Cumplió con un miércoles cargado de compromisos para poder disfrutar del jueves de su cumpleaños en familia. "Será una celebración privada, en la intimidad de su casa", se limitaron a informar desde la Casa Real Holandesa, anticipando cómo pasaría la reina Máxima su cumpleaños número cuarenta y siete.
Después de los masivos festejos de abril por los 51 años del rey, la soberana no sintió la obligación de compartir su día con el pueblo: optó por festejar puertas adentro, en su residencia de Villa Eikenhorst.
El miércoles asistió a tres eventos diurnos y un concierto nocturno. Lo primero, un almuerzo en el Palacio de Noordeinde en honor del presidente de Alemania,Frank-Walter Steinmeier y su mujer, Elke Büdenbender.
¿Más tarde? La inauguración del Centro Social Label Lab para la integración de personas con discapacidad en la industria de la moda. Y después, la entrega de los premios Four Freedom, en compañía de la princesa Beatriz, que aun después de haber abdicado sigue participando de muchos eventos públicos.
Todo para terminar con la gala a beneficio de la lucha contra el SIDA durante el concierto Red Ribbon en Amsterdam, vestida de colorado rutilante, con un mono de Valentino y la sonrisa de siempre.
Pasaron cuarenta y siete años desde aquel 17 de mayo de 1971, en que Máxima vio la luz en la Clínica del Sol Arenales de nuestra Ciudad de Buenos Aires. Nadie a su alrededor podía siquiera imaginar que su destino la convertiría en Su Alteza Real de los Países Bajos, Máxima de Orange-Nassau.
Por Ana van Gelderen
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