Edgardo Cozarinsky: “Hoy, pasados los 70, me siento mucho más joven que a los 35”

El autor de libros clásicos como Vudú urbano y El rufián moldavo habla de su nuevo libro de cuentos, En el último trago nos vamos (Tusquets).

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Edgardo Cozarinsky es escritor y director de cine
Edgardo Cozarinsky es escritor y director de cine

"En el último trago nos vamos / quiero ver a que sabe tu olvido". Edgardo Cozarinsky no dice —tampoco se lo hemos preguntado— si su nuevo libro toma el título del verso de José Alfredo Jiménez, pero bien podría ser que así fuera. El bolero habla de una despedida abrupta, pero sin añoranzas. Y así, justamente, son los nuevos cuentos de Cozarinsky, un escritor y director que se dice directamente alérgico a la melancolía.

Haciendo un repaso por sus libros más recientes —Lejos de dónde, En ausencia de guerra, Dark, Niño enterrado, En el último trago nos vamos— la narrativa de Cozarinsky muestra en cada nuevo título un espíritu más joven y más vivaz; podría decirse: adolescente.

"Te confieso que hoy, pasados los 70, me siento mucho más joven que, digamos, a los 35", dice sentado en el bar Los Galgos, de Callao y Lavalle, al que ha convertido en una especie de extensión de su casa. Todos los días uno se lo puede encontrar allí, leyendo, pensando, tal vez imaginando un nuevo argumento. "Creo que logré desprenderme de muchas cargas: timidez para afrontar todo riesgo, necesidad de aprobación. Me siento muy liviano, me permito todas las macanas que no hice de joven."

Los cuentos de En el último trago nos vamos quedan del otro lado del espejo: los vivos son los fantasmas de los muertos, las verdades se dicen después de la medianoche, el amor es una pérdida inevitable. Cozarinsky escribe con la cercanía de un confidente; tiene la capacidad para atraparnos en las redes de la historia desde las primeras líneas. Y los protagonistas buscan respuestas universales a sus interrogantes particulares. Tal vez por eso huelan como a espíritu adolescente y a la vez haya tantas referencias a la literatura rusa del siglo XIX.

Con “En el último trago nos vamos”, Cozarinksy vuelve al cuento después de más de 10 años
Con “En el último trago nos vamos”, Cozarinksy vuelve al cuento después de más de 10 años

¿Qué le convoca de la literatura rusa?

—Me atrae la incursión en una sociedad distante, usos y costumbres ricos en densidad novelesca. Y sin embargo en ese mundo desaparecido reconozco conductas, motivos, que me son familiares. Y me atrae la alternancia de exceso e ironía, de crueldad y misticismo, que no encuentro en otras literaturas. Puedo respetar a Flaubert pero no me dan ganas de releerlo; en cambio vuelvo a menudo a Dostoievski, a Un héroe de nuestro tiempo, de Lermontov.

En uno de los cuentos, una mujer decide creer que unas burbujas de fuego sobre un río de Oriente tienen una causa "mágica" antes que una más plausible. ¿Es una manera de entender la ficción y la literatura?

—Hoy se sabe que la verdad del mito y la leyenda, alguna vez desdeñada por la mentalidad cientificista, enseña mucho para la comprensión del ser humano. Incluso para desarrollos contemporáneos como el de la física cuántica, que coincide en muchas de sus hipótesis con el budismo.

Parecería que los cuentos terminaran una escena antes, como si la acción continuara por fuera del relato, pero ese otro final —al que le podríamos decir "verdadero"— queda a cargo del lector. ¿Se puede entender esto como una suerte de manifiesto literario? ¿Los cuentos "perfectos" no le interesan?

—Manifiesto nunca. Quedaron enterrados con las vanguardias de la primera mitad del siglo pasado. Pero puede ser que se trate de una manera propia de contar, no lo tengo claro. Un cuento como "La otra vida" en este libro termina brutalmente. Pero es cierto que me gusta la idea de que la ficción, como la vida, continúe y que el escritor cuente su visita a ella, episódica, no concluyente. En este sentido sí, puede ser una manera de sentir la literatura.

La muerte es una presencia que recorre En el último trago nos vamos. ¿Cómo se la imagina?

—Es uno de los grandes temas de toda literatura. En lo personal, sé que me espera pero no me inquieta. Solo temo la muerte de algunas personas que quiero.

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