De la Rúa, la economía y una enseñanza: el valor de la institucionalidad

Pese a la delicada situación económica, durante su gobierno mantuvo el compromiso por la estabilidad de precios y la defensa de la moneda nacional

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Fernando De la Rúa fue Presidente de la Nación entre 1999 y 2001.
Fernando De la Rúa fue Presidente de la Nación entre 1999 y 2001.

¿Quién puede sostener que durante el último año del presidente de la Rúa, el país caminaba sobre ruedas? Sólo algún despistado.

¿Estaba justificada la enorme presión para que deje el poder? De ninguna manera. Fue un mandatario de fuerte convicción institucional. Uno de sus propósitos –de los que pocos hablan- era la defensa de la moneda nacional. Mantener la convertibilidad resultó del cumplimiento de la palabra que, como mecanismo heredado, debía esperar las condiciones adecuadas para ser soltado.

Porque, obviamente, solo resultaba eficaz en un período de emergencia durante el cual debían hacerse la reformas pertinentes durante la presidencia de Menem. No habiéndose llevado a cabo las reformas esperadas en el sector público, en la segunda mitad de la década de 1990, el gasto público fue convirtiéndose en una bomba de tiempo.

El déficit público fue llevando la economía a un elevado nivel de endeudamiento. Así, se acentuó la tendencia a tomar deuda. El gobierno nacional avanzó en su estrategia de tomar créditos para financiar el déficit fiscal y para compensar el déficit externo del sector privado.

Hacia fines de la década del ’90, el elevado gasto público y el endeudamiento se transformaron en una bomba de tiempo

De esta forma, para fines de esa década, la apertura comercial, la liberalización del movimiento de capitales y la desregulación general de la economía, en un contexto de tipo de cambio fijo –donde estaba incentivada la importación y castigada la exportación- fue empujando al sistema económico hacia la crisis, que dejó en descubierto la debilidad institucional del país. En fin, persistió la inercia de la vieja política sustitución de importaciones y de un Estado gigante.

El momento que le tocó a De la Rúa no era el propicio para ello pues, entre otros problemas, la soja se encontraba en su valor más reducido de la historia mundial.

Durante las Cruzadas, era común que el caballero, para mantener la debida fidelidad, pusiera un cinturón de castidad a su cónyuge, antes de emprender su viaje a Jerusalén. Para la estabilidad de precios, la Convertibilidad cumplió un papel similar. Al "anclar" la cotización del dólar, mantuvo el tipo de cambio nominal fijo.

Pero a diferencia de las señoras en el medioevo, la misma sociedad argentina aceptó este cepo; consciente de las consecuencias disolventes de la inflación, como bien quedó patente en las elecciones de la década de 1990. Inclusive, la Alianza resultó ganadora por haber hecho suya esta estrategia y haber prometido mantener tal instrumento, pese a la férrea oposición del propio peronismo que la había originado y a su obsesión "devaluacionista".

¿El reino del revés? Lamentablemente, sí. Porque sabíamos que toda devaluación es sinónimo de baja del salario real. Así todo, hasta los sindicatos la promovieron. Contradicciones de un país con múltiples oportunistas.

Con el tipo de cambio fijo persistió la inercia de la vieja política sustitución de importaciones y de un Estado gigante

¿Qué vino después de la caída de Fernando de la Rúa? En primer lugar, el default, donde miles y miles de pequeños ahorristas quedaron perjudicados. Como sabemos "cumplir la palabra empeñada" es la institución económica fundamental. Pero de eso, nada.

La devaluación permitida a partir de la anulación de la Convertibilidad dejó un tipo de cambio real muy alto. La profunda recesión consecuente de ésta, la más grave contracción del consumo interno que registra la historia argentina, el creciente índice de desempleo y la profunda baja del salario real generaron tal suba del tipo de cambio real.

¿Y sus declamados resultados? ¿Cuáles fueron? La exportación de la mayor parte de la producción comercializable con el exterior tuvo a lo largo del año 2002 un claro signo negativo. La baja en el conjunto del valor de las exportaciones llegó a un 5%, en un contexto internacional de precios agrícolas en marcada suba. Además, hubo una alarmante caída en combustibles y en la industria manufacturera.

Persuadidos de la falta del Estado de Derecho, los comportamientos sesgaron hacia el oportunismo y la evasión de sus responsabilidades económicas frente a la sociedad.

La caída experimentada en el valor de las exportaciones fue atribuida a la baja en los precios a los que fueron comercializados los productos exportados.

La salida de De la Rúa no mejoró la economía: hubo default, devaluación, ruptura de contratos y desplome del salario

Esto fue así, pero solo en el caso del rubro de combustibles y de energía, cuyo valor tuvo una depreciación considerable. Pero, no en el caso de los productos agrícolas. La realidad es que la baja resultó de la disminución en las ventas de commodities agrícolas durante los meses de post-cosecha, fundamentada en la ausencia de un horizonte previsible.

Lo impactante fue el crecimiento en el saldo de la balanza comercial. Es cierto. Pero, lamentablemente, fue de la mano de las importaciones cuyo valor tuvo una caída del 59%, debido a la reducción en las cantidades importadas (-56%), como consecuencia de la contracción económica. Lo grave es que la baja no sólo se produjo en bienes suntuarios sino en bienes de capital, que son los que definen el crecimiento y el mantenimiento de la productividad global.

En mi libro La Argentina agrícola (2003) denuncié: "De esta forma, la Argentina pasa a ser un caso ejemplar sobre lo que no hay que hacer. Incertidumbre, reglas de juego quebradas, inseguridad jurídica, violación de los derechos de propiedad y desaparición del crédito financiero y comercial son el cóctel molotov que ha dejado a la devaluación como la herramienta más eficaz para producir pobreza generalizada".

Salir de la Convertibilidad, en las condiciones institucionales de aquel entonces, produjo un golpe traumático sobre la sociedad. Recién al terminar el año 2005, después de tres años consecutivos de reactivación económica, el porcentaje de personas pobres y de indigentes se redujo a los niveles de 2001, previos al derrumbe.

Con la perspectiva que dan los años, puedo decir que De la Rúa fue un hombre sabio en economía, porque entendía el valor de la institucionalidad. Y el presunto fracaso de su gobierno, no fue así. En rigor, fue el fracaso de un país que no comprende la importancia de las instituciones, en general, y de las económicas, en particular.

(*) Manuel Alvarado Ledesma es Economista y Profesor de la UCEMA

 

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