Delfina Pignatiello, una nadadora que a los 17 años ya tiene dos medallas de oro

Tiene 17 años. Luego de las tres medallas que ganó en agosto en el Mundial de Natación de Indianápolis, los argentinos conocimos a esta joven de Martínez, que cursa quinto año y es abanderada de su escuela. Una historia que sostiene despertándose todos los días a las 4 de la mañana para entrenar y ser la mejor.

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Mami y profe a la vez. Delfina y Paula, instructora de natación, en el hogar familiar.
Mami y profe a la vez. Delfina y Paula, instructora de natación, en el hogar familiar.

Su personaje preferido de Disney es Stitch, un alienígena creado para provocar caos en toda la galaxia. Con ese muñeco de peluche color celeste viaja a todos los torneos, y como a Lilo (el personaje central de la película), ella lo adoptó como mascota. Digamos que la historia de Delfina Pignatiello (17) es como la de Ariel.

Al igual que la princesa de La Sirenita, la protagonista de esta nota nació y se desarrolló en el agua. Desde que era un bebé, Paula, su mamá, le enseñó a flotar en una pileta y fue su primera entrenadora. "Como soy profesora de natación, el ingreso de Delfi al agua fue algo natural. Claro, nunca imaginé que iba a llegar tan lejos…", confiesa orgullosa la mujer que, casi como una premonición, bautizó Delfina a su hija.

Eran tantas sus ganas de nadar que a los doce años ya competía para la escuelita de la Municipalidad de San Isidro. ¿Su primera carrera? Cincuenta metros mariposa. A partir de ahí el progreso fue maratónico. Promocionó y a los 13 estaba federada. Un año más tarde ganó su primer nacional. Con 15 años participó del primer sudamericano, en el que obtuvo un oro y dos platas, y logró el record del continente.

El broche de oro llegó en agosto pasado, cuando consiguió algo histórico: dos medallas de oro –en 800 y 1.500 metros– y una de plata –en 400 metros– en el Mundial Junior de Natación que se disputó en Indianápolis. "Mamá fue mi primera entrenadora, mi amiga, mi maestra; me enseñó todo", confiesa Delfina en el living de su casa de Martínez, en la semana previa al Día de la Madre, nada menos.

La chica luce orgullosa las tres medallas (dos de oro y una de plata) que obtuvo.
La chica luce orgullosa las tres medallas (dos de oro y una de plata) que obtuvo.

–¿Siempre supiste que ibas a ser nadadora?
–Con una mamá como la mía… ¡imposible no ser deportista! (carcajadas). Empecé desde muy chica y me gustó siempre. Ahora quiero seguir con todo. No puedo quedarme en la mitad del camino.

–¿Cómo es un día en tu vida cuando no estás compitiendo?
–Me despierto pasadas las cuatro de la mañana para ir a entrenar. Desayuno y a las cinco y media ya estoy en el agua para trabajar dos horas. Salgo y me voy corriendo a la escuela Cardenal Spínola, donde curso el último año del secundario.

–¿Es verdad que sos la abanderada?
–Sí, es así. Ahora bajé un poco el promedio… Ando en 9 y pico…

–¡¿Eso es bajar?!
–Siempre tuve el más alto de la escuela. Incluso alcancé el mejor promedio de San Isidro: me dieron una medalla de oro.

Logró algo histórico: dos medallas de oro y una de plata en el Mundial Junior de Natación que se disputó en Indianápolis.

–¡Te persiguen las medallas!
–Es verdad (risas). Para poder cumplir con todo, le tengo que agradecer a mi familia (además de mamá Paula, vive con Germán, su papá, y Gianluca, su hermano de trece años) por todo el sacrificio que hacen. Ah, y también a la escuela, que me banca. Me toman las pruebas en tiempos diferentes a mis compañeros y me aguantan con el tema de las faltas.

–¿Cómo sigue tu día después de la escuela?
–Vuelvo a casa, almuerzo, duermo una hora de siesta y a las 17 estoy en el gimnasio. Luego, a nadar hasta las 20. Los sábados, si no compito, vuelvo a entrenar doble turno.

sus comienzos en la pile, con su madre indicándole los primeros pasos.
sus comienzos en la pile, con su madre indicándole los primeros pasos.

–¿Salís a la noche?
–¡No me quedan ganas! Además, el domingo quiero almorzar con mi familia… Si salgo, me acuesto tarde y al otro día no me puedo levantar. A lo sumo, nos juntamos con amigos en una casa a comer algo y mirar una peli.

–En un país donde los chicos están esperando tener 17 o 18 años para ir a bailar, ¿sentís que te estás perdiendo parte de la adolescencia?
–Un poco sí, pero es el camino que elegí. Por eso tampoco voy este año a Bariloche… Si voy, pierdo diez días de entrenamiento y me va a perjudicar mucho. No iba con mi preparación.

–¿Tenés novio?
–¡Nooo! Nunca tuve… Creo que ya llegará el momento. Ahora no podría dedicarle nada de tiempo a un novio. Y para que los dos la pasemos mal, prefiero esperar.

“Me despierto pasadas las cuatro de la mañana para ir a entrenar. Desayuno y a las cinco y media ya estoy en el agua para trabajar dos horas. Salgo y me voy corriendo a la escuela Cardenal Spínola, donde curso el último año del secundario”.
“Me despierto pasadas las cuatro de la mañana para ir a entrenar. Desayuno y a las cinco y media ya estoy en el agua para trabajar dos horas. Salgo y me voy corriendo a la escuela Cardenal Spínola, donde curso el último año del secundario”.

–¿Te llegaron propuestas ahora que sos famosa?
–¡Nooo, ninguna! ¡Eso es lo peor! (carcajadas).

–¿Soñás con ganar un Juego Olímpico?
–Cada día un poco más… Sé que para eso falta mucho. Si sigo con las marcas que tengo, clasifico seguro a los Juegos de Tokio 2020. No me quiero marear ni saltear etapas, pero voy a intentarlo.

Por Sergio Oviedo.
Fotos: Matías Campaya.

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