Los 75 años de Hillary Clinton, la mujer que eligió con el corazón y perdió la presidencia por ser demasiado fuerte

Fue la primera de su clase en el colegio y en la universidad, la primera mujer en su estudio de abogados y en presidir el organismo para luchar contra la brecha de género en la corporación legal, la primera primera dama en llegar al Senado de los Estados Unidos y la primera candidata a la presidencia por un partido mayoritario. Pero también fue ella la que soportó el escrutinio público en el escándalo sexual de su marido y el dolor de perder las elecciones contra un candidato misógino

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Hillary Rodham Clinton cumple 75 años (MasterClass/Handout via REUTERS)
Hillary Rodham Clinton cumple 75 años (MasterClass/Handout via REUTERS)

La historia se ha contado infinidad de veces. Tenía trece años y aún era Hillary Rodham cuando el entonces presidente John Fitzgerald Kennedy anunció en medio de la carrera espacial con Rusia la meta de que una nave estadounidense llegara a salvo a la luna antes de que terminara la década del sesenta. “Mi madre me había hablado de Amelia Earhart y, cuando Kennedy dijo que abriría un programa de entrenamiento para astronautas, supe que eso era lo que quería ser cuando fuera grande: una astronauta. Entonces escribí a la NASA y pregunté qué tenía que hacer para intentarlo”, recuerda ella misma en cada oportunidad.

La respuesta que recibió fue tan amable como tajante: “No había mujeres astronautas y no pensaban aceptarlas en el programa. La carta me dejó devastada, si bien con el tiempo me di cuenta de que con mi mala vista y mis pobres habilidades físicas, me hubieran descalificado más allá del género. Pero el rechazo dolió y me hizo tomar conciencia de la discriminación”.

Hillary y Bill de novios. El le pidió matrimonio dos veces hasta que ella aceptó
Hillary y Bill de novios. El le pidió matrimonio dos veces hasta que ella aceptó

Muchos años más tarde, cuando tras ganar las primarias demócratas de 2016 se convirtió en la primera mujer candidata a la presidencia por un partido mayoritario en los Estados Unidos, su sueño volvió a truncarse por correo (o por culpa del correo), aunque también encerraba la discriminación de género. ¿Cómo entender de otro modo que la cobertura de la campaña le diera tanto lugar al escándalo por el uso de su cuenta de email personal para asuntos públicos mientras era secretaria de Estado de Barack Obama, y tan poco a los múltiples y, en general, mucho más fuertes ruidos alrededor de su adversario, Donald Trump?

La propia Hillary –una feminista que no quiso dejar su apellido de soltera cuando aceptó casarse con Clinton en 1975, y que aunque más tarde cedió a usar los dos, se ganó el derecho a ser llamada y reconocida en todo el mundo apenas por su nombre– lo había explicado más de quince años antes en su segundo libro de memorias, Living History (2003): “Fui etiquetada y categorizada por mis opiniones y mis errores, pero también porque me había vuelto un símbolo para las mujeres de mi generación. Por eso todo lo que hice o dije –y hasta lo que me puse– generó tanto debate”.

Hillary y Bill se casaron en octubre de 1975 en una ceremonia metodista en el living de la casa que acababa de comprar él en Arkansas. Foto: Instagram Hillary Clinton
Hillary y Bill se casaron en octubre de 1975 en una ceremonia metodista en el living de la casa que acababa de comprar él en Arkansas. Foto: Instagram Hillary Clinton

Para entonces, la forma en la que la opinión pública escrutiniaba a la senadora y ex primera dama ya había sido definida por Betty Friedan –una de las vacas sagradas del feminismo de la segunda ola en los Estados Unidos– como “un enorme test de Rorschach de la evolución social de las mujeres”. De su decisión de mantener su apellido y su carrera como una de las abogadas más influyentes de su país, a la de permanecer junto a su marido en medio del escándalo por sus “relaciones impropias” con la pasante Monica Lewinsky en 1998, todo fue leído sin medias tintas, entre la admiración y el odio.

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Comparada con Lady Macbeth, Winnie Mandela y Eva Perón, Hillary nació en Chicago el 26 de octubre de 1947 “justo cuando todo estaba cambiando para las mujeres”, como ella misma escribió en What Happened (en español, “Lo que pasó”, publicado en 2017), su tercer libro biográfico, donde analiza con humor y precisión de forense las razones por las que perdió las elecciones presidenciales frente a “un bully sin preparación” como Trump.

Hillary y Bill Clinton durante su boda en 1975. La condición que puso ella para casarse fue conservar su apellido, Rodham
Hillary y Bill Clinton durante su boda en 1975. La condición que puso ella para casarse fue conservar su apellido, Rodham

“Todo lo que soy, todo lo que hice, y mucho de lo que defiendo provienen de ese feliz accidente del destino”, dice en ese texto la mujer que antes (y después) de ser primera dama de Arkansas (entre 1983 y 1992) y de los Estados Unidos (entre 1993 y 2001) fue la primera en tantos otros roles.

Primera de la clase en la escuela pública de los suburbios chicagüenses de Park Ridge, primera en la secundaria Maine East –donde fue vicepresidente de su curso, pero luego perdió la presidencia ante un varón que le advirtió que era una estúpida si creía que una chica podía ganar ese cargo, como en un trailer de su futuro político–, y seleccionada entre los mejores alumnos de todo el país para integrar la National Honor Society; además de finalista del programa de becas National Merit, fue elegida entre sus compañeros como la alumna “con mayores posibilidades de triunfar”.

Hillary Rodham Clinton y Chelsea Clinton en la docuserie de 8 capítulos llamada Gutsy
Hillary Rodham Clinton y Chelsea Clinton en la docuserie de 8 capítulos llamada Gutsy

Era hija de un ama de casa y un empresario textil metodistas y conservadores, que sin embargo la impulsaron a ser independiente y no limitar sus aspiraciones ni deseos por cuestiones de género. Quizá por eso, al graduarse como politóloga en Wellesley en 1969, fue la primera estudiante de la facultad en dar un discurso junto a las autoridades, y fue ovacionada de pie durante siete minutos. Al año siguiente, entró a la escuela de Leyes de Yale y fue reclutada para el equipo de campaña del candidato a senador demócrata Joseph Duffey, su primer trabajo en la política partidaria.

En la primavera de 1971 empezó a salir con un compañero por el que había sentido una atracción instantánea: Bill Clinton era un chico alto y de pelo revuelto que, para ella –como le confesaría mucho después a la presentadora Barbara Walters–, se veía “como un vikingo”. Pero más allá de la conexión física, lo que aceleró las cosas entre ellos fue la fascinación intelectual mutua. Sólo tres meses más tarde, él se mudó con Hillary a California para acompañarla mientras ella hacía una pasantía de verano en un estudio legal. No podían imaginar entonces el peso que tendría en su matrimonio esa palabra: pasante.

Hillary junto a Michelle Obama. Luego de perder con Barack Obama en la interna demócrata para la presidencia, Hillary se convirtió en Secretaria de Estado (Reuters)
Hillary junto a Michelle Obama. Luego de perder con Barack Obama en la interna demócrata para la presidencia, Hillary se convirtió en Secretaria de Estado (Reuters)

La primera vez que Clinton le propuso casamiento fue el día de la graduación. Ella se negó. Le dijo que no estaba lista para atar su futuro al suyo. En lugar de eso, se especializó en derecho de Familia y Niñez en Yale y se incorporó al staff de un prestigioso estudio de abogados. Tuvo además otro trabajo que parece un anticipo de lo que le depararía el futuro: en 1974 fue parte del equipo de investigación para el impeachment de Richard Nixon, que terminó por renunciar a la presidencia antes del juicio. Sabía que la evidencia en su contra –reunida por el equipo que integraba Hillary– era demasiada.

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Con 27 años, ya era considerada en aquel momento una joven con un horizonte político sin techo, y es que, precisamente, el cristal del género es invisible. Su novio, incansable, le había vuelto a proponer casamiento, y ella había rendido el examen de matriculación en Columbia y en Arkansas, la tierra natal de Clinton. Aunque en Living History escribe que eligió seguir a su corazón antes que a su cabeza, lo cierto es que reprobó en Washington, donde las oportunidades eran mucho mayores. Podría haberlo intentado de nuevo, pero Bill ya se había presentado para una banca en la legislatura local. Puede que haya elegido con el corazón, pero no por eso fue una decisión menos meditada: juntos iban a convertirse en una pareja tan poderosa como indestructible.

Se casaron en octubre de 1975 en una ceremonia metodista en el living de la casa que acababa de comprar él en Arkansas. La única condición de ella fue seguir siendo Hillary Rodham. Quería evitar el conflicto de intereses y mantenerse independiente profesionalmente; sobre todo, como le dijo entonces a una amiga, quería seguir siendo ella misma.

Hillary compitió frente a Donald Trump por la presidencia de los Estados Unidos. La acusaron de usar su correo privado para asuntos públicos, pero fue absuelta. Recibió más votos que su rival, pero perdió en el Colegio Electoral (AP)
Hillary compitió frente a Donald Trump por la presidencia de los Estados Unidos. La acusaron de usar su correo privado para asuntos públicos, pero fue absuelta. Recibió más votos que su rival, pero perdió en el Colegio Electoral (AP)

Como estuvo a cargo de la campaña de Jimmy Carter en Indianápolis, en 1978 fue nombrada por el entonces presidente como la primera mujer al frente de la Corporación de Servicios Legales, un cargo que ocupó hasta 1981, cuando Clinton ya era gobernador de Arkansas. Su hija Chelsea había nacido un año antes, en febrero de 1980. Aunque Bill no fue reelegido consecutivamente, volvió a ganar la gobernación en 1982. En el segundo mandato de su marido, Hillary aceptó ser llamada Rodham Clinton. Después de todo, era mejor que lo que sucedía de hecho: pese a que era una abogada exitosa, en Arkansas todos los medios hablaban de ella como “la mujer de”.

Pionera siempre, también fue la primera mujer asociada al estudio Rose Law. Ganaba menos que sus compañeros porque combinaba su trabajo con sus crecientes funciones de primera dama local y la crianza de su hija, pero también porque no era varón. Fue en parte lo que la impulsó a estar entre las creadoras de la comisión de Mujeres en la profesión de la American Bar Association, para visibilizar y combatir la brecha de género. Y fue su primera directora, entre 1987 y 1991.

Bill Clinton y Mónica Lewinsky en la Casa Blanca en una imagen que sirvió como prueba en el juicio contra el ex presidente
Bill Clinton y Mónica Lewinsky en la Casa Blanca en una imagen que sirvió como prueba en el juicio contra el ex presidente

En cuanto Clinton lanzó su precandidatura presidencial, comenzó el escrutinio de la opinión pública sobre su matrimonio y sobre ella. Pronto las versiones sobre la relación extramatrimonial que él mantenía con Gennifer Flowers, una de sus asistentes en la gobernación, se filtraron a la prensa. Así la conoció la audiencia norteamericana: sentada junto a su marido en el programa 60 Minutes mientras él negaba el romance a la vez que asumía que había “causado dolor” a su matrimonio. Una cosa no podía ser posible sin la otra, por lo que el mundo, mucho más conservador treinta años atrás, entendió que efectivamente él le había sido infiel. Pero más que nada, que la mujer sentada a su lado era una “cornuda”.

Era poco comparado a lo que ocurriría seis años después, mientras Clinton cumplía su segundo mandato presidencial, cuando estalló el escándalo por su relación con la pasante Monica Lewinsky. La mirada social sobre lo que ocurrió entonces probablemente hoy sería muy distinta, pero en ese momento, mientras el hombre más poderoso del mundo era impugnado por mentir bajo juramento acerca de lo que se consideró un amorío y no un abuso de su poder sobre una empleada de 22 años, las verdaderas juzgadas eran ellas: Lewinsky y Hillary. La pasante, por haberlo buscado, por ser fácil y arrodillarse para tener sexo oral con el presidente en el Salón Oval, y hasta por su cuerpo (¿Cómo podía gustarle ella, pudiendo elegir entre tantas?); Hillary, por tolerarlo: seguro era una manipuladora a la que sólo le importaba el poder.

Hillary con su tercera autobiografía, What Happened (Foto: Flick/Gage Skidmore)
Hillary con su tercera autobiografía, What Happened (Foto: Flick/Gage Skidmore)

El desenlace es conocido: tras un juicio televisado en todo el mundo, Clinton fue absuelto y terminó su segundo mandato incluso aunque otras mujeres lo acusaron de acoso y hasta de violación. En su último libro, la única primera dama que llegó a ocupar una banca en el Senado mientras su marido estaba en ejercicio, dice con gracia sobre por qué no se separó del padre de su hija: “Sé que muchos se preguntan por qué Bill y yo seguimos juntos. Volví a escucharlo en la campaña de 2016, que debemos tener ‘un arreglo’ (y sí, lo tenemos: se llama matrimonio), que lo ayudé a ser presidente y él se quedó conmigo para devolverme el favor y que también lo fuera yo (bueno, no fue así), que llevamos vidas completamente separadas y lo que nos une hoy sólo son los papeles (está leyendo esto sobre mi hombro en la cocina con nuestros perros a los pies, y dentro de un minuto va a volver a ordenar nuestra biblioteca por millonésima vez, lo que significa que no voy a poder encontrar mis libros y que cuando aprenda el nuevo sistema, la va ordenar de nuevo, pero no me importa porque sé que él ama ordenar la biblioteca).”

Precandidata presidencial en las primarias de 2008, perdió por amplio margen ante otro pionero, el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos, Barack Obama, que la nombró su secretaria de Estado. En cambio, en 2016 se impuso frente a Bernie Sanders en la interna demócrata para volver a hacer historia como la primera candidata mujer con posibilidades firmes de llegar a la Casa Blanca sin sentarse del lado del acompañante. Y en una de las campañas más crudas que se recuerden, ganó el voto popular, pero perdió en el colegio electoral, algo que a los 75 años todavía se reprocha: “No pude cumplir con mi trabajo y tendré que vivir con eso el resto de mi vida”, escribe en What Happened.

Bill y Hillary, más allá de los escándalos, juntos desde 1971 (AFP)
Bill y Hillary, más allá de los escándalos, juntos desde 1971 (AFP)

En su análisis biográfico, Hillary, que fue declarada inocente en la causa por el uso de su correo privado para cuestiones públicas, jamás se victimiza. No dice la obviedad de que una mujer perdió ante un hombre que alardeaba de su misoginia con impunidad, sino que indaga en las razones por las que no tuvo el apoyo de su propio partido (en particular, de Sanders, pero también de Obama, que pudo hacer más), y también en por qué falló su discurso para no llegar a un electorado empobrecido y furioso, y para que la prensa considerara más importante desde dónde enviaba sus mails que la economía y los derechos.

Esa es una de las cosas que –paradójicamente– más le critican sus detractores: Hillary es fuerte, demasiado fuerte para ser mujer. “Debería ser más suave”, dicen. Durante la campaña, también se le achacó eso: su tono de voz era muy grave, parecía impostar cada vez. Ella escribe: “Habrá otras mujeres que compitan por la presidencia de los Estados Unidos. Y tendrán voces de mujeres. Quizá eso se vuelva menos inusual para entonces. Quizá mi campaña las haya ayudado para que así sea y ellas la tengan más fácil. Eso es lo que espero”.

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