Es funcionario público y creó el reality drag más popular de Argentina: “Mi padre me cacheteó cuando me vio montado por primera vez y ahora me compra pelucas”

Pablo Ezequiel Goldaraz es el joven salteño detrás del talent show “Juego de reinas”, que acaba de estrenar su segunda temporada. Habló con Infobae sobre los desafíos de hacer el programa en una provincia conservadora y la ayuda que ha recibido de fans famosos como Lucrecia Martel.

Compartir
Compartir articulo
Pablo Ezequiel Goldaraz y su alter ego drag Mistika Reech.

Pablo Ezequiel Goldaraz podría ser como cualquier otro empleado de la administración pública de Salta, si no fuera porque cuenta con dos identidades. En una trabaja de 9 a 5 -en el área de Planificación y Logística del gobierno provincial-, va al gimnasio, sale a correr: cosas que haría cualquiera. En la otra es Místika Reech, una reina con peluca, maquillaje y vestidos despampanantes Y no solo eso: como Místika, conduce y produce el primer reality show drag de Argentina, “Juego de Reinas”, que acaba de estrenar su segunda temporada luego del furor de la primera edición.

A la manera del mega popular talent show “RuPaul’s Drag Race”, “Juego de Reinas” incluye hombres que se convierten en mujeres deslumbrantes, exóticas y creativas; también tiene música, baile, desafíos y retos, pero eso sí: la impronta es cien por ciento argentina y los concursantes, drags de todas partes del país, le suman color federal. Siendo el programa más visto de la Televisión Pública de su provincia (también se puede seguir por su canal de YouTube), la primera temporada de “Juego de Reinas” tuvo su gala final en el Teatro Provincial, con gente que esperaba a sus participantes favoritas a la salida para pedirles autógrafos. Todo eso sucedió el año pasado, el mismo año en que al profesor de baile Roberto “Tito” Costilla le quebraron una pierna por ser homosexual.

¿Cómo fue el camino para lograr uno de los grandes sucesos LGBT+ de la Argentina de los últimos tiempos? ¿Quién es el responsable de este fenómeno inclusivo? De todo esto y más habló Pablo con Infobae.

¿Cómo querés que te llame? ¿Mistika o Pablo?

—No tengo problema en realidad. Es como que me acostumbré a esa dualidad todo el tiempo. Me dicen “Místika”, “Pablo”, “Mis”. Tengo muchas personalidades.

¿Cómo fue que te convertiste en Místika?

—Yo no tenía idea de que iba a terminar convirtiéndome en Místika Reech. Sí me gustaban los drag queens, pero los veía de lejos. Y hace doce años fue a dictar a Salta un curso drag queen quien se convierte luego en mi madre drag queen, Elektra Trash. Nos fuimos a anotar con varios amigos, pero para hacer maquillaje artístico, y cuando terminó el curso ella nos dijo “quiero que sean los modelos del desfile de cierre”. Y es como que ahí nos entró el drag a todo el grupo, y todos nos convertimos en drag queens. Dentro de ese grupo estaba Absurda Drag y Serenity, quienes también son parte del jurado.

¿Y al resto de tu dream team de donde lo sacaste?

—Los fui conociendo a través del arte, de los eventos provinciales, certámenes que se hacen en todo el país.

¿Y antes de que pasara todo esto quién eras?

—Yo soy funcionario público, trabajo en el Gobierno Provincial, me dedico a la planificación y logística. Fui presidente del Banco de Becas durante ocho años, después estuve en el Tribunal de faltas haciendo varias tareas. Pero siempre buscando dinamizar procesos administrativos, darles fluidez, agilizar trámites. La administración en la provincia es un desastre, supongo que en el resto de las provincias es igual (ríe). Básicamente con “Juego de Reinas” me pasó lo mismo: era crear un programa, planificar todo de tal manera para que el programa pueda llegar a tener el alcance que está teniendo. Fue un trabajo de mucha planificación más allá de lo que se ve en el reality, hubiera sido imposible sin toda esa planificación. Así que supongo que un poco de Pablo ayudó a que Místika pueda mostrarse a otro público. Porque si bien en Salta tenía mucho reconocimiento, a nivel nacional me conocían pero no al nivel de lo que está sucediendo ahora con el personaje y con Juego de Reinas.

Una imagen del backstage de "Juego de reinas", que acaba de estrenar su segunda temporada.

¿O sea que en tu trabajo de Planificación y Logística se cocinó algo de tu rol de productor?

—Sí, sí. Cuando me conocen de Canal 10 hace un año, parece que fuese hace un montón después de dos programas (ríe), me convocan para hacer la co-conducción de un magazine a las dos de la tarde. Y yo dije “un drag queen, en un magazine, a las dos de la tarde, qué miedo”. Yo había dejado un poco de lado a Mistika porque significaba básicamente trabajar en boliches, en la noche, haciendo conducción de eventos, pero sentía que ella ya había cumplido un ciclo en cuanto a ese tipo de contenidos. ya no me parecía divertido estar en un boliche. Yo quería que Mistika tuviera la posibilidad de contar historias, de poder hablar de otro tipo de cosas, de poder hablar de política, de poder hablar de todo en realidad. De poder hablar, eso es, ni más ni menos. Poder decir todo lo que hay adentro, lo que me parece, mis puntos de vista, las deconstrucciones que considero que hacen bien a la sociedad, y dentro de un boliche no lo podía hacer. Así que cuando me propusieron ese programa dije “sí, lo voy a hacer”. El programa se llamaba “En la Sala”.

¿Y cómo fue esa primera experiencia?

—No me gustaba nada el programa (ríe). Pero yo quería aprender. Así que el día uno que llegue me hice amigo de todos los camarógrafos, me metí en la sala de técnica y me ponía a ver con que programas armaban los zócalos, llegaba casa, me descargaba los programas y tutoriales y me ponía aprender cómo usarlos. Siempre fui un obsesivo compulsivo para todo, pero esta vez es como que decía “ya estoy soñando con mi programa”. Y lo conocí al hijo de la dueña del canal, que es Lalo Longarela. El tenía un segmento en el canal que se llamaba “A color”, dirigido a la comunidad LGBT+. Y un día me dice “tengo ganas de hacer algo con drag queens” y le dije “es el sueño de mi vida, si querés lo armamos”. Y lo empezamos a productir, y a los tres meses ya estaba Juego de Reinas armado. ¡Así que vos te darás cuenta de la locura! (ríe). Y a la semana estaba empezando a salir al aire, y nosotros grabábamos un domingo y el programa se emitía el viernes, había que editar todo. ¡Fue muchísimo lo que hicimos dos personas sin el apoyo de más nadie! Porque sinceramente, no recibimos ni una moneda. Yo quedé endeudadísimo (ríe), las tarjetas de crédito un desastre. Pero siento la satisfacción de haber podido. De haber podido hacerlo.

—¿Dijiste “quiero hacer algo parecido a RuPaul’s Drag Race pero sin que sea una copia”?

—Yo no vi ni una temporada completa de RuPaul. Primero que no tengo tiempo, ni siquiera veía televisión de aire hasta que entré en Canal 10, siempre estoy a mil. Y RuPaul no me… a ver… Es el drag queen más prestigioso a nivel internacional y logró cosas que no logró nadie. Creó un imperio, es un productor increíble. Pero me gusta más la impronta de los realitys argentinos, algo más nuestro. El argentino es más de contestar, le gusta discutir con el jurado, tener un punto de vista distinto. Me faltaba todo eso con RuPaul. Quería darle una impronta argentina, con nuestra cultura, nuestra historia, los mitos y leyendas urbanos de aquí, nuestras canciones, nuestros artistas.

¿Mejoró el estado financiero del proyecto o sigue siendo muy a pulmón?

—No, sigue siendo muy a pulmón. Es muy difícil: primero en Salta cuando vas a tocar una puerta en algún lugar y decís “es un programa drag queen”, no lo entienden. Y ante no entenderlo, directamente te dicen “no”. Nosotros los auspicios que tenemos en el programa es por canje, no es que recibimos plata. Es un sacrificio mío, de mi pareja, de Lalo y su familia. Lo que nos ayuda el canal, lo que nos ayudan mis viejos. Es algo muy familiar. Sale del bolsillo de todos. Por ahí si se ponen las cosas difíciles decimos “hagamos un evento, y con la plata de ese evento vamos viendo”. Este año vinieron todas las participantes a vivir a Salta para que se grabara todo el programa durante un mes: había que darles de comer todos los días a quince participantes. Eso era una locura en plata. Me encantaría decir que “Juego de Reinas” hoy en día es redituable, pero bueno, tiene otro tipo de satisfacción. Y es el programa más visto de Salta, es reconocido por el Ministerio de Cultura de la Nación, logró lo que ningún programa del interior ha logrado: que sea visto en veinticuatro países, ¡un programa que viene de Salta! Y sin embargo ni al Municipio, ni a la Provincia, ni a nadie les interesa financiarlo. Ni siquiera nos contestaron los mails, las notas que hicimos.

La presentación de Juego De reinas

¿Qué te sostiene cuando todo se complica?

—Y de repente aparecen personas así como “mágicas”. Un dia recibo un llamado de Lucrecia Martel, ¡una de las veinte directoras de cine más prestigiosas del país! Y me dice “te quiero conocer, quiero hacer un fogón en mi casa, vení, queremos conocer a Místika reech. Estoy con Valeria Bertuccelli” ¡Y de repente ir al fogón! ¡Estar con Valeria! Valeria Bertuccelli este año vino al programa, ¡Gratis, se pagó ella los pasajes en avión! Me dijo “Yo no quiero que me paguen nada, porque sé que hay un gran esfuerzo detrás, pero quiero estar ahí con ustedes, quiero ir a la casa”. ¡Fué a la casa, estuvo con las chicas ahí, conviviendo! Fue jurado invitado. Vos decís “Valeria Bertuccelli, que no tiene necesidad alguna de hacer esto lo está haciendo”. Y Lucrecia Martel lo está viendo, y a Antonio Gasalla le encanta el programa. Y decís “wow”, esa satisfacción es mucho más grande que la económica.

¿Y caíste al fogón de Lucrecia de Místika o de Pablo?

—¡Caí de Místika al fogón, toda montada al otro día! (ríe) Increíble.

Y si es todo tan difícil y a nadie le interesa, ¿a qué le atribuís que Canal 10 se haya animado a decir “vamos a hacer un show de drag queens”?

—Canal 10 tiene una visión que es muy distinta a otros canales. Dentro del canal siempre hay contenido LGBT+, es sumamente abierto, apolítico, tiene periodismo realmente independiente. Entonces cuando se dio la posibilidad, el canal dijo “probemos”. Y después vieron las repercusiones, el programa logró empatizar muy rápido. No es que costó imponerlo. En otra ocasión, otro tipo de programas, la gente diría “cambiemos a esos putos, que vamos a hacer viendo esos travas” y cambian de canal. En este caso el lado artístico les llamó la atención, después vieron a los chicos, conocieron sus historias, su vulnerabilidad. Y el programa entró por un túnel. Lo ven abuelos, niños, en el canal a la salida nos esperan para sacarse fotos. En el teatro cuando se hizo la final había abuelitos, que estaban compartiendo el programa con su familia. Y lo ven todos en su casa los domingos, porque el viernes sale muy tarde, entonces se reúnen en familia los fines de semana para verlo. Te enterás de esas cosas y decís ¡ay qué lindo!

¿Y sentís que la visibilidad que dio el programa hizo que gente que tenía prejuicios pudiera romperlos un poco?

—¡Si! Siento que aflojó muchísimo y desconstruyó un montón. Cuando yo era chico era muy difícil ver algo en la televisión y decir “ay yo me siento identificado con esto”. Y por ahí, ahora, para las niñeces, para los chicos que quizás no se sienten identificados por algún programa de televisión, o sienten que su personalidad en realidad apunta a otra cosa, y ve estos programas y dice “uy, hay personas como yo”. Lo ven normal, lo van naturalizando. Antes era “Los niños no pueden ver eso”. La información es lo más importante en esta sociedad para poder construir.

¿Seguís viendo hostilidad hacia la comunidad LGBT+ en Salta?

—Sigue pasando, sí. Hay mucha influencia religiosa, y donde hay influencia religiosa es muy difícil deconstruir porque están todo el tiempo diciendo “eso esta mal”. Hay colegios católicos, donde cuando un chico tiene algún tipo de conducta que no sea la “normal” para ellos le dicen a los padres “a este colegio no puede venir más su hijo, tiene que cambiarlo de colegio”. Y es un colegio subvencionado por el Estado, que está recibiendo ayuda del Estado, ¡y el Estado somos todos! ¡O sea que todos estamos pagando la discriminación, es una locura! Así que cada vez que puedo decirlo lo digo. Esa era la comunicación que yo quería hacer, ya estoy grande para hacer payasadas en un boliche (ríe).

¿Hubo algún momento donde pensaste “esto no se puede hacer”?

—Si, ahora en la segunda temporada. Estuvo a punto de no hacerse la segunda temporada. En la primera temporada Flecha Bus nos traía a todos los participantes todos los fines de semana a Salta y después los devolvía a su ciudad. Este año cambió la gerencia de Flecha Bus y nos dijeron “es imposible trasladar quince participantes, cuatro veces por mes, durante tres meses. Solamente le podemos dar 200 mil pesos en pasajes”. O sea un pasaje ida y vuelta para las participantes. Así que ahí salió la idea de grabarlo todo el mes al programa y traerlas una sola vez porque si no no lo íbamos a poder a ser. Tuvimos que grabar quince capítulos en un mes, teniendo a todas las participantes viviendo acá. Y nos desestabilizó. Había que conseguir una casa, con un precio exorbitante, amueblarla, los hoteles eran carísimos. Cuando arrancamos con el programa, Flecha Bus nos había dicho que estaba todo bien y ese era nuestro único gasto fuerte. Después con algún canje de comidas conseguimos comer, pero el tema del traslado era mucho. Pero bueno, conseguimos un hostel gay- friendly, el único que hay en Salta, y que no tenía muchos visitantes. Son dos chicas que están arrancando, que tienen buenas ideas y mucha garra. Me comuniqué con ellas, les dije que el programa estaba teniendo una buena trascendencia, que lo habían visto un millón de personas en la primera temporada, que a lo mejor le servía que el hostel gay-friendly se promocione a nivel nacional. Hicimos números y le alquilamos el hostel por un mes y medio. Lucrecia Martel me consiguió pintura para que pintemos todo el hostel y lo dejamos como nuevo (ríe). Le dimos toda una impronta super gay al hostel, quedó como nuevo. Le pagamos una cifra que si bien fue bastante elevada, no lo era a comparación de alquilar una casa y amueblarla. Así que bueno, ¡ya terminamos de grabar!

Como Mistika, Pablo conduce el programa "Juego de reinas", que cuenta con fans famosos como Lucrecia Martel y Antonio Gasalla.

¿Ya está todo grabado?

—Todo menos la final, que va a ser el 18 de septiembre en el teatro Provincial de Salta. Recién después de la final veremos. No quiero pensar mucho porque tenemos todavía todo esto fresco, estamos editando, recién ayer terminamos de editar un episodio. No estamos con mucho tiempo de pensar.

¿Y tus padres? Los describiste en otras entrevistas como gente muy presente en todo esto que hacés.

—Mis padres son como mis guías espirituales. Son lo mejor que me pasó en la vida. se descontruyeron muchísimo con esto. Ellos crecieron y no les quedó otra. Cuando yo empecé a hacer drag queen y demás ni se lo esperaban. Mi papá la primera vez que me vio maquillado me dio una cachetada. Y es el día de hoy que se va de viaje y me manda una foto con una peluca que me compró, y él la tiene puesta. Tengo la contención de ellos, y de mis amigos que me dicen que pare un poco de hacer cosas, que estoy loco (ríe).

¿Tenés alguna cábala para que aparezca “Místika”?

—¿Sabés que no? Místika aparece cuando me estoy maquillando, es como un momento de transición en la que sale sola su voz.

¿Y fuera de Místika, cómo es tu día a día?

De día me entreno en el gimnasio, salgo a correr. Siempre estoy analizando y escribiendo y planeando, no paro. Místika y el deporte son mi cable a tierra.

SEGUIR LEYENDO: