Cómo regular la revolución de la generación renovable distribuida

Julián Tuccillo

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La Argentina se prepara para dar un gran salto en energías renovables. A las licitaciones para generación eléctrica fotovoltaica y eólica del programa RenovAr se suma la voluntad política de legislar la generación renovable distribuida, esto es, la capacidad de cada usuario de producir electricidad a partir de fuentes renovables —con paneles fotovoltaicos, aerogeneradores, etcétera— para consumirla y también para volcarla a la red pública. Las comisiones de Energía de las dos Cámaras del Congreso están tratando proyectos de ley para regularla.

El que antes era solamente consumidor se trasforma en generador. Y el flujo de electricidad en la red, antes unidireccional, del distribuidor al usuario, se vuelve bidireccional. El prosumidor —acrónimo de 'productor' y 'consumidor'— toma electricidad de la red pero también la inyecta. Se llama generación distribuida por oposición a la producida en una central eléctrica: se genera en el mismo lugar donde se consume, con las ventajas que esto acarrea. Básicamente, la enorme ventaja de no acarrearla: se ahorra todo el gasto del transporte de la electricidad. Que, además del costo y el mantenimiento de las redes de transporte, implica la pérdida de entre un 10% y un 15% de la electricidad en las líneas de transmisión de alta tensión.

Todavía es más cara que la que se genera en las centrales. En el mundo desarrollado, la fotovoltaica distribuida cuesta entre 1,5 y dos veces más que la que se produce en los parques solares. Hoy, en la Argentina cuesta 4 dólares el watt, contra 0,8 de la de un parque solar. Pero estos costos no incluyen lo que se ahorra en transporte con la distribuida. Además, al inyectar electricidad a la red allí donde se la demanda, se le quita presión al sistema y lo hace más resiliente.

Por otro lado, la innovación hace bajar constantemente los costos. El precio de los paneles solares viene cayendo a razón de 7% al año desde 1980.

Ni subsidiaria ni prescindente de la red

Para que desarrolle todo su potencial —según datos de la International Energy Agency (IEA), la mitad de la generación solar es distribuida—, la clave es no restringirla de antemano e integrarla adecuadamente al sistema eléctrico. Dos errores conceptuales conspiran contra eso: concebirla como marginal y permanentemente subsidiaria de la red o, por el contrario, como prescindente de la red.

Proponerles a los usuarios instalar paneles solares sólo para obtener un descuento en la factura de electricidad es disfrazar las posibilidades reales de la generación distribuida: no sólo producir electricidad con un combustible gratuito y que no contamina y consumirla, sino, eventualmente, tener un ingreso por venderla. Incluso no es descabellado pensar en tener una renta solar.

Hoy tranquilamente un prosumidor puede generar más energía de la que consume. Abastecer completamente el consumo de electricidad promedio de un hogar de cuatro personas se logra con 20 m² de paneles solares, que representan unos 2 kW de potencia instalada y cuesta unos ocho mil dólares, menos que un auto mediano usado.

El segundo error es la fantasía de que el objetivo de la generación renovable distribuida es "cortarse" de la red, prescindir del prestador y que entonces esta conduce al fin de la red pública y de las distribuidoras. Lo interesante de esta tecnología no es desconectarse de la red, sino usar la red de una forma inédita: para venderle energía limpia generada in situ al sistema eléctrico.

 

Libertad al prosumidor, que es un generador

Tanto el proyecto de ley unificado que se trata en Diputados como los del Senado prevén que los prosumidores vendan la electricidad producida a las distribuidoras. Acá se cuela el paradigma de la subsidiariedad de la generación distribuida: el prosumidor le vende la electricidad al prestador para obtener un descuento, porque le vende menos de lo que consume. ¿Y si el prosumidor generara más de lo que consume, cosa que es muy factible? ¿Es la distribuidora una buena compradora? La distribuidora es un monopolio en su área de concesión.

Entonces, hay que ser claro en las definiciones. El prosumidor es un generador y, como tal, según la ley 24065 de régimen de energía eléctrica, debe garantizársele la libertad de vender la energía que produce. Para hacer operativa esa libertad, desde el Comité Argentino del Consejo Mundial de Energía propusimos la creación de la figura de los agentes comercializadores de energía distribuida renovable.

Estos agentes comercializadores podrían agregar la compra de energía de varios prosumidores y venderla en el mercado mayorista. También gestionarían los estudios de factibilidad, adecuación técnica y la autorización de conexión a la red de los prosumidores. Pagarían un canon a la distribuidora por el uso de la red, para evitar la falla de mercado que en la jerga se conoce como "espiral de la muerte". Las distribuidoras, al dejar de percibir ingresos por la energía que generan los prosumidores y tener que seguir manteniendo y desarrollando la red, se ven forzadas a aumentar drásticamente el precio de la electricidad. Esto debe preverse y evitarse.

En cuanto al precio al que se compraría la electricidad a los prosumidores, el proyecto unificado de Diputados prevé razonablemente una tarifa de incentivo durante cinco años que les permita a los prosumidores recuperar en ese plazo la inversión hecha en los equipos. Los recursos para el incentivo saldrían del Fondo para el Desarrollo de Energías Renovables (Foder).

 

Más renovable, menos fósil

En la Argentina, el 63,3% de la electricidad se genera en centrales térmicas que funcionan con base en gas natural (69%), fueloil (17%), gasoil (11%), carbón (3%) y dos décimas de biodiesel. El resto de la electricidad producida la aportan la energía hidroeléctrica (30,3%), la nuclear (4,9%) y la eólica (0,4%), además de la importada: 1,2 por ciento.

El marco legal que se le dé a la generación renovable distribuida va a determinar el aporte que haga a las metas que se impuso la Argentina por la ley 27191 en cuanto al componente renovable de la matriz eléctrica. Hoy es sólo de 0,4%, para 2018 debe ser del 8% y para 2026, del 20 por ciento. Metas que se inscriben, a su vez, en el compromiso mundial para frenar el cambio climático, el acuerdo de París, que la Argentina ratificó recientemente. Los países miembros se comprometieron a lograr una matriz energética 100% renovable para 2050.

 

@Julian_Tx

 

El autor es especialista en energías renovables y miembro del Comité Argentino del Consejo Mundial de Energía (CACME).