Un monstruo nazi “del que uno se enamora”: López Murphy y Arnaldo André presentaron un libro que incomoda y hace pensar

En “El andar del lobo”, una novela provocadora, Carlos Balmelli busca comprender “el mal desde su razonamiento” y cómo prendieron ideas nefastas en una sociedad culta como la alemana. “Quedé trastornado”, dijo el político.

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Arnaldo André,  Carlos Balmelli y Ricardo López Murphy en la Feria del Libro. (Franco Fafasuli)
Arnaldo André, Carlos Balmelli y Ricardo López Murphy en la Feria del Libro. (Franco Fafasuli)

La combinación es curiosa: un actor paraguayo famoso por sus telenovelas en Argentina, un político argentino actualmente en campaña y un escritor paraguayo que también es político. O que también fue político, porque él mismo, Carlos Mateo Balmelli, dirá que dejó de lado la militancia porque el Balmelli político estaba saboteando al escritor.

Hoy no. Hoy el oriundo de Asunción visita la Feria del Libro de Buenos Aires y lo acompañan su muy aplaudido compatriota Arnaldo André y el diputado argentino Ricardo López Murphy. La combinación se torna aun más curiosa porque el libro que presenta Balmelli, El andar del lobo, sigue a un exjerarca nazi. “Es un libro polémico”, dice el autor, “porque, para entender esa dialéctica entre bien y mal, nos acostumbramos a escuchar el gemido de la víctima y nunca vemos el rostro humano arbitrario y la voz prepotente e impune del verdugo, que también tiene inquietudes humanas”.

La curiosa combinación de participantes tiene una justificación sencilla: López Murphy y André son amigos del escritor y el respeto y admiración es recíproco. Pero resulta más complejo justificar por qué y para qué Balmelli hizo de un villano, de un nacionalsocialista alemán, convencido, salvaje y brutal, el protagonista de su novela. Como dice el actor, “cuando uno ve una película, uno quiere aliarse con el protagonista. Es nuestro héroe, queremos que triunfe, que alcance sus objetivos. Pero el protagonista de este libro es un criminal. Entonces uno piensa por momentos que está de acuerdo con ese hombre, que lo entiende. Esa es la cualidad que tiene el autor.”

"El andar del lobo", una novela que sacude las ideas sencillas.
"El andar del lobo", una novela que sacude las ideas sencillas.

La dificultad entonces radica en la justificación, en cómo esquivar una polémica tal que llevó a que el embajador alemán en Paraguay no se animase a asistir a la presentación del libro; que llevó a que otro escritor fuera, como dice Balmelli, “escrachado” en Costa Rica porque la portada tiene una esvástica y algunas mujeres pensaron que se trataba de apología nazi.

López Murphy lo describe como “una historia extraordinaria”. Wolfgang, el protagonista, el “lobo”, es un oficial superior de las SS, las fuerzas de seguridad nazis, que se entusiasma con las ideas de Adolf Hitler, con el Reich de los mil años. El diputado lo describe como un “personaje muy inteligente, buen mozo, culto, preparado, gran combatiente, que encuentra en esa ideología una respuesta a toda su vida. Vive entregado a la lucha. No tiene espacio para el amor, aunque sí para el sexo, que es comprado, que es con prostitutas. Es su forma de no perder el tiempo. Como ir al baño, algo que lo alivie. No tiene límites morales porque todo se justifica al servicio de la causa”.

“Wolfgang es un monstruo del cual uno se enamora”, define Balmelli. Y eso lleva a que el lector comprenda parte de esa locura y que, quizás, entienda cómo esas ideas pudieron prender tanto y tan rápidamente en la sociedad alemana del periodo de entreguerras. No fue una sociedad inculta la que se dejó guiar por las aspiraciones mesiánicas de Hitler. No, dice Balmelli, y recuerda que es la sociedad del escritor Goethe, del físico Einstein, del filósofo Schiller, de Hegel, de Nietzsche, de Kant. Todo el pensamiento estaba en Alemania.

Claro que es provocador darle voz a alguien como Wolfgang, un hombre que nunca se arrepintió, que huyó al Paraguay y que se convirtió en docente sin jamás dejar de ser el convencido nazi que siempre había sido. Un hombre que será fanático de la causa nazi hasta el final de sus días. Aun en otro continente. Aun cuando se enamore por primera vez y aun cuando llore y se enferme por ese amor.

Carlos Mateo Balmelli presentó "El andar del lobo". (Franco Fafasuli)
Carlos Mateo Balmelli presentó "El andar del lobo". (Franco Fafasuli)

Porque los monstruos también son humanos y el reto no es empatizar con el genocida sino entender cómo piensa, cómo llega a sus conclusiones, por qué elige sostener tanto odio. No es un loco. No es tan simple. Esa es la provocación de Balmelli: recordarle al autor que los nazis no eran (no son) extraterrestres o seres mitológicos, sino tan seres humanos como aquel que pasa las páginas de El andar del lobo. Wolfgang ni siquiera tiene apellido: como el Winston Smith de 1984, puede ser cualquiera ¿Quién garantiza que un lector tan inteligente como Wolfgang no haría lo mismo que el alemán? ¿Se puede tener tanta certeza? Como lector, no es sencillo lidiar con esa incomodidad, pero tampoco lo es generarla para el escritor.

Ninguna apología

“Este libro me significó un poco de coraje porque sé que puede ser malinterpretado”, se justifica el autor. Repetirá por qué su última publicación no es una apología del nazismo y también dice que, aunque el editor le sugiriera omitirlo, eligió incluir un epílogo: “porque al lector le tiene que quedar claro que no es una apología sino un intento de comprender el mal desde el razonamiento y sentimiento del que comete el mal.”

El objetivo del libro, entonces, no es encontrar la verdad ni es rebatir argumentos que derivaron en el asesinato de millones. No es un ensayo histórico ni político. Es una novela. Es literatura. Y lo que pretende es perseguir una verdad estética, una coherencia argumentativa. En esa coherencia, el autor prefiere al nazi que no se arrepiente antes que el que sí y cita un ejemplo: “Albert Speer, el arquitecto de Hitler, estuvo también a cargo de las fábricas de armas del nazismo. Escribió un libro para librarse de la pena de muerte en los juicios de Núremberg y ahí dijo que no sabía nada de nada. Eso me parece patético. Wolfang, en cambio, en su monstruosidad, no renuncia a la honestidad intelectual de sus ideas. En ese sentido, un personaje así estimula mucho más a la imaginación y abre nuevos horizontes para tratar de entender por qué el ser humano actúa con más determinación cuando hace el mal que cuando hace el bien.”

La novela de Balmelli no busca enmendar conductas, anticipar utopías ni presentar distopías. Lo que busca es entretener, pero también provocar que el lector piense y sienta. “Si logro eso”, admite el autor, “se justifica ese esfuerzo solitario que es escribir”.

Así como el autor siente la necesidad de aclarar una y otra vez que no está haciendo apología, López Murphy también insiste en que “Wolfgang es todo lo contrario a lo que yo he sido: los liberales pensamos que no hay fines que santifiquen cualquier medio.”

Dice que lo relevante es el cómo: cómo la Alemania de entreguerras parió a aquel régimen totalitario, cómo el país se rearmó tan rápidamente, cómo lo afectó la crisis del capitalismo en los años 30 o las terribles condiciones impuestas en el Tratado de Versalles, al final de la Primera Guerra Mundial.

El actor Arnaldo André en la presentación de "El andar del lobo" (Franco Fafasuli)
El actor Arnaldo André en la presentación de "El andar del lobo" (Franco Fafasuli)

No se puede entender el resultado sin analizar el contexto. No se puede entender el surgimiento y auge del nazismo ni el convencimiento de sus seguidores (o, al menos, de aquellos que, a diferencia de Speer, nunca dijeron arrepentirse) sin escuchar la voz impunemente arbitraria del verdugo.

“Habiendo estudiado la filosofía de ese tiempo, nunca me había logrado adentrar en la mente de ese tiempo”, dice el diputado argentino y confiesa que “quedé trastornado, es una lectura absorbente, conmovedora. No se puede abandonar a ese lobo que circula y que combate, pero que a veces también vacila. Me resultó tan chocante que llegué a pensar que quizás era una historia real, que no era ficción. Con estos grandes escritores uno no sabe si se imaginó la historia o la encontró antes que nadie”.

Y Wolfgang es el jerarca de las SS que apostó al odio como motor de la historia. Que fue un adolescente en la Alemania de Hitler, que luchó en el frente oriental, que escapó y que se escondió como tantos otros nazis en Paraguay o en Argentina o en Brasil. Como Josef Mengele, como Eduard Roschmann, como Erich Priebke y como los más de 9.000 criminales de guerra nazis y colaboracionistas que llegaron a Sudamérica entre 1945 y 1951.

Ricardo López Murphy en la Feria del Libro. (Franco Fafasuli)
Ricardo López Murphy en la Feria del Libro. (Franco Fafasuli)

No todos fueron capturados. Algunos murieron libres, sin arrepentirse jamás, y se llevaron su convencimiento y sus certezas intactas a la tumba. Como el Wolfgang sin apellido que puede ser cualquiera. Ese monstruo del que un lector puede enamorarse y que lleva a la inevitable pregunta: ¿es el libro el que genera esa emoción, esa incómoda empatía, o ya existía, bien guardada, bien escondida, en el mismo lector? ¿Y nosotros mismos tenemos esos sentimientos dormidos? ¿Y si despiertan?

La literatura también da lugar a esas preguntas incómodas. A esas combinaciones curiosas.

Quién es Carlos Balmelli

Nacio en Asunción en 1961.

Es abogado, escritor y político.

Cursó estudios universitarios en Asunción y luego en Alemania.

Fue vicecanciller en 1999, durante el gobierno de Luis Ángel González Macchi.

Entre 2003 y 2004 fue presidente del Congreso paraguayo. Y entre 2003 y 2008 fue Senador de la República.

Escribió las novelas La Pasión de Lucrecia (2013), Tamarindo (2017), Filosofía de vida (2019), Premio Nobel (2020) y El andar del lobo (2022).

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