Guillermo Arriaga: "Estados Unidos se ha negado a aceptar su responsabilidad en el problema del narcotráfico en México"

El guionista de “Amores perros” habla de su nueva novela, “El salvaje” (Alfaguara) en el stand de Leamos de la Feria del Libro.

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Arriaga en el stand de Leamos en la Feria del Libro
Arriaga en el stand de Leamos en la Feria del Libro

Conocido sobre todo por los guiones de "Amores perros", "21 gramos" y "Babel", Guillermo Arriaga es también autor de varias novelas. La más reciente y la más ambiciosa es El salvaje (Alfaguara), que hace foco en una la problemática época de los sesenta en el DF y está protagonizada por un adolescente que decide vengar la muerte de su hermano, un criminal de poca monta, a manos de unos "buenos muchachos" católicos. La trama se entrecruza con historias, leyendas, digresiones, hasta que aparece la historia de un cazador canadiense que —¿homenaje a Jack London?— persigue a un lobo por el invierno nevado.

Arriaga visitó Buenos Aires y presentó su novela en el stand de Leamos en la Feria del Libro.

Ya desde Escuadrón guillotina, en sus libros hay una obsesión o, por lo menos, una recurrencia sobre la muerte. ¿Por qué?

—La verdad, no los sé. Sábato decía que las obsesiones te eligen y tú te haces preso de lo que te llega de manera inconsciente.

Una característica de sus libros es el entrecruzamiento de personajes, historias, destinos. Tal vez el único que se escapa de ese estilo, para mencionarlo nuevamente, sea Escuadrón guillotina.

—Sí, eso tiene que ver con la forma en que contamos historias en la vida real. Nunca las contamos de manera lineal, siempre fragmentada. Los seres humanos no pensamos el tiempo de manera organizada, sino que lo hacemos de manera muy caótica. Eso es lo que he querido reproducir tanto en el cine como en las novelas.

Hay una cierta fragilidad en sus historias, que se leen con la sensación de que algo va a romper la trama.

—Desde que era muy joven me obsesioné con la frase de Ortega y Gasset: "Yo soy yo y mis circunstancias". Siempre he querido mostrar qué tanto un personaje es él y qué tanto su circunstancia. Para mí lo importante no son las circunstancias sino la capacidad para remontarlas. En "Amores perros", el personaje de Octavio está decidido a enamorar a su cuñada y, sin importar el choque, la muerte, lo que suceda, él sigue persiguiéndola. Como si las circunstancias fueran sólo un ligero obstáculo. Eso es lo que me interesa. En El Salvaje me interesa cómo un individuo sometido a las peores circunstancias es capaz de reconstruirse e ir hacia la felicidad y la identidad propia.

¿Confianza en el hombre o en el destino?

—Yo soy muy optimista y me siento muy orgulloso de pertenecer a la especie humana. Hacemos volar aviones, hacemos libros, tenemos culturas, pirámides. Confío mucho en el ser humano, aunque ciertamente hay elementos que no están siempre encaminados hacia el bien. Y como no soy católico ni religioso, el destino no tiene en mí el peso tan de loza que tiene para otros.

Para ser hombre donde yo crecí había que tomar alcohol o meterte drogas

¿Por qué no toma alcohol?

—Porque para ser hombre donde yo crecí había que tomar alcohol o meterte drogas. Y yo dije "Quiero tener la hombría sin tener que hacer lo que los demás me dicen".

¿Es cierto perdió el olfato con el box?

—No, lo perdí en las peleas callejeras: me peleaba mucho de niño y a los 13 años terminé por perder el olfato. A los 12 años medía 1,80 y entonces venían tipos de 25 a pegarle al grandote, pero yo, en realidad, era un niño. Quedé muy lastimado, me pegaron muchas veces.

“El salvaje”, de Guillermo Arriaga (Planeta)
“El salvaje”, de Guillermo Arriaga (Planeta)

¿Por qué tantas peleas en la calle? ¿México es una ciudad violenta?

—No tiene que ver con la ciudad de México. Más bien, si tienes déficit de atención como yo y no mides el peligro, te avientas a pelear con el que sea. Una vez, cuatro tipos le estaban robando la bicicleta a mi primo. Yo tenía 11 años y fui a agarrarlos a patadas, para que dejaran la bicicleta. Obviamente me pusieron una mega golpiza.

Curioso que diga que tiene déficit de atención, porque ya publicó 10 libros, el último de 700 páginas.

—Pero por eso me tardo tanto. Si no lo tuviera escribiría más rápido. Me tardé cinco años y medio escribiendo esta novela. Muchos amigos me decían: "Ya, salta, ve a lo que sigue".

¿Le costaba dejar a los personajes después de tanto tiempo?

—Es como cuando terminas una relación de pareja de muchos años y de pronto despiertas y ella ya no está en la cama. Cenas solo, te encuentras con un espacio libre que no sabes cómo llenar. Afortunadamente vino la promoción del libro y por eso pude seguir acompañando a estos personajes. Si no, es muy triste ver que ya no están.

Rulfo y Faulkner me demostraron que cada historia tiene una forma distinta de ser contada

¿Cómo lo influencia Rulfo?

—Rulfo y Faulkner me demostraron que cada historia tiene una forma distinta de ser contada. Ellos me liberaron al darme pie para contar de la forma que quiero sin tener que seguir ciertos cánones. Incluso en el cine, que es más rígido que la literatura, pude romper la estructura. Obviamente me gustaría llegar a lo que hacen Faulkner y Rulfo, pero comparto estilos y temas con ellos. Temas como la muerte, los pleitos entre gente muy cercana, la violencia y el amor. Como dijo Faulkner en su aceptación del premio Nobel: lo indiscutible del espíritu humano.

Rulfo, Faulkner, ¿Hemingway?

—Cuando era joven me gustaba Hemingway. Su estilo preciso, lacónico, escueto. No soy muy afecto a la narración ampulosa. Me identifico más con el lenguaje de gente como Hemingway y Pío Baroja, por ejemplo.

—Mencionaba a Hemingway en relación a su afición por la cacería, que es algo que comparte con él.

—Hemingway y yo compartimos muchos de esos intereses: la pesca, la cacería, el box. Pero creo que él abusó un poco en construir su propia mitología del hombre rudo. Aprovechaba mucho los reportajes fotográficos. La revista "Life" le pagó un viaje de 9 meses por África si le permitían tomar fotos. Era muy hábil para autopromocionarse, el maestro Hemingway.

Con tantas tramas en paralelo y entrecruzamientos, ¿cómo fue el plan de El salvaje?

—Cuando empiezo a escribir no tengo idea de qué se trata. Tengo un depósito de evidencias que me dio el lugar en el que crecí o la cacería y espero que maduren dentro de mi cabeza. Sabía que iban a existir los "buenos muchachos" pero no sabía quién los iba a comandar, sabía que iba a haber un muchacho que pierde a su hermano, y hasta ahí. No sabía que habría lobos ni chinchillas y, por supuesto, no sabía del hombre en Canadá que persigue al lobo. Todo eso va surgiendo.

La mejor enseñanza que nos dio Hemingway fue “Agarra el dinero y corre”

¿Le interesaría en algún momento filmar la película de El salvaje?

—No. Ya cometí el error de haber producido una película basada en mi novela El búfalo de la noche. Fue tan mala que se interrumpió la venta del libro. Había vendido casi 50.000 ejemplares, pero salió la película y se murió, nadie más la volvió a comprar.

Replanteo la pregunta: ¿le interesaría que alguien comprara los derechos para hacer la película?

—Si me dan mucho dinero y puedo salir corriendo rapidísimamente, sí. "Take the money and run". Fue la mejor enseñanza que nos dio Hemingway. Agarra el dinero y corre y corre y corre y corre. Que no te vayan a hacer una pregunta o se vayan a arrepentir.

Hace unos días, en otra entrevista, se definía como "escritor de películas" antes que "guionista". Años atrás habías dicho que esperaba la entrega del premio Nobel para el cine.

—Si le dieron el Nobel a Dylan y a dramaturgos del teatro, por qué no dárselo a dramaturgos del cine. En el cine hay dos tipos de escritores: aquel que ofrece un oficio y aquel que ofrece un mundo. Los que ofrecen oficio trabajan por encargo y veo difícil que puedan ser nominados a un premio, pero alguien como Charley Hoffman, que tiene un mundo muy particular, pues: es un autor y no veo por qué no puede ser reconocido por el Nobel.

¿Cómo ve el problema del narcotráfico y la frontera con Estados Unidos?

—Mucho más grave ahora, por la circunstancia política que acaba de desarrollarse a partir del 20 de enero de este año. Es mucho más complejo. México está sufriendo las consecuencias de una demanda de narcóticos muy grande de los Estados Unidos. ¿Por qué en Ciudad Juárez tenemos 13.000 muertos con 80 toneladas de cocaína, pero cuando esas mismas 80 toneladas pasan a El Paso, Texas, sólo tienen un muerto? El Paso es la ciudad más segura de Estados Unidos. El kilo de cocaína sube entre 7 y 12 veces su valor cuando llega a los estados del norte: ¿quién se queda con esa ganancia? Ciertamente no los mexicanos. Y luego está el problema de las armas, Estados Unidos se niega a legislar sobre sus armas, pero son las armas con las que se proveen los cárteles. Tienen acceso muy fácil a armas. Es un problema muy grande que tenemos y Estados Unidos hasta el momento se ha negado a aceptar su responsabilidad en el asunto.

El tema de la droga no es un tema de sus novelas.

—No han sido un tema fundamental para mí. Hasta ahora me he negado a hablar del narcotráfico en México. Cuando en Estados Unidos me propusieron hacer una película, dije que me interesaba más hablar de los carteles del narcotráfico americanos —de los que nadie habla— que de los mexicanos. Porque insisto: quién se queda con el sobreprecio de la cocaína colombiana que llega a México. Alguien debe ser muy poderoso en Estados Unidos.

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