Padre Juan Gabriel: "Quiero morir en Mozambique, mi lugar en el mundo"

El sacerdote hace una gran obra en ese país de Africa, donde se afincó en 2014. Una vez por año visita a Francisco en el Vaticano. Y junto al obispo de Buenos Aires, Mario Poli, llevó a la Virgen de Luján a su misión

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El padre Juan Gabriel Arias en la iglesia de San José de Flores, en su última visita a Buenos Aires. (Foto Fabián Mattiazzi/GENTE)
El padre Juan Gabriel Arias en la iglesia de San José de Flores, en su última visita a Buenos Aires. (Foto Fabián Mattiazzi/GENTE)

Vino a la Argentina por apenas diez días, "para faltar sólo un fin de semana allá". "Allá", para el padre Juan Gabriel Arias (49), está a cinco horas de diferencia, y es Mozambique, Africa, sobre el océano Indico. Más precisamente en la misión San Benedicto de Mangundze, una pequeña ciudad a 240 kilómetros de Maputo, la capital, y a 35 kilómetros de Xai Xai, la capital de la provincia de Gaza. "La parroquia donde estoy yo tiene 44 capillas, la más lejana a 90 kilómetros, con cero asfalto, todo tierra y arena. Pertenezco a la Diócesis de Buenos Aires, pero estoy a préstamo. Mi idea es pedir el pase definitivo y radicarme, quedarme en Mozambique".

–¿Es tu lugar en el mundo?
–Sí. Mi idea es no volver a la Argentina. Morir allá. Pero por ahí el obispo me pide estar en otro lugar. Por eso me gustaría que me dieran el pase.

LA MISIÓN. Aquí siempre fue conocido como "el cura de Racing", club del que es socio vitalicio desde febrero. Lleva encima un celular del país africano y otro de la Argentina. Misiona en Mozambique –donde sobre casi 27 millones de habitantes, los católicos son el 15 por ciento– desde el 2000, pero se instaló definitivamente en 2014. Por supuesto, viajó después del gol de Centurión que le dio el último título a la Academia: "Salimos campeones y al otro día me fui".

Bendiciendo un pozo de agua potable en Mangundze, provincia de Gaza. Y luego, probando el producto del mismo. Un gran avance para la salud de esa población. (Foto Fabián Mattiazzi/GENTE)
Bendiciendo un pozo de agua potable en Mangundze, provincia de Gaza. Y luego, probando el producto del mismo. Un gran avance para la salud de esa población. (Foto Fabián Mattiazzi/GENTE)

–¿No te reclama la familia?
–Nunca tuve mucho contexto familiar. Tengo hermanos y sobrinas, a quienes veo. Mis viejos se separaron cuando yo tenía ocho años. Cada uno hizo su vida. A mi viejo estuve muchos años sin verlo. Apareció tarde, y hoy tiene Alzheimer… Pero me pidió perdón. Mamá falleció hace años. Empecé a trabajar a los trece. Me independicé, nunca fuimos de juntarnos. Hoy me importa más una reunión con mis amigos curas y los de Racing.

–¿Qué te enamoró de Mozambique?
–Siempre me gustó misionar. Ir a donde hacen falta sacerdotes, porque pienso que estamos mal distribuidos. Surgió la posibilidad de Mozambique y fui con siete curas por tres meses… Me quemó la cabeza. Me enamoraron el pueblo, la gente.

–¿Hay racismo a la inversa, o esa aberración es algo propio de Occidente?
–El mozambicano no es racista. A mí lo que me ayudó mucho es hablar shangana, la lengua local. Hoy me consideran uno propio. Me lo dicen. Soy como el papá de todos. Entre los sobrenombres que me pusieron está el de "Mofundis shtsongu", que significa "Padre del pueblo".

Son muchos los argentinos que se acercan a ese rincón del Africa donde trabaja el padre Juan Gabriel. Hacia allí fue una misión de los Cascos Blancos, dirigida por el ingeniero agrónomo Julio Luconi, en coordinación con el gobierno de Mozambique. (Foto Fabián Mattiazzi/GENTE)
Son muchos los argentinos que se acercan a ese rincón del Africa donde trabaja el padre Juan Gabriel. Hacia allí fue una misión de los Cascos Blancos, dirigida por el ingeniero agrónomo Julio Luconi, en coordinación con el gobierno de Mozambique. (Foto Fabián Mattiazzi/GENTE)

–¿Cómo son los mozambicanos?
–Fantásticos, muy buenos. Como en todo país, es muy distinta la gente de campo que la de ciudad. Y yo estoy en el campo. Son laburadores. Por ejemplo, la Fundacion Messi me ayuda con el desayuno para 15 mil chicos, que se reparte en 40 escuelas. Las mamás van a cocinar ese desayuno y lo sirven. Si tuviera que pagarles el sueldo a los voluntarios, no podría.

–¿De quiénes más recibís ayuda?
–Hay una organización llamada Somos del Mundo. Vienen en verano a construir aulas. Ya hicimos 36. También me da una mano Cascos Blancos: estuvo un ingeniero agrónomo una semana. Ahora queremos construir un hospital en la zona, porque sólo hay un puesto de salud mínimo. Es uno de los grandes déficits. Hay un solo tomógrafo en el país. Un solo ecógrafo en Gaza. La expectativa de vida es de alrededor de 50 años. Más de la mitad de la población es menor de 18. En el puesto de salud hay un enfermero y un técnico, pero casi no tienen acceso al médico. Y como hay pocos, cuando aparece uno es director del hospital y no atiende pacientes. Me motivó quedarme allá por las cosas que podía hacer. Entre tanta pobreza, lo poco que hagas tiene un impacto enorme. Cuando me fui, Bergoglio era obispo de Buenos Aires. Tenía miedo por mí y mi sacerdocio. Estaba en condiciones muy precarias y la relación con los curas de Mozambique estaba complicada. No quería volver, pero estaba mal.

Con el Papa en el Vaticano. (Foto álbum personal)
Con el Papa en el Vaticano. (Foto álbum personal)

–¿Cómo es tu relación con Francisco?
–El siempre tuvo un afecto especial por los curas que trabajamos por los más pobres. Siempre te recibe. Y como Papa sigue igual. Me sorprende. La camioneta que tengo en Mozambique me la donó él. Me pide que por lo menos pase una semana en Santa Marta, en el Vaticano. Pero no soy vocero, sino amigo… Y a los dos nos gusta el fútbol.

–¿Es muy difícil vivir allá, y en esas condiciones, para un argentino?
–Hay mucha fantasía con el continente africano. Lo que sucede es que los países poderosos manipulan la información. En América latina hay una gran ignorancia sobre Africa, y viceversa. No es casualidad. Mozambique tiene unas playas fantásticas. Vos sabés que yo hacía el Via Crucis submarino en Puerto Madryn. Soy buzo rescatista. Cada tanto voy a una playa para bucear llamada Ponte D'Ouro, que queda a 250 kilómetros. Va gente de todo el mundo. Hay tiburón ballena, mantarrayas… Mucha gente piensa: "Pobre Juan Gabriel, qué sacrificio…". Y yo estoy feliz. Tengo una cocinera que me hace comida argentina: tengo wi-fi y ella se baja las recetas. Crío chanchos. Un herrero me hizo una cruz y cada tanto tiro un chanchito o unos pollos a la parrilla… Carne hay poca y mala, eso sí.

–¿Y no extrañás nada, el mate por ejemplo…?
–No soy muy matero. Sí tengo síndrome de abstinencia de Racing, y lo sublimo de otra manera. ¡Encima, ahora no pasan los partidos por Internet! Lo máximo es escucharlo por radio a las dos de la mañana. Pero eso me mata. Veo los resúmenes, cómo salió… Juego mucho al fútbol. Llevo camisetas de la Academia. Ahora, en Maputo está Racing como club oficial: ya llegó a la segunda división. Desde acá le donan la ropa. Y en la parroquia tenemos otro equipo con el mismo nombre, con el que jugamos campeonatos barriales. Para no lavar tanto las camisetas, en los entrenamientos un equipo juega en cuero. Una vez me la saqué y les dije: "Ahora tenemos un problema, porque todos ustedes tienen camiseta negra y yo blanca". Entonces, uno se puso una camiseta blanca y dijo: "Ya estoy como el padre".

–Además, pintaste la iglesia de celeste y blanco…
–Como todas mis parroquias. Fue lo primero que hice. La gente está identificada con Racing. Cuando cumplí 20 años de sacerdocio, me hicieron una torta celeste y blanca sin que yo les haya dicho nada.

La parroquia de San Benedicto de Mangundze, pintada de celeste y blanco. Es fanático de la Academia. Allí también fundó un equipo llamado Racing, que hoy está en segunda división. (Foto Fabián Mattiazzi/GENTE)
La parroquia de San Benedicto de Mangundze, pintada de celeste y blanco. Es fanático de la Academia. Allí también fundó un equipo llamado Racing, que hoy está en segunda división. (Foto Fabián Mattiazzi/GENTE)

–Y llevaste a la Virgen de Luján.
–Sí, en 2004. En una comunidad, la capilla se llama Nuestra Señora de Luján. El nombre se lo puso Mario Poli, actual obispo de Buenos Aires. El viajó allá una semana. Estuvo conmigo y visitó la comunidad donde está esa capilla. Y el padre "Poroto" Torres Carbonell, amigo mío que estaba en Luján y hoy es obispo, me regaló una imagen para llevarla.

–¿Hay algún crack para traer a Avellaneda?
–Hay un delantero interesante que es de Malawi, pero en Racing dan muchas vueltas… Vendrá para otro equipo… Sí se dio a la inversa: llevé a Fabio Costas (ex jugador de la Academia) junto con Dardo Valenzuela, preparador físico que trabajó con Cappa en Huracán, para dirigir TexAfrica, recién ascendido. Andaba mal y me preguntaron por un DT argentino. Fue y los salvó. Y ahora los contrataron, junto a Rodrigo Villanueva, de un equipo grande. n

Para colaborar con la misión del padre Juan Gabriel Arias: Banco de Galicia, Juan Gabriel Arias, CUIL 20-20205589-4, Caja de Ahorro 4011775-7 128-1, CBU 00701286-30004011775712.

Por Hugo Martin.
Fotos: Fabián Mattiazzi y Facebook JGA.

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