
La DEA removió de su cargo al director de la agencia estadounidense antidrogas en México, Nick Palmeri, en medio de una investigación sobre su conducta y de un deterioro de la cooperación con autoridades mexicanas, reportó el pasado viernes 27 de enero el periódico The Washington Post.

Palmeri, según reportes de la contraloría de la DEA, habría utilizado fondos de la agencia para, entre otras cosas, pagar su propia fiesta de cumpleaños, así como rentar un yate en Panamá para recibir al entonces director interino de la agencia.
El jefe de la oficina regional de la DEA en Ciudad de México fue removido de su cargo en junio de 2021. Sin embargo, de acuerdo con una nota de Associated Press, el efectivo de la DEA realizó un viaje no autorizado junto con su esposa a Miami, donde se quedó en casa de un abogado defensor de narcotraficantes.
Asimismo, dicho abogado estaría involucrado, de igual forma, en el supuesto pago de un soborno de 70 mil dólares a otros dos agentes de la DEA a cambio de información confidencial.

No obstante, dichas averiguaciones, pese a sus aparentes pruebas de corrupción, en primera instancia son menores si se las compara con el caso de José Irizarry, un agente de la DEA acusado de facilitar el lavado de dinero para organizaciones criminales colombianas, así como de desviar decomisos de droga y dinero.
Irizarry, según la investigaciones, no habría actuado solo, pues la indagatoria se ha extendido a tres agentes más y presuntamente podría incluir a más personal de la DEA y de otras agencias.
A finales de 2021 la administradora general de la DEA, Ann Millgram, ordenó una revisión externa de las operaciones internacionales de la agencia antidrogas. Sin embargo, todavía no se conocen públicamente los resultados de dicho ejercicio.
“Lo que sí parece es que la poderosa agencia estadounidense enfrenta un problema sistémico, no a casos aislados de corrupción”, dijo el analista experto en seguridad. Alejandro Hope, en su última columna para El Universal.
“La naturaleza de su misión lleva la DEA a terrenos moralmente pantanosos. Hay que recordar que el tráfico de drogas es un delito transaccional, sin víctimas directas, en el que ambas partes de un intercambio comercial están violando la ley”, amplió el experto.
“No es casualidad que, en ese entorno, más de uno de sus agentes crucen rayas éticas y legales. Y si eso le pasa a la DEA, una institución con controles internos y mecanismos de supervisión externa, ¿qué se puede esperar de instituciones en México dónde los instrumentos de rendición de cuentas son frágiles?”, sentenció.
Mientras tanto, la remoción de Palmeri dejó a la oficina regional de la DEA en Ciudad de México –que supervisa las operaciones de la agencia en ese país y en Centroamérica- sin un director residente de tiempo completo por lo menos durante seis meses.
En su perfil de Linkedin, Palmeri indica que trabajó como director regional de la DEA para la Región Norte y Central de América con base en México hasta marzo de 2022.
En total, Palmeri trabajó 24 años y 6 meses con la agencia antidrogas. Antes había trabajado en el Departamento de Policía de Nueva York.
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