Cómo nació Rocky: la apuesta de Stallone, los rechazos del estudio, la escena que plagiaron y una casa hipotecada

Con el ingreso a Netflix de las ocho películas de la saga, vale recordar cómo surgió el entrañable Rocky Balboa y cuáles fueron las dificultades que debió superar Sylvester Stallone para cumplir su sueño

Compartir
Compartir articulo
Sylvester Stallone era un actor desempleado, con un currículum escuálido y con sólo 130 dólares en su cuenta bancaria cuando llevó el guión a los productores (Snap/Shutterstock)
Sylvester Stallone era un actor desempleado, con un currículum escuálido y con sólo 130 dólares en su cuenta bancaria cuando llevó el guión a los productores (Snap/Shutterstock)

La culpa la tuvo Gene Kirkwood, un joven empleado de los productores Irwin Winkler y Bob Chartoff. Su insistencia consiguió que los hombres de negocios recibieran a un actor, desempleado en ese momento, que no tenía detrás suyo ningún éxito ni siquiera un protagónico. Estaba en busca de un papel, pero antes de que la reunión terminara, el actor, Sylvester Stallone, sacó un guión que había escrito: Hell’s Kitchen (que luego se convirtió en La Taberna del Infierno -Paradise Alley-). Chartoff, una tarde en la que no tenía demasiado que hacer, se puso a hojearlo. Le pareció que estaba bien escrito, que sus personajes eran tridimensionales y con una historia bien estructurada.

De todas maneras, rechazaron el guión: no era lo que estaban buscando. Cuando se lo comunicaron, Stallone redobló la apuesta. Les contó que tenía un tratamiento, una historia en ciernes sobre un boxeador de segunda categoría que, casi de casualidad, se topaba con la oportunidad de enfrentarse al campeón de los pesos pesados. Ese campeón estaba moldeado sobre la figura histriónica y abrasiva de Muhammad Ali. A los productores les interesó la idea. Pero no tanto como para invertir en ella. Le dijeron que continuara, que ellos verían el guión una vez terminado pero que no pagarían nada por él si no se producía.

40 años de Rocky, el nacimiento de un clásico

Cuando Stallone terminó de escribir, Chartoff y Winkler reconocieron que allí tenían una buena película. Pero sus expectativas no eran demasiadas. Un film con el cual ganar algo de dinero y no mucho más. Tenían un convenio con United Artists (de acá en adelante UA) que establecía que si el estudio no les producía una película en los primeros nueve meses del año, UA estaba obligada a financiar la siguiente propuesta del dúo siempre y cuando su presupuesto fuera menor a 1.5 millones de dólares.

A Winkler y Chartoff ya les habían rechazado una película de boxeo, una remake de Body and Soul, la película que Robert Rossen había dirigido en 1947. Un drama en el que un ambicioso manager se aprovecha de un boxeador. El boxeo, que había tenido cierto auge en las pantallas en las décadas anteriores, no parecía un buen tema para el cine de esos años. Hacía mucho tiempo que una película que se internara en el mundo del pugilismo no tenía éxito.

United Artists desconoció el acuerdo. Buscó una argucia legal, la interpretación arbitraria de una cláusula del convenio para no poner en marcha el proyecto. Otra vez los productores debieron negociar. Las opciones se redujeron. UA exigía que el papel principal fuera interpretado por un actor exitoso. Burt Reynolds, James Caan y Robert Redford eran los candidatos. Pero eso no sería posible. La única condición que había puesto Stallone era que el protagonista debería ser él.

El estudio ofreció 350.000 dólares por el guión. Irwin Winkler en sus recientes memorias, A Life in Movies, desliza la posibilidad que UA ofreció esa cifra para dejar archivado el guión, cumplir con el acuerdo con los productores y sólo perder eso y no seis veces esa cantidad llevando adelante el film.

Stallone seguía desempleado, su currículum era escuálido, tenía sólo 130 dólares en su cuenta bancaria, estaban a punto de desalojarlo del departamento que alquilaba y hasta había pensado en regalar a Butkus, su perro porque no tenía manera de mantenerlo. Pero Sly no cedió. No aceptó los 350.000 dólares. Rocky sólo podía ser interpretado por él. Tuvo razón. A él y a Butkus les esperaba el estrellato.

"Sabes que tienes mucha suerte cuando descubrís que el mejor amigo que nunca has tenido es un personaje que salió de tu cabeza", dijo Stallone 40 años después del primer film (United Artists/Kobal/Shutterstock)
"Sabes que tienes mucha suerte cuando descubrís que el mejor amigo que nunca has tenido es un personaje que salió de tu cabeza", dijo Stallone 40 años después del primer film (United Artists/Kobal/Shutterstock)

En un documental sobre los 40 años de Rocky, Stallone dice: “Sabes que tienes mucha suerte cuando descubrís que el mejor amigo que nunca has tenido es un personaje que salió de tu cabeza, alguien que siempre estuvo ahí cuando las cosas se pusieron feas y que nunca te abandonó”.

Con el ingreso a Netflix de las ocho películas de la saga Rocky, parece oportuno recordar cómo surgió el entrañable Rocky Balboa y cuáles fueron las dificultades que debió superar Sylvester Stallone para cumplir su sueño.

La historia de cómo Stallone encontró la inspiración para su personaje es bastante conocida. Chuck Wepner era un peso pesado que peleaba en clubes -como Rocky al comienzo de la primera de la saga- y que en 1975 enfrentó a Muhammad Alí. Ningún especialista creía que tenía alguna chance. Para tomar dimensión de su calidad boxística sólo hay que mirar el apodo por el que se lo conocía: El sangrador de Bayona.

Su característica más reconocible era la cantidad de cortes con los que terminaba su cara luego de cada pelea. Alí venía de derrotar a George Foreman y Wepner aparecía como un buen descanso, una manera de seguir en actividad sin arriesgarse. Chuck parecía un bancario: entradas abundantes con una línea de pelo en el centro de la cabeza, como no resignándose a la calvicie inevitable, un bigote sin gracia y un físico no demasiado trabajado. Sin embargo, no sólo aguantó toda la pelea, sino que con un golpe al cuerpo, derribó a Alí en el noveno round. Cuando faltaban apenas veinte segundos para el final del round 15, el último, Muhammad Alí logró noquearlo.

Stallone, desde la butaca de un cine de Los Ángeles -la pelea se daba por circuito cerrado en pantalla gigante- se sorprendió con la performance de Wepner. Vio como el público que estaba junto a él enloqueció con la caída del campeón del mundo y con el KOT faltando veinte segundos. En ese momento pensó: “Esto es drama. Lo único que tengo que hacer es crear un personaje y lograr llevarlo hasta ese punto”. Pocos días después se sentó a escribir el guión que cambiaría su vida por siempre.

El trailer de Rocky

Otra fuente de inspiración de Sly fueron las películas de box del viejo Hollywood. Sin embargo su enfoque era diferente. Si bien al principio parecía que su historia se volcaría hacia el boxeador fuerte en el ring pero endeble fuera de él y vapuleado por el sistema, se inclinó por un argumento que se emparenta más con El estigma del Arroyo, el film basado en la vida de Rocky Graziano que iba a protagonizar James Dean antes de su muerte temprana. Su lugar lo ocupó Paul Newman.

UA puso una última traba. Aceptaba producir el guión de ese desconocido y aceptaba también que él mismo encarnara el papel principal, pero el presupuesto no podía exceder el millón de dólares. Muy poca plata para filmar cualquier película en Hollywood. Y dejaron establecido que en caso de pasar esa cifra, cada dólar de más sería puesto por Winkler y Chartoff.

Necesitaban un director que supiera mantener la tensión dramática pero también con el oficio suficiente para hacer todo rápido y barato. Los productores recordaron que a principios de los setenta habían recurrido a John Avildsen en un momento de emergencia. Avidsen tomó por la mitad el rodaje de Believe in me y salvó la película de la catástrofe. Parecía un buen candidato también para esta película.

Las películas baratas de esos tiempos se filmaban en siete semanas. Avildsen dijo que él podía hacerlo en un mes. No sólo cumplió sino que ahorró un par de días de gastos. Sólo necesitó 28 días para rodar Rocky.

Resuelto, gracias a su obstinación, desde el principio el rol principal faltaba decidir el resto de los actores. Pero los productores tenían poco que ofrecer. Salarios bajos, una película sin demasiado futuro y ningún otro actor reconocido en el elenco.El antagonista era muy importante. Entre otras cosas necesitaban que supiera boxear: no había plata ni tiempo para gastar en entrenamientos para que pareciera un pugilista en pantalla. También debía ser histriónico si se quería remedar la exuberancia de Muhammad Alí. La búsqueda se dirigió hacia un antiguo oponente de Alí: Ken Norton. Leyó el guión y estuvo a punto de aceptar pero una oferta televisiva lo tentó y desechó el proyecto.

Sylvester Stallone y Carl Weathers (Moviestore/Shutterstock )
Sylvester Stallone y Carl Weathers (Moviestore/Shutterstock )

Interpretado por Carl Weathers, el personaje ganó en profundidad. Es el campeón de los pesos pesados: el deportista más importante de su tiempo, el más poderoso, el de mayor fama (eso fue cambiando con el correr de los años: hoy casi nadie sabe quién es el campeón de los pesos pesados). Debía saber actuar y tener la técnica, el físico y el porte de un campeón. Y Carl Weathers tiene todo eso. Su imitación del Alí bombástico y petulante es convincente. Logra que esa arrogancia atrape y seduzca en vez de causar rechazo. Cuando elige a Rocky como rival, por la sonoridad de su nombre y apodo, dice: “Apollo Creed contra el Semental Italiano. Parece el título de una maldita película de monstruos”. Además tiene un gran apodo: Master of Disaster. Apollo es un personaje con varias capas. No es el típico villano sin espesor y en el que se depositan todos los defectos del mundo.

Pero el casting casi lo deja afuera. Tal vez, el apuro y la falta de opciones fueron la principal causa de su elección. Weathers era un ex jugador de fútbol americano que había tenido pequeños papeles televisivos. Cuando llegó a la audición le informaron que pasaría una escena con el guionista del film. Luego de leer su parte ante la cámara, Weathers quedó disconforme con su actuación. Tratando de excusarse le dijo a todos los presentes: “Quizá si lo hacía con un actor de verdad me habría resultado más fácil”. Esa mezcla de queja y disculpa provocó una carcajada generalizada en el estudio. Él todavía no sabía que el guionista era también el actor principal.

Otro componente ineludible es la música. A Bill Conti le ofrecieron 18.000 dólares por todo concepto. Muy poco dinero en esa época para hacer la banda sonora de un film. En esa cifra estaban incluidos sus honorarios, los gastos de grabación y los salarios de los músicos de sesión. ¿Quién no entrenó con esa especie de fanfarria de fondo? ¿Quién no corrió con esos cornos franceses y trombones en sus auriculares? ¿Quién no se siente con chances de ser campeón del mundo cuando escucha Gonna Fly Now?

La escena icónica de Rocky

La saga Rocky repite como marcas de agua varios recursos. El clip de entrenamiento, muy influyente en el cine posterior, es uno de ellos.

Sin embargo la más característica escena de Rocky, esa que resulta imborrable para todos, la que traspasó la pantalla y se convirtió en un ícono pop, en un hábito más de la vida moderna, es la subida a las escalinatas.

El lugar elegido son las escalinatas del Museo de Arte de Filadelfia. La primera vez que lo intenta está fuera de forma; llega con lentitud a la cima, casi sin aire, arrastrándose, con dolor en el bazo. Luego, ya pleno físicamente, al acceder a la plataforma comienza a dar pequeños saltos con los brazos levantados en gesto triunfal -acentuado por el ralenti. Una imagen icónica.

Ese primer ascenso, icónico e inolvidable, cuenta además con un adelanto técnico. Es la primera escena filmada con una Steadicam. Recurso explotado a la perfección en las posteriores secuencias de la pelea entre el Semental Italiano y Apollo Creed. Garrett Brown, luego de varios diseños y varios años de prueba, logró dar con la Steadicam, la cámara que a pesar de que el operador se moviera seguía manteniendo la estabilidad sin moverse ni saltar, sin temblores en la imagen. Para probar el dispositivo fue con su esposa Helen al Museo de Arte de Filadelfia. Allí filmó a la joven en jeans bajando por las escalinatas y luego subiéndolas. Esta última toma es sorprendentemente parecida a la mítica escena protagonizada por Stallone.

Las razones son bastante sencillas. Con esos pocos minutos de prueba filmados, Brown viajó a Los Ángeles para tratar de vender su invento. Uno de los primeros con los que se cruzó en Hollywood fue con John Avildsen que estaba por empezar a filmar Rocky. El director le preguntó dónde había filmado la escena y además contrató el dispositivo y a Brown como camarógrafo.

La escena fue plagiada, tomada como inspiración y hasta parodiada. Se convirtió en un ícono cinematográfico. En esa subida hay ilusión, esperanza, superación, capacidad de trabajo.

Tuvieron que hacer la película en solo 28 días (Artists/Kobal/Shutterstock)
Tuvieron que hacer la película en solo 28 días (Artists/Kobal/Shutterstock)

El momento en la pista de patinaje con Adrian es otro gran ejemplo de cómo convirtieron las limitaciones en virtudes. Es una de las primeras citas más tiernas de los años setenta. Él trota al lado de ella, que se desliza con dificultad en la pista desierta, y le explica porque a los zurdos le dicen Southpaws, mientras el cuidador del lugar hace, fuera de campo, la cuenta regresiva del tiempo que les queda sobre la pista. Después, el primer beso, un tropiezo lleno de ternura. La falta de presupuesto les impedía tener una pista de patinaje con cientos de extras. Además Sly no sabía patinar. Buscaron variantes. Pensaron en un cine, en un estadio, en un parque. Pero cada lugar tenía sus desventajas. La oscuridad, el ruido, la dificultad para ubicar las cámaras u obtener un permiso. Stallone reescribió la escena y la pista, bien de noche, fue sólo para ellos dos.

La secuencia final de la pelea son veinte minutos de puro cine. Veinte minutos que influyeron decisivamente en todo el cine deportivo posterior. Rocky en el vestuario, la tensión previa, el rezo arrodillado frente al lavatorio. Por el otro lado, Apollo hace un ingreso estentóreo. Sobre una carroza, disfrazado como George Washington tira dólares a los espectadores.

Luego en el ring despliega un convincente show a lo Muhammad Ali. Vocifera, con encanto, “¡Creed in three!” e imitando los afiches de reclutamiento de la Segunda Guerra Mundial, señalando con su guante a Balboa, le grita: “I want you”.

Sylvester Stallone Talia Shire, aquí en Rocky V
Sylvester Stallone Talia Shire, aquí en Rocky V

Joe Frazier, crédito de Filadelfia, saluda a los púgiles (De aquí en adelante el esquema se mantiene invariable en todas las peleas importantes de la saga). Las instrucciones del árbitro. Y la pelea. Los golpes, las caídas, los intercambios feroces. Las arengas en los rincones durante los descansos. Los relatores llevando adelante la narración de la lucha. El desarrollo desfavorable a Rocky. Su poder para remontar. La épica. La emoción.

Stallone y Avildsen no sabían cómo filmar el clímax de la película. Stallone tenía presente que allí, en la recreación de esos quince rounds, estaba el destino de la película. Todo lo que construyeron antes se caería como un castillo de naipes si la pelea no lograba ser creíble y generar interés.

Stallone, una noche, tomo un grabador en su casa, apretó a la vez rec y play y empezó a relatar la pelea, los quince rounds. Luego mandó desgrabar ese cassette y con ese guión, se sentó con el jefe de los dobles de riesgo contratados. El profesional se negó de plano a seguir esas instrucciones. Adujo que se vería como una película clase B, peor aún, clase C. Una segunda empresa de dobles también se negó. Stallone junto a Weathers ensayaron durante una cantidad demencial de horas y coreografiaron toda la pelea.

Siempre se remarca el round 15 pero el 14 es inolvidable. Apollo vuelve a derribar a Rocky. Parece la caída definitiva. Mickey le pide que no se levante, le dice que ya está. Pero se reincorpora sobre el final de la cuenta. La cara de incredulidad de Apollo es magistral. En el descanso llega una de las frases célebres. Le pide a Mickey: “Cut me, Mick”, que el doblaje televisivo mejoró a “Córtame el párpado, Mickey”.

Esa pelea impuso un nuevo lenguaje. A partir de ella, todas las peleas de la saga tienen su propia gramática, sus reglas particulares, exclusivas de la franquicia. Los empujones contra los rincones acolchados, las veces que pasa de largo y queda de espalda al rival, las bravatas después de que suena la campana finalizando un round, la ausencia de guardia y de defensa -todos los golpes entran-, la falta de consecuencia de las múltiples caídas: Rocky y sus contrincantes caen, caen y caen pero nunca quedan groggys y siempre se levantan -excepto en el round 15, momento en que Rocky define los combates que le son adversos en el desarrollo.

Una escena de Rocky 2, La revancha (United Artists/Kobal/Shutterstock)
Una escena de Rocky 2, La revancha (United Artists/Kobal/Shutterstock)

Con la película terminada, las primeras funciones para los ejecutivos del estudio, no fueron del todo alentadoras. Seguían sin tenerle fe. El director de UA deslizó la posibilidad de estrenarla directamente en televisión. Alguien sugirió cambiar el final. En el original, Rocky y Adrian se encontraban en el pasillo hacia los vestuarios y se alejaban tomados de la mano. Sólo veíamos sus espaldas. Volvieron a filmar el final. Adrian atravesando el público, Rocky llamándola desde el ring, “¿Dónde está tu sombrero?”. Todo mientras se lee el fallo de la pelea que ya no le interesa a nadie. Los productores hipotecaron una propiedad para pagar estas nuevas tomas.

La insistencia de WInkler, Chartoff y Stallone consiguió que Rocky fuera estrenada en unos pocos cines antes del fin de año de 1976. Para alcanzar distribución en todo Estados Unidos era fundamental lo que dijeran las primeras críticas. En especial la de Vincent Canby, el crítico del New York Times. Canby destruyó el film. Winkler con el ánimo por el piso y el diario enrollado bajo su brazo fue hasta la puerta de unos de los cines. De una de las salas vio salir a Peter Falk, el actor de Columbo que había ido a monitorear una de sus películas. Falk lo felicitó. Winkler le mostró la crítica del diario. El actor le dijo que eso era algo insignificante, que entrara a la sala a comprobarlo. Winkler corrió hacia donde proyectaban Rocky. Era la parte final. En medio de la pelea. El público estaba de pie y le gritaba a la pantalla y celebraba cada trompada de Rocky.

Luego llegaron críticas muy elogiosas, una carrera comercial del film extraordinaria, el estrellato de Stallone, diez nominaciones al Oscar, tres estatuillas (mejor película, director y edición) y siete películas más para completar la saga.

Siempre vamos a amar a Rocky. Siempre nos detendremos a ver las películas de Rocky sin importar cuántas veces las vimos antes. Rocky es parte de nuestra infancia y de nuestra adolescencia. Las películas tienen alma, como su personaje principal. Y nos siguen conmoviendo como la primera vez.

Porque es la Cenicienta con guantes de ocho onzas y protector bucal.

SEGUÍ LEYENDO: