Lukas Bärfuss: "La contabilidad de la vida siempre habla contra nosotros"

El escritor y dramaturgo suizo Lukas Bärfuss habla de su novela “Koala” (Adriana Hidalgo) en la que, a partir del intento de explicar los motivos de un suicidio, elabora una crítica sobre el rol de trabajo en la sociedad. Hoy y mañana se presenta en el Centro Cultural San Martín con su obra "Paraty".

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El escritor y dramaturgo suizo estuvo ayer en la librería “Libros del pasaje”
El escritor y dramaturgo suizo estuvo ayer en la librería “Libros del pasaje”

El suicido como tema literario tiene una vastísima tradición. Se puede mencionar como mojones clave la cicuta de Sócrates, la famosa frase de Camus ("No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y es el suicido"), el ensayo triste y erudito de Al Alvarez con el que intentaba explicarse la muerte de Sylvia Plath (El dios salvaje; ed. Hueders), la publicación póstuma de La conjura de los necios, la poesía fatal de Alejandra Pizarnik, un infinito etcétera.

Koala, del suizo Lukas Bärfuss (publicada en español por Adriana Hidalgo; traducción de Claudia Baricco), se agrega a la serie desde un lugar marginal, excéntrico. La novela está narrada por un escritor y quien se mata es el hermano, un hombre que toma la decisión con una racionalidad escandalosa, al punto de demorar varias semanas para poner en orden sus cuestiones antes de suicidarse. Con una vida gris y poco ambiciosa, no parecía, sin embargo, infeliz. Los amigos le decían "Koala", por aquel animal perezoso que, increíblemente, sobrevivió tantos miles de año de evolución.

Con la intención de comprender qué llevó al hermano a suicidarse, el protagonista se disgrega en diferentes relatos e historias que tienen un único punto en común: si alguien hace un balance de todo lo que ha hecho y todo lo que le resta por hacer, inevitablemente tiene resultados nefastos.

Además de escritor, Lukas Bärfuss es un exitoso dramaturgo —es autor de "La prueba", que se presentó en El Camarín de las Musas hace algunos años— y tiene numerosas distinciones, incluyendo la de haber sido mencionado como "dramaturgo del año" por la prestigiosa revista Theater Heute. De visita en Buenos Aires para presenciar la puesta de su obra "Paraty" (en el Centro Cultural San Martín: viernes y sábados a las 22; domingos a las 20.30), Bärfuss habló con Grandes Libros sobre su novela Koala.

Con ejes en el suicidio y la pereza, ¿Koala es una novela contra el capitalismo?

—Es una crítica al trabajo. No sé si el trabajo es un distintivo del capitalismo, pero hay una conciencia social sobre el trabajo como castigo que hemos olvidado. En mi país, Suiza, la única forma que tiene una persona para adquirir cierto estatus es a través del trabajo. Eso tiene que ver con la pérdida de un orden metafísico: no hay más trascendencia, no hay ninguna posibilidad de que la vida tenga otro significado más allá de sí misma.

En el libro se hace una mención elíptica a Heinrich von Kleist: ¿por qué?

—Kleist es el mayor poeta de habla alemana y también es un traidor. En su obra hay una relación muy fuerte entre el deseo y la violencia. Hay una cita muy conocida que dice (en alemán) "besar y morder riman". Kleist manipuló tanto a su mujer hasta que la mató, y luego se suicidó. Las cartas que le escribía eran puro sadismo. Si hubiera sido alguien con menos talento, seguramente lo juzgaríamos de una manera muy distinta.

“Koala” es la segunda novela de Bärfuss publicada en Adriana Hidalgo. La anterior es “Cien días”
“Koala” es la segunda novela de Bärfuss publicada en Adriana Hidalgo. La anterior es “Cien días”

En El dios salvaje, Al Alvarez menciona una frase de Robert Lowell: si tuviéramos un botón en el brazo para suicidarnos, eventualmente todos lo presionaríamos.

—Sí… Puede ser. Yo no.

¿Por qué?

—Cuando William Faulkner recibió la noticia de la muerte de Hemingway dijo "No me gusta cuando alguien toma el atajo". Hay que tener mucho valor para detener una vida. Es verdad que un botoncito de esos puede ser muy seductor, pero creo que seremos felices mientras nos rijamos por el momento presente. La presión de darle a la vida un significado más allá del momento en que nos encontramos es lo que nos hace infelices.

Mi comentario estaba en relación con una cita del libro: "La pregunta no era: ¿por qué se suicidó? La pregunta era: ¿por qué siguen ustedes con vida?"

—La contabilidad de la vida siempre habla contra nosotros. El hermano del narrador hace una suerte de balance y se pregunta qué hizo y qué puede esperar todavía. Ni bien uno hace eso, aprieta el botón. La vida debería ser el éxtasis, la contemplación. Pero creo que todo se mide, todo se pone en un balance. En este sentido, la sociedad tiene un carácter suicida.

Además de escritor, usted es dramaturgo. Llama la atención que en Koala no hay un solo diálogo.

—Un diálogo para el papel es muy diferente que para una obra de teatro. Los diálogos que escribo para el teatro requieren de cuerpos, de una distancia entre los cuerpos, de pausas y de sonidos. El diálogo escrito, algo que hice muy pocas veces, es muy artificial. Está anclado en la convención.

¿El narrador de Koala le resulta antipático?

—No creo que la identificación con un personaje se dé a través de la simpatía o antipatía. Nosotros no vamos a ser ni Macbeth ni Raskolnikov. Además, la mayoría de las figuras de la literatura universal son antipáticas. Pero tienen algo en común: quieren algo. Con ese deseo sí podemos identificarnos. Esto nos vuelve amorales, porque nos identificamos con ciertas cosas que reprimimos o negamos. Cuando vemos que alguien quiere algo con mucha fuerza, no nos preguntamos qué es lo que quiere, sino si lo va a obtener o no.

Se lo preguntaba porque el narrador, sobre el final, cuando intenta seguir con su vida, no dice que se pone a "escribir" sino que se sienta a "trabajar".

—Escribir no es trabajar. Yo diría que lo que hago no es trabajar. Por lo menos intento que se parezca lo menos posible a un trabajo, pero no siempre me funciona. Trabajar muy seguido lleva a la muerte.

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