Termina el show y en el escenario empieza la fiesta. Los jujeños se abalanzan sobre Gustavo Santaolalla (67) en busca de una última foto. Hay abrazos, más de una palmada y apreciaciones apuradas.
"¡Salió hermoso!", coinciden maestro y amateurs sobre el cierre de Jujuy Corazón Andino, festival de arte y música que marcó el ritmo de la Quebrada de Humahuaca durante la última semana. En las gradas del escenario montado sobre elPaseo de los Colorados, en Purmamarca, los chicos del Sistema de Orquestas Infantojuveniles de Jujuy –que dirige Sergio Jurado (43)– sólo quieren un abrazo más con el maestro… además de la foto, claro.
"Empecé a trabajar con ellos gracias al Programa de Igualdad Cultural del gobierno anterior, que me llevó a dar charlas y a tocar con distintas agrupaciones juveniles en el país. Les contaba sobre mi carrera y cómo había sido empezar de chico", revela Santaolalla, que supo lo que era la música en su Palomar natal, mucho antes de dejar el país en 1978 –para no someterse a la censura de la dictadura– y probar suerte en los Estados Unidos.
"Con los chicos de Jujuy se creó un vínculo particularmente especial. Me nombraron padrino. Los vi crecer. Nos hemos encontrado aquí y en Buenos Aires. Como yo empecé a tocar la guitarra cuando tenía cinco años, siempre me gustó verme reflejado en ellos", confía Gustavo y destaca que "son muy buenos, realmente".
ACORDES PARA SUPERARSE.
El Sistema de Orquestas Infantojuveniles de Jujuy fue fundado en el año 2000 por Sergio Jurado, músico y director de orquesta. Empezó con pocos chicos, a quienes les enseñaba gratis y de manera desestructurada. Hoy es una organización orquestada –bien cabe la redundancia–, que integra a 700 chicos de San Salvador, Maimará, Purmamarca, Lipán y La Quiaca en 17 grupos.
Nacido en Santa Bárbara de Jujuy, Jurado estudió la Licenciatura en Música Orquestal en la Universidad de Lanús y se perfeccionó en Venezuela. Se presentó en muchos países –de Italia a los Estados Unidos–; dirigió tanto en el Teatro Colón como en el Luna Park, ante figuras como Martha Argerich y Santaolalla, pero su mayor logro es transformar vidas. Por eso no sorprende que tras los últimos acordes del Carnavalito para bailar, Gustavo lo felicite y que después se entusiasme compartiendo su experiencia con los jóvenes músicos que dirige Sergio.
–¿Qué actitud percibís en los chicos, Gustavo?
–Tienen ímpetu para mejorar y una gran entrega. Yo tengo facilidad para establecer conexión con ellos. Se abren y se desinhiben. Eso ya es suficiente para sacar lo mejor que tienen. A veces, alguien con algo de fama puede dificultar las cosas… Conmigo no pasa.
–Y eso te permite descubrir talentos.
-¡Totalmente! Hay un joven que conocí cuando era muy chiquito. Tocaba un solo de trompeta… Noté su talento la primera vez que lo vi. Lo mismo que con el primer violinista: seguro que va a hacer carrera en la música. Es muy bueno. Me lo encontré una vuelta en un concierto del director venezolano Gustavo Dudamel. Porque este programa tiene una función social. Ofrece una oportunidad. Activa un talento que está ahí. Y que tal vez, como último paso, se convierta en una carrera.
–¿Cómo explicarías lo que puede hacer la música en un niño?
–La música es un lenguaje universal. Esto se ha dicho mil veces, pero no deja de ser una gran verdad. Una vez me junté con un músico de Mongolia. No podíamos hablar una palabra. Pero empezamos a tocar y fue como si nos conociéramos de hace veinte años. Además, siempre sentí una relación muy fuerte entre la música y la espiritualidad. Conecta a las personas desde lo esencial. Anima a la materia. Es decir, les da alma a las cosas. Los niños, por ser niños, tienen una cuota importante de inocencia y de "desconocimiento", entre comillas. Porque cuando somos grandes tenemos mucho para "desaprender". Cosas que aprendiste y te limitan. Cuando sos niño, en cambio, tenés una pureza que hace que la música se manifieste de manera directa. Eso es lo lindo que pasa entre ellos y la música. En cambio, cuando ya estudiaste y tenés muchos conocimientos, también podés paralizarte.
–¿Qué hubiera sido de vos sin la música?
–Yo soy música. Hoy sabemos que todo es frecuencia. Lo que oímos y lo que no oímos pero está ahí… No me puedo imaginar la vida sin música.
–¿Hay algo que todo niño debería escuchar? Una recomendación…
–Que se escuchen a sí mismos y qué les pasa frente a la vida. A veces tomamos conceptos a través de lo que ya procesó otro, y eso nos da una interpretación de las cosas. Yo les digo que tienen que escuchar qué dice su corazón… No lo que les dicen.
Por Ana van Gelderen. Fotos: Diego Soldini.
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