Una mujer común pero convencida de sus poderes extrasensoriales: así es “Sesión en una tarde de lluvia”, una novelita perfecta

El libro de Marc McShane cumple su cometido: presentar un episodio complejo con tensión narrativa y resolverlo de manera eficaz. También llegó al cine.

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“Sesión en una tarde de lluvia”, de Mark McShane.
“Sesión en una tarde de lluvia”, de Mark McShane.

¿Qué se puede decir acerca de una perfecta novelita de suspenso y fenómenos paranormales? Lo primero que se puede mencionar es el nombre: Sesión en una tarde de lluvia. ¿Pero sesión de qué –se podría preguntar el lector–: de terapia, de pilates, de masajes descontracturantes?

Luego de comprobar el carácter ansioso del interrogador o interrogadora, se puede señalar simplemente la hermosa tapa de la novela de Mark McShane realizada por la editorial La Bestia Equilátera para el libro que nos ocupa: bueno, la tapa bastará para que descubrir que la famosa sesión (y, por ende, novelita) refiere a las artes –malas o buenas (no corresponde el juzgar)– del mentalismo, aquella capacidad de poner a prueba los poderes mentales para comunicarse con el más allá, con el más acá, con episodios por fuera del alcance de la persona que recurre al poseedor de esos superpoderes en busca de una orientación.

¿Y por qué “novelita”? ¿Acaso porque tiene pocas páginas? No, en absoluto (aunque las doscientas páginas de Sesión en una tarde de lluvia se lean sin poder desprender el libro de las manos y por lo tanto le parezcan pocas páginas al lector). Sería “novelita” porque es una novela del género negro sin mayores pretensiones que las de realizar bien su cometido que sería presentar un episodio complejo, realizarlo con un suspenso que golpea párrafo tras párrafo, presentar unos personajes para amar u odiar con pasión herética y resolver el asunto de una manera eficaz. Que en este caso, la novela cumple de manera perfecta.

“Realizaba dos o tres sesiones por semana con personas, mujeres en general, que querían comunicarse con sus muertos, pero eso era todo”

”Pero veamos de qué trata este artefacto literario extraño. Myrna Savage era una mujer común y corriente, salvo por estar convencida de tener poderes extrasensoriales, de ser, como dice el vulgo, una mentalista convencida de poseer capacidades psíquicas inusuales que le habían permitido, a lo largo de su vida y en muchas ocasiones, soñar con desgracias de las que se salvó por hacer caso al sueño, anticipar la muerte de los seres queridos. y así. Sin embargo, a sus 44 años, no había logrado la fama ni el prestigio, realizaba dos o tres sesiones por semana con personas, mujees en general, que querían comunicarse con sus muertos, pero eso era todo.

Estaba casada con Bill Savage, quien por problemas de asma se mantenía desempleado y era cinco años menor que ella y que se movía por el mundo en una moto antigua con sidecar y casco. Tal vez a Myrna no le interesara ser una celebridad en lo paranormal como para encabezar un circo de feria o shows que demostraran sus capacidades extraordinarias, pero sí el reconocimiento de su condición y tal vez mudarse a un lugar más grande. Para eso ideó el Plan. Un sencillo plan. Pero con mayúscula.

¿Qué podría salir mal?

Al comenzar la historia, el Plan ya está en marcha, y no tiene retroceso. Consiste en lo siguiente: Bill secuestrará a la hija de un millonario, la ocultarán en una habitación blanca acondicionada para que la criatura piense que se trata de un cuarto de hospital, pedirán un rescate. Myrna se presentará a la mansión de las víctimas del secuestro y les dirá que ha tenido una visión, devolverán a la niña en el lugar donde una visión de Myrna la ubicó y todos serán felices, todos, nadie se lamentará. Con un Plan así, ¿qué podría salir mal?

La pericia de McShane es narrar todo lo que podría salir bien o mal con un estilo límpido, transparente, en el que cada palabra sea la adecuada para el momento justo de la acción o de la reflexión. Los protagonistas Myrna y Bill flotan hacia unos acontecimientos que podrían tornarse desastrosos pero como el alacrán se pincha su aguijón si está amenazado por el fuego: conscientes de que son baldosas necesarias en la vereda de un destino. Y el lector acompaña el ritmo de los acontecimientos con una lectura trepidante, hasta el final.

"Sesión en una tarde de  lluvia". La película.
"Sesión en una tarde de lluvia". La película.

A veces se tiende a decir que una narración es cinematográfica y probablemente se señale esta característica sobre esta novela despojada, preocupada por la acción y los efectos de lectura, por los diálogos o los monólogos interiores, que cuando existen deben tener un lugar y tiempo adecuados. Y en función de lograr estas virtudes, un texto deba trabajarse mucho para que el encuentro entre el lector y lo leído se produzca del modo más eficaz posible. Y en esta eficacia McShane triunfa.

De hecho fue cinematográfica. En 1964, tres años después de que se publicara la novela en Gran Bretaña, Bryan Forbes dirigió su versión de Scene on a wet afternoon, cuyo guión estuvo a cargo de Forbes y el mismísimo Mark McShane. Fue protagonizada por Kim Stanley, nominada al Oscar por el film. En un blanco y negro que incrementa el misterio y la desazón, la película tuvo, de todos modos, modificaciones en el guión que permitieron una mayor llegada al público, aunque en detrimento del genial final de la novela.

¿Cómo resistirse a una perfecta novelita de suspenso y fenómenos paranormales? Ese es ya otro tema. Es más difícil la respuesta. Requiere otra discusión. En una sesión.

Sesión en una tarde de lluvia (Fragmento)

–Voy a buscar la carta –dijo Bill y se puso de pie.

Pasó por entre medio de los sillones. A la derecha de la puerta había una biblioteca atiborrada de libros, y a la izquierda un pequeño aparador: de uno de sus Bill sacó un cuaderno y un lápiz; también tomó una hoja de papel manila, un frasco de goma de pegar y un par de tijeras, que dejó sobre la mesa antes de volver al sillón

–Listo.

–Veamos cómo suena –dijo Myrna.

Bill carraspeó:

–Estimado señor, le escribo para…

–Eso suena tonto –interrumpió Myrna.

–Sí, es cierto. Demasiado formal.

Bill tachó las dos primeras palabras y retomó la lectura:

–Le escribo para notificarle que su hija está en nuestro poder. La niña se encuentra sana y salva, y si usted sigue las instrucciones como corresponde, lo seguirá estando. Cuando termine de leer esta carta, destrúyala. Seguramente ya habrá informado a la policía sobre la desaparición. Era de esperar. Pero no les diga nada sobre esta carta. Somos delincuentes profesionales y queremos negociar. Dentro del sobre encontrará un bucle de cabello de su hija, como prueba de que ella realmente se encuentra con nosotros. Las instrucciones son las siguientes. Uno. Ponga un aviso en la columna personal de la edición vespertina del martes del Chronicle, para mostrar que está dispuesto a cumplir, y firmela con su nombre de pila. Que el aviso esté dirigido a Longfellow. Dos. Consiga un bolso de viaje azul, con las iniciales de la British Overseas Airways Corporation, y coloque veinticinco mil libras adentro. Esta suma…

Bill se interrumpió y miró a su esposa.

–No sabemos si todo ese dinero entra en un bolso tan pequeño.

Myrna levantó las cejas, pero no apartó la vista del fuego.

–Oh, creo que sí.

–Tal vez convendría pedir algunos billetes de cinco libras, en vez de todos de uno.

–Está bien.

–Digamos... diez mil en billetes de cinco.

–De acuerdo.

Bill modificó el escrito y leyó:

Esta suma estará integrada por quince mil libras en billetes de una libra y diez mil en billetes de cinco. Luego se le informará por teléfono dónde y cuándo deberá llevar el dinero; después de que lo haya entregado, le devolveremos a su hija. Pero si no sigue estas instrucciones al pie de la letra, o si intentan detener al hombre que irá a buscar el dinero, jamás volverá a ver con vida a la niña. Hablamos en serio. Firmado, Longfellow.

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