Chano: “Con la música me propongo que quede el mensaje y no el mensajero”

Santiago Moreno Charpentier habló en Experiencia Leamos, un ciclo de encuentros exclusivo para los suscriptores de Leamos.com

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Santiago Moreno Charpentier habló en Experiencia Leamos, un ciclo de encuentros exclusivo para los suscriptores de Leamos.com

Es un músico que rompe los encasillamientos. Los hits y algún escandalito mediático lo pusieron en un lugar del que se ocupa de correrse continuamente y que busca sorprender —y sorprenderse— aún a pesar de lo que le piden sus fans. Con casi dos décadas de carrera entre los años de Tan Biónica y los solistas, Chano —Santiago Moreno Charpentier— tiene la solidez de la experiencia y el vuelo de la juventud. Y, cuando se lo propone, es un artista que no tiene techo.

Esta semana, Chano fue uno de los protagonistas de Experiencia Leamos, el ciclo que la plataforma Leamos.com brinda en exclusiva para sus suscriptores. Fue un diálogo de casi una hora en donde recorrió sus intereses, sus influencias, los vínculos con la literatura y la búsqueda que pone en juego en cada álbum, cada canción.

“Mi primer disco”, dijo, “se llamó El otro por el cuento de Borges. Me gustó lo borgiano, pero después, hilando fino, me di cuenta de que adapto mi vida y con una chica no soy el mismo que con mi hermano diez minutos antes. Me obsesioné con eso y con la buena idea de no hacerme cargo de ser el que escribía. Lo quise continuar con el segundo disco, El doble, que no tiene que ver con la novela de Dostoievski, sino con la teoría de Carl Gustav Jung. Esa teoría habla de una persona que vive dentro de nosotros, que piensa más rápido y tiene otro tempo. Las decisiones, entonces, hay que tomarlas en ese lugar en que se encuentra, que está entre el sueño y la vigilia. A veces me copo con una idea y me la quedo. Después me cuesta relacionar todas las canciones de un disco e incluso me obliga a mentir alguna coincidencia”.

Chano Charpentier
Chano Charpentier

Unas magias me sostienen

En tus canciones tomás herencias e influencias desde el carnavalito hasta Vinicius de Moraes. El pop, que parecería venir a demoler el pasado, de repente ser llena de historias.

—Cuando uno trata de jugar el juego de ser obvio como pide el mercado, pero, cuando menos lo esperan los fans, mostrás una apertura y la herencia o el pensamiento, se pierde la fragilidad o la frivolidad del pop. Hay un disco de Tan Biónica que a la gente le gusta mucho y la primera canción dice “Ella tiene un look, tiene un look, ella dibuja mi destino con rouge”. No dice nada más, pero fue el lugar por donde pudo entrar el resto de la obra. Una canción cumple un montón de funciones y hay canciones que son anzuelos para dejar un mensaje. Es lo que siempre me propuse en la música: escuchar el mensaje y no el mensajero.

—Eso tiene que ver con un rasgo de la música popular, ¿no? Donde el autor se diluye.

—Es que, en realidad, ya está todo hecho. En la literatura también. Es muy difícil que escribir un cuento que se parezca a Kafka.

—En la búsqueda de ir los clásicos, Marcelo Ezquiaga presentó un disco con reversiones de Gardel y vos cantás “Rubias de New York”. Es un tango-pop, y, si bien hay experiencias como la de Nacha Guevara, mi pregunta es cómo se animaron al riesgo de hacer un tango con tanta identidad.

—Fue una buena idea de Marcelo, que hizo todo el disco. Nadie midió demasiado ese riesgo. Era un desafío y estaba bueno. Yo pedí hacer “Melodía de arrabal” y “El día que me quieras”, pero ya estaba ocupados y me propuso ese tema porque en Tan Biónica teníamos un tema muy viejo que decía “boquitas pintadas” y en “Rubias de New York” dice: “Adorables criaturas perfumadas / con sus boquitas pintadas”. Se le ocurrió que yo podía cantar ese tema. Es una manera de coparse y hacer algo distinto.

—Una vez Horacio Molina dijo que Gardel y los Beatles eran su metro, su medida. ¿Qué artista es tu metro?

­­—Yo creo que hay que ir cambiándolo. Trabajo con ingenieros que son de la época que iban a buscar el micrófono especial para una guitarra y ahora nadie graba analógicamente. Agarrás un plugin de la computadora y lo tenés en un minuto. Esa gente tiene unas ideas espectaculares, pero viene una generación más del hip-hop, que trabaja con sonidos programados. Hay que ver qué metro usás. Hay que mirar a los Beatles, pero también tenés que estar mirando al tipo que está haciendo a Ariana Grande. Yo mido con el metro de la modernidad. No me es fácil, pero me corro porque, como decía Rimbaud, hay que ser absolutamente moderno.

Chano Charpentier (foto: Pablo Riggio)
Chano Charpentier (foto: Pablo Riggio)

Los libros y la noche

Los libros son un tema especial en la vida de Chano. Hace poco sorprendió a sus seguidores haciendo unas transmisiones en vivo por redes sociales en donde recitaba de memoria largos poemas de Jorge Luis Borges. “Yo digo que tengo raíces en Borges”, dijo, “pero también en la típica literatura de todo el mundo. A los dieciséis leí a Siddhartha, El lobo estepario; leí a Dolina, El retrato de Dorian Grey. Pero lo que me pasó con Borges no me pasó con ningún escritor”.

¿Por qué te es tan importante la poesía de Borges?

—Hay muchas cosas que debería saber de memoria, pero me cuesta mucho. Hay algunos poemas de El hacedor que sé y que me encantan. Casi que me da vergüenza saberme “El poema de los dones de memoria”. Lo aprendí de leerlo tantas veces. Me gusta mucho Borges. La poesía son brotes del alma. Están intelectualmente mucho menos intervenidos que un cuento.

”El poema de los dones” habla de la ciudad de libros, que es la Biblioteca Nacional, y de un escritor que se queda ciego ni bien asume como director.

—Pienso que ese poema tiene mucho ego de parte de Borges. Lo leo como que no te entristezcas que estoy ciego porque es una demostración de Dios en la Tierra. A quién va a dejar ciego si no a mí. Esa es la ironía que Groussac, que también fue director y también se quedó ciego, cobardemente no se atrevió a señalar. Es muy genial la relación que tiene Borges con su ceguera.

Así como la de Borges era una ciudad de libros, ¿cómo sería una ciudad tuya? ¿Una ciudad de instrumentos?

—Sí, la ciudad de los instrumentos me gusta. Soy re poco melómano; no estoy todo el día escuchando música. Toco bastante y experimento. Me gusta experimentar con sintetizadores y computadoras, me gusta cuando la música suena nueva, rara. Pero también me gusta el piano y la guitarra criolla. El Paraíso sería, para mí, un escenario lleno de cables y tecladitos.

—Una frase tuya es “Lo mejor está por venir”. ¿Por qué los escritores y los músicos siempre están mirando hacia adelante?

—Es una frase que me adueñé. De hecho, los escritores que leo nunca pensarían que lo mejor está por venir. Son re pesimistas. Una vez le dije esa frase a un hombre y me dijo “Lo que va a venir es la muerte”. Yo necesito pensar que lo mejor está por venir y que esto se dio porque estaba en el lugar correcto, en la hora correcta.

—¿La autobiografía entra en tus canciones?

—Galeano dice que el desafío no es escribir lo que se vive sino vivir lo que escribe: ser como la propia flor que se huele y no el cronista del aroma. No creo que ningún suceso de mi vida se pueda hacer canción. No es una buena idea. Tiene mucho más valor artístico cuando uno logra que, de un despilfarro y un desorden de conceptos, el que te escucha se forme una idea. Ahí es cuando triunfaste. Llegar al momento en que la gente piensa qué le pasa con la canción y no qué le pasa a Chano. Que se dé una identificación: yo tengo un dolor y escucho al que canta, que le duele parecido.

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