ciento.

En esa empresa, como en otras, los sindicatos sortean números entre los asalariados para que la obra social les invente algún problema de salud y puedan faltar. Al ser tantos los supuestos problemas de salud, la obra social no puede dar abasto y lo tiene que cubrir la ART. A la ART, a su vez, le aumenta el costo y lo termina pagando el empleador. El costo del sistema de riesgos de trabajo ha crecido de manera tal que la cuota pactada por trabajador para el pago de ART sufrió en los últimos 20 años incrementos que han superado en algunos casos el tres mil por ciento.

Por último, la industria del juicio ha hecho que en la última década el 98% de los juicios laborales fueran ganados por los empleados. Esto generó una sucesión interminable de demandas falsas e infundadas frente a las cuales la Justicia falló siempre a favor del empleado, incluso cuando no resistía el menor análisis de sentido común. Abogados que abusaron y abusan por completo del sistema.

Hablando concretamente de números, para que el empleado reciba 10 mil pesos en mano, el empleador debe destinar 16.300 pesos. Y esto implica una escala salarial donde no paga impuesto a las ganancias. En lo casos en que paga impuesto a las ganancias, el empleador tiene un costo que supera en un 80% lo que recibe un empleado. ¿Quiénes se reparten esta diferencia?

El empleado paga 11% de aportes jubilatorios, 3% de PAMI, 3% de obra social y en algunos casos un aporte sindical de dos por ciento. El empleador, a su vez, paga 16% de aportes jubilatorios, 2% de PAMI, 5% de obra social, 7,5% de asignaciones familiares, 1,5% de Fondo Nacional de Empleo y un 3% de ART.

No perdamos de vista que el empleo en blanco es sólo el 60% y que este porcentaje soporta el 100% de las jubilaciones. Si tuviéramos más empleo en blanco, se podría reducir esta carga que alcanza al 27% del salario.

La pobreza es un gran problema en la Argentina y hay que atacarlo en su raíz: generando empleo y no estigmatizando al pobre. Ya quedó bien claro que Cristina Kirchner no tenía problema en mentir con un inverosímil 5% de pobreza ante las Naciones Unidas. Hoy tenemos que encarar ese problema con un plan concreto y no con castillos en el aire.

 

@cartafinanciera

 

El autor es licenciado magna cum laude en Economía de la Universidad de San Andrés y MA de la University of Chicago. Fundador y CEO de Carta Financiera y especializado en el diseño de sistemas de trading.