Cómo un meteorito hallado en Chaco cambió la vida de un artista estadounidense

En “Mi meteorito”, Harry Dodge hace un peculiar recuento de su vida a partir de un pesado objeto extraterrestre encontrado en Campo del Cielo: desde su encuentro con su madre biológica y sus experiencias sexuales extremas hasta la crisis del sida y la inteligencia artificial.

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El estadounidense Harry Dodge cuenta en "Mi meteorito" cómo un objeto de metal extraterrestre encontrado en Campo del Cielo lo hizo notar cómo las casualidades unen y digitan su vida.
El estadounidense Harry Dodge cuenta en "Mi meteorito" cómo un objeto de metal extraterrestre encontrado en Campo del Cielo lo hizo notar cómo las casualidades unen y digitan su vida.

En su libro Mi meteorito, el artista Harry Dodge trasciende la escritura autobiográfica y se sumerge en lo imprevisible de la memoria: luego de comprar por eBay un meteorito proveniente de Campo del Cielo (Chaco), ese objeto en sus manos desencadena una serie de recuerdos, como su paso por la vanguardia en la escena queer de San Francisco, el primer encuentro con su madre biológica, la muerte de sus padres adoptivos, su carrera como performer o las experiencias sexuales extremas.

El misterio de los recuerdos, lo imprevisible de la memoria, la membrana invisible pero resistente de aquellas cosas que sabemos o imaginamos, incluso antes de confirmarlas fehacientemente, hilvanan la emotiva, ingeniosa y descarnada narración de Dodge en un libro que acaba de publicar Chai Editora, y que -lejos de cualquier sentimentalismo- propone una suerte de disección sobre el amor.

De manera aleatoria y en primera persona, esta suerte de ensayo biográfico pasa de los entresijos del arte al progreso tecnológico, de la paternidad y los hijos a los libros que lo marcaron, de la identidad y el género a la muerte. ¿Pero cuánto de azar hay en los hechos fundamentales de nuestras vidas? ¿Hay acaso una trama invisible que habilita la comunicación a través del tiempo y el espacio?

“Me interesa la continuidad entre lo virtual, lo imaginario, lo mental, nuestra experiencia de la conciencia, esas cosas que el sentido común nos dice que son inmateriales. Soy un materialista convencido, y parte de ello es este experimento mental de décadas en el que intento repensar todas estas cosas aparentemente inmateriales como materiales, como hechas de materia”, señala en una entrevista con Télam el estadounidense Harry Dodge, artista plástico, cineasta y escritor, cuya obra expuso en algunos de los museos más importantes de su país.

Portada de "Mi meteorito", de Harry Dodge, editado por Chai.
Portada de "Mi meteorito", de Harry Dodge, editado por Chai.

Casi al comienzo, Dodge cuenta que a los 13 años escribió un ensayo sobre haber sido adoptado al que llamó “Lost and Found” (”Perdido y encontrado”)y, muchos años después, se muda a San Francisco y descubre un bar homónimo donde intuye que podría estar su madre. Años después, con la aparición de internet, logra contactar a su madre biológica y se queda entumecido cuando ella le confiesa que desde hace décadas pasa gran parte de su tiempo en un bar llamado, precisamente, “Lost and Found”.

Las coincidencias no son simples coincidencias, son corrientes de sucesos en las que otros posibles sucesos están ocurriendo todo el tiempo en otros mundos infinitos -escribe el autor-. Así que de seguro hay un mundo en el que nunca encontré a mi madre biológica, y otro, supongo, en el que ella y yo tenemos diferentes libros de ciencia ficción favoritos. Y otro, seguramente, en el que, cuando la conocí, no tuve ganas de cogérmela”. Escritura karateca podría llamarse la de Dodge.

A lo largo de estas páginas se confiesa “casi un ermitaño”, cuenta cómo practica senderismo con su hijo, revela las cien fotos que tomó de su madre adoptiva cuando estaba internada ya a punto de morir, investiga y reflexiona sobre la inteligencia artificial, evoca su formación en una comunidad de performers radicales, “altamente sexualizada” y se define como “un iconoclasta al que no le caben las categorías”. Sintetiza: “Suelo inclinarme por los márgenes”.

Y además, claro, investiga desde su casa de Los Ángeles sobre el campo de meteoritos llamado Campo del Cielo, en el norte argentino, de donde proviene su más reciente adquisición en eBay: un meteorito hecho del hierro de una estrella, una roca que cayó del espacio, “seductora”, “erótica”, describe.

Dodge (izquierda) usa pronombres masculinos pero ha afirmado en repetidas ocasiones que no le interesan las designaciones de género, por lo que evita el término "trans".
Dodge (izquierda) usa pronombres masculinos pero ha afirmado en repetidas ocasiones que no le interesan las designaciones de género, por lo que evita el término "trans".

Cuando apareció el meteorito me dejó alucinado. No sólo era la primera vez que compraba en eBay -estaba impregnado de una especie de tecno curiosidad emergente-, sino que, además, tenía una procedencia asombrosa: cayó a la Tierra antes de 1527, posiblemente cientos de años antes. ¡Vaya! El hierro espacial es pesado, lo que da la impresión de estar poseído por una gravedad alienígena e interdimensional. No sólo era visualmente fascinante, sino que había pasado del espacio exterior al living de mi casa. Una mañana me desperté, lo contemplé en mi mesa de luz y de repente me invadió el impulso de empezar a escribir”, desgrana sobre el disparador del libro.

-Télam: Mi meteorito trasciende las convenciones de la escritura autobiográfica. ¿En qué categorías enmarcas el texto?

-Harry Dodge: Yo lo llamo “no ficción literaria”, o “escritura vital experimental”. Mi meteorito es poco convencional, sí, pero creo que tiene una progresión narrativa legible, un impulso. Cuento cinco historias diferentes que se presentan en breves ráfagas o fragmentos, por lo que la experiencia de lectura es bastante caleidoscópica. El tema del libro es, en líneas generales, las relaciones: mi asombro ante el hecho de que todo en el universo afecte a todo lo demás; la atracción y la gravedad; cómo se forman los vínculos, ya sean personales o de partículas.

-¿Qué explicación das a la serie de acontecimientos encadenados, coincidentes, que narras en el libro?

-Sinceramente, me asombran varias de las coincidencias fácticas que han tenido lugar en mi vida, sobre todo las relacionadas con mi familia biológica. De hecho, se trataba de una tríada de enredos absolutamente tan increíbles que sabía que podía construir un libro en torno a ellos. ¿Qué explicación doy? Supongo que la realidad es un tejido, todo está interconectado, entretejido en el tejido, constituido por él y también incrustado en él, un campo cósmico, si se quiere. Si uno es increíblemente afortunado, o increíblemente sensible, o ambas cosas a la vez, puede vislumbrar brevemente patrones y estructuras que están sobre nosotros en todo momento y que nosotros, a su vez, también estamos creando. Curiosamente, a medida que construía el libro -durante un período de dos años- empezaron a producirse cada vez más coincidencias, desde leves (banales) hasta estruendosas.

Además de escritor, Harry Lodge es un reconocido escultor estadounidense.
Además de escritor, Harry Lodge es un reconocido escultor estadounidense.

-Formaste parte de la escena queer de vanguardia de los 90 en San Francisco, donde fundaste el Café La mujer barbuda (The Bearded Lady). ¿Qué relevancia tuvo en tu vida?

-Mis años 90 en San Francisco fueron indescriptiblemente abundantes, fantásticamente profundos. Me movía en varios círculos a la vez así que al principio la crudeza del punk y el rock de los 80 se entremezclaba con la escena Homocore-Queercore, mientras todos respondíamos también a la crisis del sida, al horror continuo. Había activismo, protestas y mucho dolor y furia. Estas experiencias fueron formativas, como un crisol. Eran tiempos calurosos y urgentes, había mucho en juego. Nuestro café The Bearded Lady abrió sus puertas en 1992 y durante varios años funcionó como un centro comunitario, un punto de encuentro, donde el arte, la música, las actuaciones, la ferocidad y finalmente las risas eran abundantes. Fundar y dirigir The Bearded Lady me enseñó lo importante que puede ser una comunidad unida a la hora de crear una vida alegre, y también me reafirmó en la posibilidad de crear mundo: todavía les digo a mis estudiantes que no intenten unirse al “mundo del arte” de otros, sino que creen su propio “mundo del arte”, en sus propios términos, con sus propios valores.

-Un tema recurrente a lo largo de estas páginas es la reflexión sobre la tecnología, la informática, la Inteligencia Artificial, los cyborgs, etc. ¿Cuál es su opinión actual sobre el progreso tecnológico en la sociedad?

-Bueno, yo solía ser un tecnófobo increíble, hasta el punto de ser un primitivista romántico. Durante muchos años pensé que lo mejor sería que todos volviéramos a ser cavernícolas. Pero, como digo en el libro, he trabajado mucho para renovar mi forma de pensar sobre la tecnología y, como resultado, he cambiado mi enfoque. En lugar de estancarme en el pensamiento binario de tecnología buena o mala, he empezado a pensar en términos de naturaleza-culturas y, por tanto, a considerar el progreso tecnológico, es decir, toda invención humana, como parte del “mundo natural”. Si los humanos somos continuos con la naturaleza, entonces nuestros inventos también lo son. No sólo eso, pienso en nuestros inventos como inevitables: cada progresión es el resultado de todos los conocimientos-acontecimientos anteriores. Se verá si los humanos somos capaces de mejorar en el cuidado del mundo a medida que nuestros inventos se vuelven más y más potentes. Obviamente, estoy muy preocupado pero -de algún modo- esperanzado. Estoy seguro de que el pasado está constituido tanto o más por obras de amor que por cualquier otra cosa.

Fuente: Télam S.E.

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