No se vio a Pedro, Andrés, Santiago (ni el menor ni el mayor), Juan, Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo, Tadeo, Simón y Judas, aunque pudo observarse a ocho católicos, dos musulmanes, un cristiano ortodoxo y otro budista. No eran israelíes de Galilea, sino presos nacidos en Italia, Colombia, Sierra Leona, Marruecos, Filipinas, Nigeria y Moldavia.
No estaba Jesús (33) de Nazaret, pero sí el papa Francisco (81), de Argentina. No se trataba del Cenáculo de Jerusalén donde –hace 2018 años, antes de ser crucificado– Jesús compartía el pan y el vino con sus apóstoles: esta vez –una Era después– se trataba de la prisión de Regina Coeli, en Roma, donde Francisco se arrodillaba y con una jofaina y una palangana de plata lavaba y besaba los pies de doce presos, para luego expresar…
"Cuando Jesús lavó los pies a sus discípulos quiso brindarnos, recurriendo a una labor de esclavo, un ejemplo de cómo debemos servirnos unos a otros. Dio la vuelta a un hábito cultural y dictó con su gesto que un buen jefe, sea donde sea, debe servir. Si muchos reyes, emperadores, jefes de Estado, hubieran comprendido su enseñanza y, en vez de ser crueles, de asesinar, hubieran hecho esto, ¡cuántas guerras se habrían evitado! Aquel ejemplo sigue encendido", subrayó antes de continuar frente a los condenados:
"Cuando ven arrodillado aquí a un representante de Jesús, a un embajador de Jesús como yo, deben reflexionar: 'Jesús ha arriesgado a este hombre, un pecador, para venir a mí y decirme que me ama'. Así que los invito a pensar en silencio, en amigos o enemigos, para pedir la gracia de darles a todos, a los buenos y los malos, el don de la paz", dignificó el actual padre de la Iglesia católica aquel gesto del hijo de Dios que la Historia convirtió en Pascua.
Por Leonardo Ibáñez
SEGUÍ LEYENDO:
Quién es la modelo plus size que impactó en la pasarela de Santiago Artemis?