‘Cien años de soledad’ es indudablemente una obra universal, los imaginarios macondianos han viajado a los cinco continentes llevando lejos el nombre de Colombia, relacionándolo con la belleza y detalle de una historia memorable que ha llevado a millones a vivir la fantasía de Gabriel García Márquez, el artificio por el cual se hacer posible que las palabras en español lleguen a otros lugares, por ejemplo, Corea, sucede gracias a la labor de detalle y pasión de los traductores. Guho Cho visita Colombia en el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2022, este profesor del departamento de Español de la Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros ha traducido a la lengua coreana la obra de personajes de la talla de Gabriel García Márquez, Miguel de Cervantes, Marcela Paz, Mario Vargas Llosa, Ernesto Sábato, Eduardo Galeano, Juan Gabriel Vásquez, entre otros.
Cho usa la muletilla “¿sí o que?” a lo largo de todo nuestro diálogo en español; se emociona hablando de Latinoamérica, sus respuestas reverencian el lenguaje y la espiritualidad oculta detrás del leer, escribir e incluso interrumpir el sueño por rescatar una manera de decir en su coreano natal algún fragmento de la obra de Gabo, como admirador y defensor de la obra del nobel.
Es Licenciado en Español de la Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros en Seúl y doctor en Literatura latinoamericana de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, autor del libro “Lecturas críticas”, sobre “Cien años de soledad”, y coautor de “La cultura latinoamericana y la literatura en la sociedad de América Latina”, de su producción escrita se destacan artículos académicos sobre Colombia, García Márquez y Jose Eustasio Rivera.
Entre sus preferidos están Gabo, Vargas Llosa y Juan Gabriel Vásquez; reconoce la influencia de Mario Mendoza y Borges y se fue hasta el Amazonas para experimentar lo que solo había leído en libros, buscando hacer bien su trabajo de mediador de mundos, con el amor que le inspiran las historias y su poder sobre las vidas.
— ¿Cómo ha sido este recibimiento de Corea como país invitado de honor en la Filbo?
— Esta es una feria muy importante para nosotros, porque este año conmemoramos el aniversario 60 del inicio de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Corea; es algo muy significativo para nosotros. Además, Corea es el país invitado de honor y, en junio, en Seúl se celebra también la feria Internacional del Libro y Colombia será también nuestro país invitado de honor, así que todo es un intercambio.
— Está muy familiarizado con Colombia, su literatura y su cultura ¿Cree que en algún punto tenemos algo en común?
— No mucho, pero los seres humanos, aunque estén viviendo de cierta manera, tienen puntos comunes, todos los seres humanos son iguales y se diferencian según las costumbres, podemos vernos diferentes pero, en el fondo, realmente somos iguales; por eso, más allá de la barrera linguística, no hay ningún problema de acercarme a la vida latinoamericana, he vivido más de 60 años, soy un hombre que está dispuesto a aceptar las diferencias.
— ¿Encuentra similitudes entre la literatura coreana y la colombiana?
— No, definitivamente vivimos en extremos. Por ejemplo, si vemos una pintura de Fernando Botero, sin saber nada más, uno puede mirar y aceptar lo nuevo. Pero en la literatura es necesario un mediador para comprender lo que leemos.
— Siendo traductor de figuras muy notables de la literatura en español ¿cómo maneja el lenguaje para llevar, por ejemplo, el imaginario del mundo de Gabriel García Márquez al imaginario oriental?
— Es un rompecabezas, no he calculado bien, en un 80 o 90 por ciento tienen puntos comunes, pero en la linguística, por ejemplo los sustantivos, el arroz, el banano, el agua, hay muchas cosas que se entienden muy bien sin conocer la cultura propia del origen de esa palabra, para transmitir el sentido original siempre busco diccionarios, información en internet, consulto especialistas, busco una palabra que corresponda al máximo nivel, si no, busco citas, para transmitir el sentido original, por eso tenemos tantas citas, de eso se quejan algunos lectores coreanos, porque siempre quiero que entiendan mejor y que no intervenga algún prejuicio o mal entendido. Hablar de Macondo involucra muchas imágenes, muchos detalles que no pueden conocer y que puedo transmitirles porque busqué vivir en un entorno parecido a Macondo; experimentando situaciones que podían vivirse en ‘Cien años de soledad’, buscaba evocar memorias, percepciones autóctonas, siempre busco ilustrar a los lectores que ignoran todo este mundo imaginario.
— ¿Cómo vivió ese proceso de evocar Macondo?
— Siempre he sido extranjero, pero naturalmente, sin darme cuenta, la vida real y el mundo imaginario de Macondo me llegaron al corazón, a la mente, al cuerpo, como una forma de intuición me llegó, traté de visualizar en el proceso de traducción y, finalmente, llevarlo a algo apto en el coreano.
— ¿Cuánto tiempo empleó en la traducción de ‘Cien años de soledad’?
— Más de un año, desde que me levantaba en la mañana hasta acostarme de nuevo por el cansancio, pero las frases se me quedaban en la memoria, me inquietaba y no podía conciliar el sueño, pasaba tiempo pensando en frases imposibles de traducir y entonces iba directamente a la libreta que tenía en mi mesa de noche y, cuando se me ocurría una frase muy apta para la traducción en coreano en medio de la noche, me levantaba a escribir. Solo estuve dedicado a esa obra en ese tiempo, sufría de mucho dolor de espalda aunque tenía menos de 40 años.
— ¿Le sucedió lo mismo con la traducción de Miguel de Cervantes?
— Creo que sí, pero con él fue un poco diferente, porque es una obra de muchos más años atrás, pero podría identificar algo del realismo mágico en un mundo que está muy alejado de nuestra realidad, pero invisiblemente está infiltrado en nuestra vida cotidiana y lo reconocemos.
— ¿Cómo fue ese proceso con ‘La Vorágine’ de José Eustasio Rivera?
— Es un mundo real pero también muy imaginario, para nosotros los coreanos es muy desconocido, afortunadamente, por herramientas como los videos de YouTube podemos tener alguna idea, pero cuando estudié aquí en Colombia tuve la oportunidad de conocer la amazonía, viví alrededor de diez días allá, oliendo, mirando, sintiendo el calor, sintiéndome molesto con los zancudos, hablando con los indígenas, todo para evocar esa experiencia. Para un traductor lo más importante es investigar e investigar hasta que se resuelva su inquietud, es mucho más importante su experiencia, indagar hasta el final. Cuando alguien me pregunta “¿cuál es el problema más grande para ti en esta tarea?” podría decir que no manejo muy bien el castellano, el segundo, la pereza, y el tercero, la auto-satisfacción del proceso. Definitivamente me falta mucho por estudiar, eso es lo curioso, pasar tiempo elaborando, puliendo, cada vez que reviso hay algo que pulir, que mejorar, es un trabajo sin fin y al final aprender más y más cosas, encuentras mejores expresiones y hay pasión en la tarea.
— ¿Cuál crees que es la importancia de ese proceso de llevar a los lectores los mundos de los autores y generar un intercambio en la traducción literaria?
— Porque, de no hacerse bien, muchos detalles importantes se los lleva el peso de la traducción. En el buen sentido, traducir una novela es algo fácil, pero al traducir poesía mucho puede perderse, la traducción entre los idiomas occidentales no presenta las mismas barreras, por ejemplo en una traducción del español al portugués no tiene las mismas dificultades porque son dos idiomas hermanos, pero una obra escrita en español traducida al lenguaje oriental puede perder mucho, pero ¿de qué otra manera en oriente podrían aprender sobre las cosas preciosas que hay en el mundo y la historia humana? ¿cómo pueden tener el privilegio de conocer y disfrutar el regalo de Dios? Aunque haya tantos impedimentos hay que hacerlo y cada vez que se hace se mejora, la cultura colombiana, la cultura costeña, la cultura de Aracataca… ¿Cómo podrían conectar con el mundo imaginario de Macondo?
— ¿Cuál es ese regalo de Dios al que se refiere?
— Escribir, ese es un don, es un regalo, la esencia del ser humano es hablar y escribir. El hecho de nacer, renacer, encontrar su razón para vivir buscando la voluntad de dios, ese es el mejor regalo.
— ¿Cree que la pandemia cambió algo del panorama literario en Corea?
— No creo, sin embargo algunos lectores no pudiendo salir de casa o teniendo más tiempo o más oportunidades de estar tranquilos quizás compraban más libros, pero también hay muchas cosas para entretenerse solo. Es posible que estimulara la creación, no solo para los escritores, sino también para la gente común y corriente, estando solos, recuperando su vida y el tiempo perdido, espiritualmente también pueden llegar a escribir algo. Es una oportunidad, ya que antes podían vivir de una manera egoísta pero ahora no tanto, hay una preocupación por el futuro, por tener una armonía con la naturaleza, fue una oportunidad para renovarnos, para seguir viviendo de una manera más sana y también de convivir.
— ¿Qué tan familiarizado está con la literatura latinoamericana en este momento?
— La literatura escrita por García Márquez sigue marcando para nosotros los primeros lugares y después de eso Mario Mendoza y Borges. Sin embargo la influencia de Gabriel García Márquez sigue siendo muy grande, cuando sale una novela es un referente. Las novelas escritas en inglés lo son todo, siendo países orientales de China, de Japón, los lectores coreanos siempre buscan algo nuevo, pero sobre todo los escritores, porque la literatura latinoamericana presenta elementos renovadores entre tanto estereotipo, siempre se necesitan influencias nuevas para renovarse, tanto temáticamente como estilísticamente.
—¿Cuál es su libro preferido en español?
— ‘Cien años de soledad’, una obra que precisamente presentaremos en la Feria del libro de Seúl; ‘La forma de las ruinas’ (2015) de Juan Gabriel Vásquez, también publiqué ‘el ruido de las cosas al caer’ y tuvo mucha fama en Corea, de hecho muchos críticos publicaron reseñas sobre el libro con muy buena acogida. También me gustan los cuentos de García Márquez y Vargas Llosa por la narrativa.
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