Bette Nash, la azafata de vuelo más longeva del planeta

A punto de cumplir 82 años, aún sigue activa y ayuda a embarcar y desembarcar a los pasajeros de la compañía American Airlines

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Cuando la carrera de azafata de vuelo de Bette Nash comenzó a despegar tenía 21 años y faltaban décadas para la era del selfie. Dwight Eisenhower era presidente cuando la joven asistente de vuelo estrenó su primer uniforme de falda y chaqueta de sastre azul marino para la Eastern Air Lines, reconvertida mucho tiempo después en American Airlines, la compañía para la que sigue trabajando 60 años después. A punto de cumplir 82 años -el próximo 31 de diciembre-, Bette Nash es la azafata más longeva del mundo en activo. Aún sigue ayudando a embarcar y desembarcar a los pasajeros con una energía increíble. Su sonrisa es toda una institución a bordo, por eso todos quieren fotografiarse con ella.

Es la estrella indiscutible del jet de Airbus que cubre la ruta de Washington DC a Boston varias veces por semana. Para Bette, servir refrescos a bordo es su vida y, por ahora, no piensa en la jubilación, aunque tampoco se ve trabajando con 90 años (en EEUU, los pilotos deben retirarse a los 65 años, pero nada dice la legislación acerca de los auxiliares de vuelo comerciales).

Los pasajeros aseguran de ella que es "muy profesional" y que "tiene una forma de hacer las cosas de la vieja escuela", según recoge un reportaje que le dedica el Daily Mail, al que explicó: "Comienzo el día a las dos y 10 de la mañana. Tengo dos despertadores y cuando se apagan no me acuesto, me levanto", dijo la azafata, que vive en Virginia con su único hijo, que está discapacitado.

Cuando era cosa de élites

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Cuando Bette empezó en el oficio de volar era casi propiedad exclusiva de las élites. "Había muchos hombres de negocios, y las mujeres venían con sus abrigos de pieles, sus galas y sus sombrero. "No iban con las chanclas y las zapatillas que se ven hoy", relató.

Nash recuerda que cuando llegó Kennedy a la presidencia las cosas comenzaron a abrirse e incluso las azafatas vistieron -durante un breve periodo de tiempo- pantalones y botas. En aquella época no había bandejas de plástico. Las azafatas servían langosta y pato, e incluso le cortaban la carne al pasaje. En primera clase los cubiertos eran de plata y la vajilla, de porcelana. Sacaban hasta cinco carros con el menú.

En la clase turista vendían sándwiches y leche. A 50 y 15 centavos, respectivamente. Durante algún tiempo la longeva auxiliar también trabajó para Trump Shuttle, una aerolínea propiedad del actual presidente de EEUU a principios de los 90.