Carolina Aguirre: “Para una mujer hoy no hay ninguna otra opción que ser feminista”

La escritora, autora de Ciega a citas y guionista de éxitos como Guapas y Farsantes, habla de su trabajo y su compromiso con la promoción del rol de la mujer.

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Carolina Aguirre en el estudio de Grandes Libros
Carolina Aguirre en el estudio de Grandes Libros

Cuando en 2015 Carolina Aguirre ganó el Martín Fierro por el libreto de "Guapas" subió al recibirlo con el cartel de Ni una menos. En todas las fotos de esa noche se la ve orgullosa con la estatuilla y el cartel. Para entonces, ya tenía una carrera y un nombre: su primer blog, "Bestiaria", había sido elegido como el mejor blog en español por la Deutsche Welle (2008); con el segundo, "Ciega a citas", que lo escribió con seudónimo, logró un éxito enorme y de blog pasó a libro y de ahí a la televisión; luego siguió otro libro, El efecto Noemí, y los guiones de "Farsantes" y "Guapas". Carolina Aguirre es una escritora enérgica y comprometida, que, además, habla sin filtro en medios y redes sociales.

Durante un largo tiempo mantuvo la columna "Mi vida como guionista" en la revista del diario La Nación. En breve se publicará el libro que las compila. Siempre en primera persona, las notas hablaban de su vida y los desafíos laborales. Con humor pero sin liviandad, Aguirre explicaba por qué "Gilmore Girls" era mejor que "Sex and the City", contaba las recriminaciones que soportó cuando "mató" a un personaje de una tira, hablaba del pelo de Nellie Oleson de "La familia Ingalls" o de cómo evitaba a sus compañeras del secundario.

Dios mío, qué pena me da morir así

Pero a fines del año pasado, en la que fuera una de sus últimas colaboraciones para el diario, publicó "Colombia", un relato estremecedor en el que contaba que fue víctima de la violencia de su ex pareja cuando lo acompañó en un viaje de trabajo:

"En el baño me pega un cachetazo y me sigue sacudiendo. Corro a la habitación, pero me tira al piso y me tapa la boca mientras me grita que me calle. Pataleo, lo empujo y trato de sacármelo de encima, pero no puedo moverlo ni un milímetro. Soy hermana de varones y nos hemos peleado de mano, pero hasta ese momento no sabía que los hombres tenían tanta fuerza. Estoy segura de que ninguna mujer lo sabe hasta que no tiene un manojo de dedos fríos en la cara, hasta que no siente que si él cierra el puño un poco más te mata en serio. Me acuerdo de todas las veces que le dije a mi psiquiatra que él tenía algo raro y oscuro. De mis angustias supuestamente injustificadas. De las ganas de dejarlo todo el tiempo. Me duele la espalda y no puedo respirar, pero más me duele no haberme escuchado, no haber confiado en mí. Su mano me aprieta más fuerte la cara y me retuerzo como una lombriz fuera de la tierra, sin aire. Soy un alarido mudo debajo de su cuerpo pesado y hostil. Por primera vez en la vida creo que me voy a morir. Dios mío, qué pena me da morir así."

Algunos tweets de Carolina Aguirre tras publicar la columna “Colombia”
Algunos tweets de Carolina Aguirre tras publicar la columna “Colombia”

El relato es de una crudeza atroz, pero ayudó a que muchas mujeres se reconocieran en ella y buscaran ayuda. Tal vez, por ahora, no haya otra manera de abordar el tema. Recibir el Martín Fierro con el cartel de Ni una menos pasó antes de escribir Colombia; pasó antes, incluso, de que le sucediera lo que le pasó en Colombia. Y, paradojas de la ficción, el personaje de Mercedes Morán en "Guapas" había asesinado a su ex marido golpeador.

Creía estar más allá del feminismo. Es una tontería que sienten muchas mujeres

Antes de viajar a Japón, a donde viajó a escribir una crónica para la revista Orsai, Carolina Aguirre visitó el auditorio de Grandes Libros [ver la entrevista completa] y habló de la manera en que su trabajo se relaciona con el compromiso por el feminismo:

—Cuando gané el Martín Fierro dije que era feminista —señaló—. Fue importante decirlo porque un tiempo antes en una entrevista había dicho que no lo era.

¿Por qué?

—Creía estar más allá del feminismo. Es una tontería que sienten muchas mujeres.

¿Algo así como "el feminismo no me representa"?

—Me sentía como una suerte de postfeminista. Creía que al ejercer en mi lugar de trabajo una responsabilidad con perspectiva de género y luchar por ganar más o igual que un hombre, ya estaba construyendo feminismo. Y no es así. Si dentro de una cultura machista logré hacerme un lugar para acceder a cierto poder, no quiere decir que las mujeres lo tengan o que yo esté construyendo poder para ellas. Es importante manifestar que sos feminista. Primero porque todo lo que tengo, lo tengo gracias al feminismo. Y también porque todavía hay muchas cosas por conquistar y es necesario que seamos muchas y que estemos unidas. Hay muchos feminismos y no todas estamos de acuerdo, pero cuando decís que sos feminista sos consciente de pertenecer a un todo. Para una mujer hoy no hay ninguna otra opción que ser feminista.

¿Cambió tu manera de construir de personajes femeninos? ¿Cómo se escribe reconociéndose en una perspectiva de género?

—Soy más responsable con respecto a lo que digo y me importa más a quién y cómo le estoy hablando. Trato de ser fiel a lo que creo y a lo que pienso. En esa ética personal entra también el feminismo: la forma en la que me comporto con otras mujeres, la forma en la que construyo poder, la forma en la que pienso o elijo. Obviamente muchas veces me equivoco, porque yo también estoy aprendiendo. Vivimos en una sociedad machista y yo me crié en esta sociedad. En ese aprendizaje, en ese descubrimiento, también están mis personajes.

Marcha de Ni una menos (Gustavo Gavotti)
Marcha de Ni una menos (Gustavo Gavotti)

¿No te asusta ser contradictoria? Por ejemplo, plantar una bandera y después hacerla tambalear con un tuit.

—Siempre me van a criticar y siempre van a encontrarme errores y contradicciones. A mucha gente le molesta mi feminismo, mi libertad, las cosas que digo. Muchas veces me equivoco. Digo algo que está mal y me arrepiento. Pero es que estoy aprendiendo al mismo tiempo que todo el mundo. En ningún momento dije que quería ser una referente feminista. Lo único que quiero es que tengamos exactamente los mismos derechos y estar en mi casa escribiendo pavadas.

Yo creo que una de las cosas a las que más le escapás es al aburrimiento: ¿es así?

—Trato de llevar una vida más tranquila, pero me cuesta un poco. Necesito que me pasen cosas, necesito anécdotas. Soy así y lo padezco, porque me aleja de la escritura y de la vida apacible, que es la que mejor se lleva con mi trabajo. Ahora bien, eso no tiene nada que ver con las polémicas. Cuando me llaman para hablar en un programa de televisión, no digo nada distinto de lo que dicen mis amigos. Lo que no termino de descifrar es por qué es tan importante. Hay algo en la forma que tengo de decir las cosas que llama la atención. Entonces parece que quiero generar polémica y en realidad es un padecimiento. Yo no quiero que nadie hable de mí.

Yo no me importo tanto, no me parezco tan interesante, nada de lo que digo me parece relevante, ni siquiera me parece que yo escriba demasiado bien

Pero tu primera columna, que fue en el diario Crítica, se llamaba "La peleadora". Ya ahí tenías un perfil alto.

—La otra vez alguien de La Nación dijo que yo tenía una capacidad especial para el drama. Puede ser, por algo soy guionista. Yo tengo las cualidades del guionista, que trata de hacer todo más redondo, más atractivo, con la estructura más torcida para que calce mejor, para que sea más ficcionable. Tengo algo de eso incluso en mis tweets y puede ser que esa construcción llame la atención. Escribí "La peleadora" hace 10 años; era tan nadie que no me parecía relevante. Nunca voy a entender qué le importa tanto a alguien de mí. Yo no me importo tanto, no me parezco tan interesante, nada de lo que digo me parece relevante, ni siquiera me parece que yo escriba demasiado bien. Al contrario, me parece que soy bastante tosca y rudimentaria para escribir, tengo muy pocas herramientas.

Aguirre escribió “Ciega a citas” con el seudónimo Lucía González
Aguirre escribió “Ciega a citas” con el seudónimo Lucía González

No coincido con lo que decís y, sobre todo, hay una prueba clarísima: con un nombre que no era el tuyo inventaste una historia, "Ciega a citas", que seguimos con mucho interés.

—Así como te decía que yo, como escritora, soy bastante obvia, pesada, rudimentaria, repetitiva, tosca, tengo un par de cosas en que soy buena. Por ejemplo, en encontrar la forma de cómo contrar las historias. Y tengo una capacidad particular para saber dónde está el corazón de las historias. Dónde está lo que te va a hacer llorar o reír. ¿Viste cuando vas al médico y te empieza a tocar para ver dónde duele? Lo que más me importa y lo que más me gusta es hacer llorar. Y sé dónde tocar para hacer llorar. Como el médico, tengo la capacidad para encontrar el moretón.

¿Llorás cuando escribís?

—Sí, por supuesto. Disfruto mucho si lloro. Si yo me emociono está bien. A veces le mando lo que escribí a mi socio o una amiga y lo único que le pregunto es "¿Lloraste?".

¿Ciega a citas fue un parteaguas?

—Después de Ciega a citas empecé a vivir de escribir. El libro vendió muchísimos ejemplares y cuando salió la telenovela también se vendió en otros países. Hay una versión alemana, una versión china, una versión chilena, una española. En ese momento, además, pude probarme que con otro nombre podía volver a empezar.

Ahora, lo que vas a experimentar es la crónica: te vas a Japón.

—Desde muy chica me gustó Japón. En un momento decidí que la tele y yo no nos estábamos llevando bien. Estaba haciendo un programa y lo dejé, sentí que no lo podía escribir. Y me fui a Japón con una de mis mejores amigas. En realidad, encontré un libro sobre Japón de cuando tenía 7 años, que estaba todo subrayado. Recordé que me apasionaba y me dio ternura el libro y mi subrayado. ¿Qué estaba esperando para irme? Me saqué el pasaje y me fui. Ahora vuelvo y me voy a quedar un par de meses escribiendo allá. En Japón yo no soy yo. No soy nadie. Estás a 12 horas de acá, todo lo que querés hablar ya pasó, no hay nadie que sepa una palabra en español. No hay ninguna costumbre igual a la nuestra. Es como estar en Marte.

Es la isla desierta poblada de gente.

—Sí, pero a la vez no conozco a nadie. Me fascina. Cuando estuve allá, me sentía como en una cápsula. Es como estar en otro planeta, de verdad. Y, por otro lado, hay algo que me gusta de reinventarme y empezar de cero. Hay gente que se siente cómoda en una estructura de contención y estar 20 años en el mismo trabajo; a mí me gusta empezar de cero. Me aterra y me divierte.

A las mujeres se nos educa de una manera para que el dinero nos dé pudor.

Hace algunos años decías que lo mejor que puede hacer un escritor es contratar un abogado. ¿Seguís pensándolo?

—La tele te cambia todo, es muy distinta. Es mucho más salvaje que los libros. A mí me importa cómo sale mi nombre, que se sepa cuánto gano. Siento que tengo que defender la figura del escritor y también la de la mujer. A las mujeres se nos educa de una manera para que el dinero nos dé pudor. No se nos educa para ser feroces ni para negociar ni para exigir ni para levantarnos de una negociación. Entonces nos sentimos incómodas hablando de dinero. A mí no me sucede. Que se sepa cuánto gana un hombre y cuánto gano yo es importante para las que vienen después. Es mi responsabilidad exigir y construir para otras mujeres.

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