¿Por qué podemos sentir “mala espina” al conocer a alguien?, experto del FBI lo explica

Al conocer a alguien por primera vez nuestro cerebro busca calificarlo buscando características calificables y no siempre puede acertar

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Los prejuicios pueden generar desconfianza
Los prejuicios pueden generar desconfianza que afecta las relaciones sociales. – (Imagen Ilustrativa Infobae)

Prejuzgar a una persona es formarse una opinión o juicio sobre ella antes de conocerla de manera suficiente, basándose en estereotipos, apariencias o información incompleta. Este acto implica asumir actitudes o características de alguien sin pruebas concretas, lo que puede llevar a interpretaciones equivocadas.

Por ejemplo, se puede prejuzgar a una persona por su forma de vestir, su origen, su género o cualquier rasgo particular, sin detenerse a entender su verdadera personalidad o contexto. Este comportamiento suele estar influido por prejuicios socialmente aprendidos o creencias preconcebidas, muchas veces arraigadas en entornos culturales o familiares.

Más allá de los estereotipos y las razones culturales que puedan llevar a las personas a juzgar otras sin conocerlas a profundidad, el proceso de sentir una profunda desconfianza, mala espina o un “sexto sentido”, está ampliamente relacionado con el funcionamiento del cerebro según expertos.

¿Qué nos hace sentir mala espina?

La desconfianza puede provocar una
La desconfianza puede provocar una sensación de desconfianza en el cuerpo de forma involuntaria.

De acuerdo con información revelada por Juan Manuel García, experto en comunicación no verbal con formación en el FBI (Buró Federal de Investigaciones de EEUU) en entrevista para el diario español, La Vanguardia, explicó que al conocer a una nueva persona nuestro cerebro comenzará a buscar aspectos para evaluarlo inconscientemente a través de neuronas espejo.

“Entonces, si yo observo algo negativo en la otra persona, mi cerebro automáticamente lo va a interpretar y me va a dar esa sensación de incomodidad y ‘mala espina’”, explicó el experto en la entrevista publicada el pasado 21 de mayo.

Además, el comunicólogo explica que este tipo de prejuicios asociados coloquialmente con “mala espina”, pueden estar asociados con recuerdos que inconscientemente pueden relacionar a la nueva persona con aspectos negativos de alguien más, por ejemplo alguien que nos hizo mucho daño o nos mintió, emitiendo señales de alerta que nos pueden provocar incomodidad.

Estas sensaciones pueden llegar a aumentar si a su vez, nuestro cerebro detecta gestos discordantes que nos hacen sospechar. Por ejemplo, si la persona sonríe, pero su mirada es fría, o habla tranquilo, pero se mueve nervioso, tu cerebro detecta una incongruencia, y eso genera desconfianza.

“Cuando estamos en una primera presentación y estamos nerviosos, solemos sonreír y borrar muy rápido esa sonrisa. Entonces, cuando borramos muy rápido la sonrisa, el cerebro de quien está observando detecta que hay algo raro, porque la verdadera sonrisa de emoción se va de una manera lenta, no al instante”, explicó García en entrevista con La Vanguardia.

¿Qué provoca los prejuicios?

La construcción de nuestro pensamiento
La construcción de nuestro pensamiento está relacionado con nuestro entorno, recuerdos y valores personales - (Imagen Ilustrativa Infobae)

Además de los procesos inconscientes que realiza nuestro cerebro para desconfiar de alguien que no conocemos, también existen otros factores que pueden llegar a influir en la creación de pensamientos equivocados sobre otra persona, entre ellos se encuentran los siguientes:

Estereotipos sociales: ideas generalizadas sobre un grupo social o cultural que se aplican de manera indiscriminada a sus miembros. Por ejemplo, creer que ciertas profesiones o géneros poseen características específicas sin basarse en hechos personales.

Falta de información: el desconocimiento sobre otras culturas, estilos de vida o situaciones individuales puede provocar ideas erróneas y juicios infundados.

Influencias culturales y familiares: las ideas y creencias transmitidas en un entorno social cercano, como la familia o la comunidad, pueden fomentar actitudes prejuiciosas al ser aprendidas desde la infancia.

Miedo o rechazo a lo desconocido: la aversión a situaciones o personas diferentes a lo familiar puede generar desconfianza, proyectando juicios negativos sin justificación objetiva.

Medios de comunicación y representación sesgada: imágenes estereotipadas o información parcial en los medios pueden reforzar creencias erróneas sobre ciertos individuos o grupos.

Conformismo social: adoptar prejuicios puede estar relacionado con el deseo de encajar en un grupo social que comparte esas ideas, evitando la exclusión o el conflicto.