Son las nueve de la noche. Como desde hace más de un mes en mi barrio comienza a sentirse una ola de aplausos. Empiezan con timidez y van cobrando presencia segundo a segundo hasta convertirse en un ruido que rebota entre los edificios.
Al igual que desde hace más de un mes vuelvo a emocionarme.
Esos aplausos que suenan a diario tienen como destinatarios a los miles de médicos y profesionales de la salud que están en la primera línea combatiendo contra “el enemigo invisible” del que todo el mundo habla: el COVID-19.
Esta pandemia que atraviesa el mundo nos enfrenta hacia lo incierto y nos despierta muchas sensaciones. Pero cuando me cruzo con algún pensamiento oscuro busco en mi memoria alguna historia que me quite esa sensación y me devuelva mi seguridad.
Paso muy seguido por el Sanatorio Colegiales. Algunas de mis obligaciones diarias me conducen por esas calles donde está ubicado este centro de atención médica. Me cuentan que en ese sanatorio escuela muchos de sus profesionales actuales fueron residentes que empezaron su carrera allí, tomaron otros rumbos y ahora decidieron regresar a cumplir funciones a modo de “gratitud” y de “devolver” todo lo que aprendieron.
Hay muchos casos, pero no me parece correcto mencionar a ninguno en particular. Son muchos hoy nuestros “héroes” en esta emergencia, es un relato de progreso, de carrera, de capacitación, de oportunidades en la institución, de compromiso con la educación y profesionalización, del éxito de las residencias los sanatorios, como la de Sanatorio Colegiales, que con una trayectoria de 50 años, es una institución abocada a la enseñanza, al éxito de las residencias, a la jerarquía de lo que significa.
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