Pinedo, Prebisch y la historia de la economía argentina: el nuevo libro de Juan Carlos de Pablo

“Pinedo y Prebisch” (Sudamericana) es el título de la nueva obra del economista. Adelanto exclusivo de Infobae

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Juan Carlos de Pablo
Juan Carlos de Pablo

“Siempre cito escritos y afirmaciones realizadas por Federico Pinedo (1895-1971) y Raúl Federico Prebisch (1901-1986)1 . No para quedar bien con los citados compatriotas, sus familiares y amigos, sino porque siguen vigentes”.

Así comienza “Pinedo y Prebisch, vida, obra y gestión de dos economistas argentinos” (Sudamericana) el nuevo libro del economista Juan Carlos de Pablo (UCA y Harvard) que repasa el trabajo de dos referentes locales en la materia: Pinedo, quien fue ministro de Economía de tres presidentes, y Prebisch, quien fue gerente general del Banco Central y referente de la Cepal, entre otros cargos.

“No se aprende nada leyendo o escuchando que José de San Martín fue “un grande”, que Albert Einstein fue “un genio” y que la Primera Guerra Mundial fue “horrible”. Se aprende a partir de descripciones detalladas, no solo de las declaraciones y las decisiones, sino también de los contextos en los cuales fueron realizadas. Analizar el Pacto Roca-Runciman de 1933, ignorando las “preferencias imperiales” de 1932, puede impactar a ignorantes, pero descalifica al pretendido analista”, escribió De Pablo, quien tiene más de 50 libros publicados.

A continuación, Infobae publica fragmentos en exclusiva del libro.

¿Qué rescato de las ideas de Pinedo?

Ministros y presidente; ministros secretarios y ministros consejeros

Pinedo tuvo a su cargo la cartera de economía durante 1016 días, repartidos en 3 períodos: durante los 860 días que separaron el 24 de agosto de 1933 y el 30 de diciembre de 1935; los 137 días que transcurrieron entre el 2 de septiembre de 1940 y el 16 de enero de 1941; y los 19 días que existieron entre el 6 y el 25 de abril de 1962. Durante las presidencias de Agustín Pedro Justo, Roberto Marcelino Ortiz, y José María Guido, respectivamente.

Esto implica que sus reflexiones sobre la relación que debería existir entre el presidente de la nación y sus ministros, así como la amplitud de las cuestiones que deben preocupar a los ministros, en buena medida surgieron de su propia experiencia. Un caso similar al de Henry Kissinger, quien se desempeñó como asesor nacional de seguridad y titular del departamento de Estado, en Estados Unidos, bajo las presidencias de Richard Milhous Nixon y Gerald Rudolph Ford.

Por ello, en este caso, conviene comenzar por sintetizar los respectivos testimonios.

La tapa del libro
La tapa del libro

a. Pinedo. En un reportaje que concedió poco antes de fallecer (Pinedo, 1971) fijó su posición de la siguiente manera: «Le cuento un episodio con un ministro del Gobierno de [Juan Carlos] Onganía. Un muchacho muy inteligente y que aprecio mucho, José María Dagnino Pastore. Estábamos comiendo en casa de Pastore. Lo acababan de nombrar ministro y yo le dije: “Vea, Dagnino, ¡usted no es ministro! Usted es jefe del Ministerio de Hacienda, de Economía, pero usted no tiene personería para ir a decir: ‘Señor, yo pienso de manera distinta en esta cosa; ¿por qué no nos reúne?’”. Porque el presidente debe reunirse con los ministros. No es una cosa vertical, que me explico en la mentalidad militar, pero yo no soy militar. Yo concibo otra cosa».

“Imagínense que me hubieran dicho a mí, en el momento en que he sido ministro, que voy a ver al presidente y me contestan: ‘No tiene audiencia’. ¿No tiene audiencia? ¡Que suprima todas las otras!, porque un miembro del gobierno tiene acceso. Esa es una concepción diferente. El que mejor explicó esa característica de nuestro gobierno fue el viejo [José Nicolás] Matienzo. Fuera de la relación personal, durante la presidencia de [Julio Argentino] Roca nosotros decíamos: ‘Bueno, pero ¿qué piensa [Bartolomé] Mitre?, ¿qué piensa [Carlos] Pellegrini?, ¿qué piensa don Bernardo [de Irigoyen]?’. Entonces, la opinión de los grandes repúblicos se tenía en cuenta, y las de los ministros, ¡no le digo nada! El ministro [Tomás Severino de] Anchorena estaba pensando en una cosa, otro pensaba de distinta manera, pero se discutía, y no era el ministro de Relaciones Exteriores el que imponía su criterio, sino los otros. Es una pena que se haya perdido esa tradición, y es indispensable restablecerla, porque eso es lo que da jerarquía al gobierno, mucho más ahora con el gobierno tan complejo, con tantas actividades”.

Además de lo cual distinguía entre el ministro-secretario y el ministro-consejero. “Siempre he creído que el desempeño de la función ministerial implica no solo la obligación de cuidar una determinada rama de la administración pública, sino el privilegio y la responsabilidad de tener participación en la decisión de los problemas generales de gobierno” (Pinedo, 1968).

Federico Pinedo (Wikipedia)
Federico Pinedo (Wikipedia)

En las tres ocasiones en que ocupó la cartera económica, ciertamente en las dos últimas dejó el cargo por discrepancias con la orientación general del gobierno, no a raíz de problemas referidos a la política económica (...). Sobre el final de su experiencia ministerial de 1962 dijo lo siguiente: “Viene Guido, me dan el Ministerio de Hacienda, no el otro [el de Interior]. Pero yo puse algunas condiciones: ‘Bueno, yo creo que debe subsistir el Congreso’. Se habían elegido diputados peronistas. ‘Bueno —digo—, si los diputados peronistas son inhábiles para ser diputados, porque hay una ley vigente que lo prohíbe, los mandatos de ellos pueden ser anulados, pero no hay ningún motivo para anular el hecho electoral de los que lo votaron’. Decían: ‘No, pero entonces los otros se van a beneficiar’.

‘No, señor: si por la provincia A ha estado usted y usted; usted es peronista y ha ganado, usted segundo porque ha llegado segundo. No es cuestión de darle los 10 diputados a usted. Usted saque los 4 y estos 6 van a volver a elegirse, pero si esos son inhábiles, volvemos a lo mismo’” (Pinedo, 1971).

“Yo había dicho: ‘Cuando cierre el Congreso yo me voy’. Y me fui. Estuve en total una semana en el ministerio; porque yo creo, y esto se lo he dicho a uno que fue ministro en un gabinete anterior, que un ministro no es solo el encargado de una cartera; es un miembro del Consejo que gobierna. Nuestro sistema de gobierno es un sistema presidencial ministerial, en que los ministros son rodaje no subalterno, sino principalísimo, y un ministro se va no solo por cosas de su ministerio, sino por las de otros. Si yo soy ministro de Hacienda, usted ministro de Relaciones Exteriores y quiere romper con Brasil y yo creo que eso es una macana, digo: ‘No, señor, si manda eso me voy’. O si usted es ministro de Justicia y quiere poner enseñanza religiosa, yo me voy. Claro, no es cuestión de irse por una triquiñuela, pero cuando los asuntos son de significación suficiente como para dar la orientación de un gobierno, un ministro se cree obligado a irse” (Pinedo, 1971) (...).

En la práctica hay que desdramatizar

Como hice en la sección anterior, comienzo por sintetizar las ideas de Pinedo, volcadas en el reportaje que respondió poco antes de fallecer (Pinedo, 1971).

«Tentativas de arreglo he tenido siempre. Por ejemplo con [Arturo] Frondizi. Yo le dije: “Vea, Frondizi, usted debe tratar de desdramatizar la lucha política. Le pongo un ejemplo”, le decía. “Supóngase que estamos acá; este partido quiere nacionalizar todo, este otro quiere desnacionalizar todo. No es cuestión de que en los albures de un acto comicial se vaya acá, o se vaya allá, en una graduación de 180 grados. Los ingleses, que tienen más práctica en esto, dicen: ‘Bueno, si yo gano voy a nacionalizar este pedacito’; y este otro dice: ‘Bueno, si yo gano, voy a privatizar este pedacito’. Pero hay una diferencia de 15 a 20 grados, no de 180. ¿Por qué no les propone a los otros? Si los otros no aceptan, hágalo unilateralmente. Diga: ‘Señor, yo quiero llegar hasta este extremo; pero como no soy el único que peso en el país, ni el único que tiene derecho a opinar en el país, contemplo la opinión de otros que piensan de distinta manera y en este período presidencial no pienso hacer sino este cambio’”. Esto es lo cuerdo, lo razonable, pero no se hizo. Por fin, lo sacaron».

Raúl Federico Prebisch (Wikipedia)
Raúl Federico Prebisch (Wikipedia)

“A no dramatizar, a no ponerle más fuego a la hoguera. [En 1962] Tuve una reunión en el Almirantazgo con todos los marinos, muchos eran buenos amigos míos y no aprobaron mi punto de vista: ‘Mire, el pueblo no lo va a entender’. ¡Pero si la misión nuestra es hacerle entender al pueblo, explicarle! Evidentemente, si usted lo dice en forma como para que no lo entiendan, no lo van a entender, pero es perfectamente razonable decir una cosa como esa: ‘Señor, bien o mal, [los diputados peronistas] estaban vetados por la ley, la ley los inhabilitaba’. Cosa que no ha sido solo de acá; porque después de la guerra civil americana inhabilitaron a todos los que habían estado con la Federación y nadie pensó en elegirlos; porque en Alemania o Italia no se dejaba elegir fascistas y si se elegían esos mandatos quedaban nulos; porque durante las monarquías francesas no dejaban entrar a los republicanos, no permitían la candidatura a quienes habían sido fuerzas reinantes. Es decir que las incapacidades, desgraciadas como son, a veces surgen de los acontecimientos y mientras son ley no hay nada malo en respetarlas, procurando que eso dure lo menos posible”.

Azaretto (1998) reproduce un par de cartas que Pinedo le envió a Ángel Borlenghi, ministro de Interior de Juan Domingo Perón, que resultan ilustrativas del referido espíritu pacificador. La primera, escrita en la cárcel, está fechada en 1953; la segunda —menos conocida— fue redactada a mediados de 1954. Lo interesante es la respuesta de Pinedo a las críticas recibidas, por haber enviado estas misivas. En sus palabras: “Las desaprobaron, por ejemplo, algunos que miran la vida política como espectáculo, desde los palcos. Personas que jamás se han tomado el menor trabajo, ni la menor pena, en asuntos públicos y cuya actividad política mayor ha consistido en refunfuñar ocasionalmente, en su casa o en algún salón, contra el régimen, a favor del cual muchos votaron. Se indignaban de mi actitud, interpretada como lo hace [José Agustín] Aguirre [Cámara], como el consejo de abandonar la lucha. Ellos querían que la lucha siguiera. Alguno me dijo que eran momentos en que se necesitaban tonificadores, y que yo daba sedantes; pedían cafeína y no bromuro, cafeína para tener la intrepidez de mirar la lucha desde los palcos, como contesté a alguien, alguna vez”.

Mi lectura de esta importante enseñanza de Pinedo es la siguiente: “Ya bastantes problemas tenemos con los problemas, no seamos nosotros —la dirigencia política— parte del problema”.

Escuchando a expresidentes, y a altos funcionarios del Poder Ejecutivo, así como leyendo sus memorias, aprendí que la realidad con la que han tenido que lidiar fue muchísimo más complicada de lo que suponen quienes no participan de la “cocina” de un gobierno; por la dificultad para entender lo que efectivamente está ocurriendo, las limitaciones instrumentales para hacer algo al respecto, etc.; por lo cual —salvo cuando están en la arena política, o cuando tienen que contestar alguna agresión—, sus palabras reflejan la prudencia y la humildad que surge de capitalizar la experiencia vivida.

Por eso en los debates siempre hay que bajar los decibeles, y en el plano operativo otorgar el beneficio de la duda. No se trata de ocultar los errores, sino de no enloquecer a quienes tienen responsabilidades ejecutivas. Contrariamente a lo que recomienda Pinedo, la Argentina parece estar poblada por “ejecutores chambones y fiscales severísimos”.

Digresión 2. Federico Pinedo nieto, quien se desempeñó como presidente provisional del Senado entre el 10 de diciembre de 2015 y de 2019, puso en práctica lo que aconsejaba su abuelo.

Conceptos claros más allá de la terminología

Con enorme frecuencia, antes de relatarme algo muchas personas me aclaran que “yo no sé de economía”. Las corrijo. “Lo que usted no conoce es la terminología técnica, una taquigrafía que utilizamos los economistas para comunicarnos entre nosotros de manera eficiente; pero usted ‘de economía’ sabe, porque de lo contrario, en un país como la Argentina, no hubiera llegado hasta aquí”. (...)

Pinedo, en 1962, constituye otro claro ejemplo de esto. En sus palabras: “Hay fases de la economía en que sin una política crediticia extremadamente dura no se puede mantener una moneda. Por consiguiente, no hay más remedio que persistir en esa política de dureza, aunque ello sea doloroso. Estamos en uno de ellos, en que toda la expansión crediticia deprime el valor de la moneda, y si se trata de una moneda como el peso, de libre convertibilidad, expele las divisas” (lo afirmó en 1962: lo leí en Pinedo, 1968).

El planteo constituye una nítida descripción de lo que la literatura especializada denomina “el enfoque monetario de la balanza de pagos”, cuyas monografías pioneras fueron publicadas por Frenkel y Johnson en 1976, sobre la base de una idea inicialmente planteada por David Hume. Pinedo era totalmente consciente de la “iliquidez” que existió en la Argentina antes y durante su gestión, pero —particularmente a partir de abril de 1962— leyó correctamente que los argentinos disminuimos la demanda de dinero local, y por consiguiente toda política de reposición de pesos para combatir la iliquidez, lo único que iba a producir era pérdida de reservas y, eventualmente, devaluación (lo cual muestra que las acusaciones que le hicieron de llevar adelante una política monetaria restrictiva, como decisión autónoma de política económica, resultaban de diagnosticar incorrectamente lo que estaba ocurriendo con la demanda de dinero local).

Además de lo cual, siempre en 1962, en la conferencia de prensa que ofreció a propósito de su renuncia, mencionó la existencia de un documento que había preparado para enviar al BCRA, el cual distribuyó como curiosidad, dado que había dejado el cargo. En el mencionado documento recomendaba “permitir que los bancos convengan libremente con sus depositantes el interés que abonarán por los depósitos de ahorro y plazo fijo, así como que convengan las tasas que cobrarán por sus préstamos o adelantos”. ¿Qué hubiera pasado en la Argentina si las tasas de interés se hubieran liberado en 1962, y no 15 años después, como finalmente ocurrió?

Digresión 3. Cualquier secretario de Hacienda aprecia que enfrenta un problema si el gasto público se ajusta por la inflación corriente, pero los impuestos se liquidan con rezagos, sin ajustes en función del aumento de los precios.

¿Cuál fue mérito del denominado efecto Olivera-Tanzi? Haber analizado las implicancias del referido hecho. La afirmación de Pinedo no le quitó mérito al análisis sistemático de la balanza de pagos, desde la perspectiva monetaria.

¿Qué rescato de las ideas de Prebisch?

Muchas cosas, pero como hice con las de Pinedo en el capítulo anterior, aquí me concentro en algunas pocas, que considero particularmente importantes y actuales, porque su vigencia es permanente.

Centro y periferia

“A raíz de la crisis económica mundial que se desarrolló durante la década de 1930, todos los países vieron disminuidas sus exportaciones e importaciones de bienes. Pero, en lo que modernamente se denomina ‘el vuelo hacia la calidad’ [entendido como vuelo hacia la seguridad], mientras algunos argentinos querían sacarse de encima algunos pesos, atesorando libras esterlinas, ningún inglés quería sacarse de encima algunas libras esterlinas, atesorando pesos. De manera que, ante un mismo evento, el ajuste externo fue más severo en la Argentina que en Inglaterra”. Palabras más, palabras menos, esto se lo escuché a Francisco García Olano, en la Universidad Católica Argentina, en 1963.

Así conocí, a través de una relevante aplicación, la idea de centro y periferia, planteada por Prebisch. Una idea que, en el plano internacional, se verifica tanto en el plano de las decisiones como en el de las ideas, pero que también sirve para analizar políticas económicas.

Me saco el sombrero ante las ideas que sirven para entender y para actuar en consecuencia, pero sobre todo ante aquellas que —una vez formuladas— resultan tan obvias que muchos le restan mérito a quien las planteó. Porque, finalmente, ¿qué tiene de novedoso que el poder no esté repartido de manera uniforme?; ¿qué tiene de novedoso que en la historia del pensamiento económico un mediocre que vive en Cambridge tenga más chances de ser recordado que un talentoso que vive en El Cairo… o Buenos Aires? El aporte de Prebisch radicó en haber instalado la idea y ayudado a entender sus implicancias.

Centro y periferia en el plano de las decisiones

El mundo no depende de la Argentina, pero la Argentina sí depende del mundo; ergo, todo planteo de política-política y de política económica tiene que comenzar por un buen diagnóstico del funcionamiento del mundo. Arturo Frondizi y Carlos Saúl Menem, entre otros, fueron presidentes argentinos que tuvieron esto bien en claro, y actuaron en consecuencia.

a. En las “rondas” de negociación que organiza la Organización Mundial del Comercio, destinadas a reducir las barreras comerciales existentes entre los países, es más fácil lograr la reducción de las trabas arancelarias y no arancelarias al comercio internacional de los productos industriales que a los productos agrícolas. En el Pacto Roca-Runciman, celebrado entre los gobiernos de la Argentina y el Reino Unido en 1933, los ingleses tenían la sartén por el mango; y a partir de la denominada crisis subprime, desatada en 2007-2008, a Estados Unidos le ocurrió lo mismo que le había pasado a Inglaterra durante la década de 1930: que el citado “vuelo hacia la calidad” implicó entrada de capitales y por consiguiente reducción de la tasa de interés que paga el Estado por la deuda pública del referido país.

Mirado con ojos argentinos, alarma el aumento de la cantidad de dinero y de la deuda pública que se está produciendo en los países centrales como respuesta a la crisis subprime, más la provocada por el coronavirus. Claro que no hay que interpretar a los otros países con ojos argentinos. Pero tampoco nos pasemos del otro lado y no le prestemos atención a lo que está ocurriendo. Oliver Blanchard y Larry Summers, entre otros, están encendiendo semáforos amarillos al respecto.

Los argentinos debemos resistir la tentación de pensar que lo que se hace en los países centrales automáticamente se puede replicar aquí. Que la emisión monetaria y el aumento de la deuda pública en Estados Unidos no impacte (todavía) sobre la tasa de inflación no implica que en un país como la Argentina se puede desvincular la velocidad con la cual se emite dinero de la tasa de inflación.

b. En períodos normales los países centrales se pueden dar ciertos “lujos”, pero en épocas de crisis también tienen que realizar aportes, para evitar que el sistema económico colapse. Por eso en las crisis se habla de la importancia de ser poco importante. Como consecuencia de la crisis de 1890, la banca Baring puso en riesgo el funcionamiento del sistema financiero inglés. En tales circunstancias el Banco de Inglaterra, que aunque era privado funcionaba “como si” fuera el Banco Central inglés, convocó al resto de las casas bancarias, incluso a la casa Rothschild, ¡quien competía con la casa Baring!, a realizar aportes.

c. El “club” de los países que integran el centro, así como el de los que forman parte de la periferia, registra entradas y salidas. El G7, creado en la década de 1970, estaba integrado por los países cuyas economías en ese entonces tenían los más altos PBI totales. Estados Unidos; Alemania y Japón; Inglaterra y Francia; Italia y Canadá. Como habrá observado el lector, no los ordené por alfabeto sino por importancia relativa. Porque, más allá de que en las cenas los representantes de los 7 países se reunían alrededor de una mesa redonda, como en Rebelión en la granja, de George Orwell, todos son iguales, pero algunos son más iguales que los demás. En dicha mesa una cosa eran Estados Unidos, Alemania y Japón; otra Inglaterra y Francia; y una tercera Italia y Canadá.

Pues bien, hoy no sabemos si en el ranking mundial el PBI total de China es el segundo… o el primero. Cito el caso más claro, aunque no es el único.

d. ¿Qué hay que hacer con la realidad? Quien tiene una responsabilidad ejecutiva, es decir, quien finalmente tiene que responder en el plano de los resultados, mejor que se indigne en privado, pero que se adapte a la realidad en público. En el plano comercial, ¿tiene sentido implementar represalias cuando otro país impone barreras de importación a nuestros productos, si esto no le hace mella a la otra economía? ¿Debemos los argentinos dejar de comerciar con Inglaterra, porque fracasó el intento de recuperar por la fuerza las islas Malvinas? (...).

Primero los hechos. La monografía de 1949 y el “informe” de 1955

Prebisch escribía de manera atractiva, utilizando una prosa elegante y precisa, pero en esta sección quiero destacar la importancia que les otorgaba a los hechos, como punto de partida de sus análisis. Una característica que ilustro contraponiendo lo que escribió en 1949, pensando en América Latina, con lo que afirmó en 1955, con referencia a la Argentina.

a. La monografía de 1949. Más allá de la aclaración “sería presuntuoso, en este primer informe, formular conclusiones que tendrían el valor dudoso de toda improvisación”, el documento titulado El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas arrancó con los tapones de punta. “La realidad está destruyendo en la América Latina aquel pretérito esquema de la división internacional del trabajo que, después de haber adquirido gran vigor en el siglo XIX, seguía prevaleciendo doctrinariamente hasta muy avanzado el presente… En ese esquema, a la América Latina venía a corresponderle, como parte de la periferia del sistema económico mundial, el papel específico de producir alimentos y materias primas para los grandes centros industriales. No tenía cabida allí la industrialización de los países nuevos. Los hechos la están imponiendo. Dos guerras en el curso de una generación, y una profunda crisis económica entre ellas, han demostrado sus posibilidades a los países de América Latina, enseñándoles positivamente el camino de la actividad industrial”.

“La industrialización de América Latina no es incompatible con el desarrollo eficaz de la producción primaria. Por el contrario, una de las condiciones esenciales para que el desarrollo de la industria pueda ir cumpliendo el fin social de elevar el nivel de vida es disponer de los mejores equipos de maquinaria e instrumentos, y aprovechar prontamente el progreso de la técnica, en su regular renovación. La mecanización de la agricultura implica la misma exigencia. Necesitamos una importación considerable de bienes de capital, y también necesitamos exportar productos primarios para conseguirla”.

“La solución no está en crecer a expensas del comercio exterior, sino en saber extraer, de un comercio exterior cada vez más grande, los elementos propulsores del desarrollo económico”.

“Es necesario definir con precisión el objeto que se persigue mediante la industrialización. Si se la considera como el medio de llegar a un ideal de autarquía, en el cual las consideraciones económicas pasan a un segundo plano, sería admisible cualquier industria que substituya importaciones. Pero si el propósito consiste en aumentar lo que se ha llamado con justeza el bienestar mensurable de las masas, hay que tener presentes los límites más allá de los cuales una mayor industrialización podría significar merma de productividad”.

Digresión 1. Planteo aquí una cuestión que surge con mucha frecuencia: la de la relación —mejor dicho, la de la falta de relación— entre una formulación técnica y la aplicación práctica. El texto anterior muestra que Prebisch no era el “loquito de la industrialización vía sustitución de importaciones a cualquier costo”. ¿Es responsable de los extremos que se verificaron en la práctica? Cuestión abierta, que también se plantea en el caso de John Maynard Keynes.

¿Por qué los países fabricantes de productos primarios deben encarar la industrialización sustitutiva de importaciones? Según Prebisch, por dos razones: la diferente distribución de los beneficios del progreso técnico en el centro y en la periferia, y la reducción del grado de apertura de Estados Unidos, la nueva “locomotora mundial”.

“Las ventajas económicas de la división internacional del trabajo suponen que el fruto del progreso técnico tiende a repartirse parejamente entre toda la colectividad, por la baja de los precios o el alza equivalente de los ingresos… Si bien es cierto que [dentro de cada país] el fruto del progreso técnico se distribuye gradualmente entre todos los grupos y clases sociales, las ventajas del desarrollo de la productividad no han llegado a la periferia, en medida comparable a la que han logrado disfrutar la población de los grandes países. Existe, pues, manifiesto desequilibrio, que destruye la premisa en el esquema de la división internacional del trabajo”.

“En general, parece que el progreso técnico ha sido más acentuado en la industria que en la producción primaria de los países de la periferia. Si los precios hubieran descendido en armonía con la mayor productividad, la baja habría tenido que ser menor en los [precios de los] productos primarios que en [el de] los industriales. Pero desde la década de 1870, hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, la relación de precios se ha movido constantemente en contra de la producción primaria (un índice que refleja la cantidad de artículos finales de la industria que se pueden obtener con una cantidad determinada de productos primarios, base 1876-80 = 100, había caído a 85,8 en el período 1911-1913, a 64,1 en el período 1936-1938 y a 68,7 en el período 1946-1947)”.

Digresión 2. Los datos sintetizados en el párrafo anterior fueron extraídos de Naciones Unidas, Postwar price relations in trade between underdeveloped and industrialized countries, 1949, un trabajo elaborado por Hans Wolfgang Singer, quien entre 1947 y 1969 se desempeñó como funcionario en la secretaría de Naciones Unidas. “Es un hecho histórico que desde la década de 1870 la tendencia de precios fue fuertemente en contra de los alimentos y las materias primas y a favor de los productos manufacturados. Las estadísticas disponibles están sujetas a dudas, pero la tendencia general es indiscutible” (Singer, 1950). Es razonable suponer que Prebisch utilizó el estudio estadístico realizado por Singer, pero tenía conciencia del problema —de la inestabilidad del precio de los productos agrícolas seguro— por su experiencia como encargado de estadísticas en la década de 1920, y como funcionario público en la década de 1930. En la literatura se habla de la tesis Prebisch-Singer.

“Los precios no han bajado conforme al progreso técnico, pues mientras el costo tendía a bajar, a causa del aumento de la productividad, subían los ingresos de los empresarios y de los factores productivos… Mientras los centros han retenido íntegramente el fruto del progreso técnico de su industria, los países de la periferia les han traspasado una parte del fruto de su propio progreso técnico”. Cabe aclarar que Prebisch postula esta explicación, pero no incluye ningún dato —estadístico, o de otro tipo— para aseverarla.

b. El “informe” de 1955. En su condición de secretario ejecutivo de la Cepal, Prebisch fue convocado por la Revolución Libertadora, la que en septiembre de 1955 derrocó a Juan Domingo Perón, para efectuar un diagnóstico de la situación económica, con sus correspondientes propuestas. Trabajó de manera acelerada: presentó las “primeras impresiones verbales” de su Informe preliminar el 7 de octubre de 1955, es decir, un par de semanas después de haber triunfado la revolución; la versión escrita de dicho informe, el 24 del mismo mes, y la versión final, titulada Moneda sana o inflación incontrolable y Plan de restablecimiento económico, el 9 de enero de 1956. Informalmente, a todo este material se lo denomina el Informe Prebisch. De inmediato sintetizo estos documentos (Prebisch 1955, 1955a, 1956 y 1956a), como si fueran uno solo.

“La Argentina atraviesa la crisis más aguda de su desarrollo económico; más que aquella que el presidente Nicolás Avellaneda hubo de conjurar ‘ahorrando sobre el hambre y la sed’ y más que la de 1890 y que la de hace un cuarto de siglo, en plena depresión mundial. El país se encontraba en aquellos tiempos con sus fuerzas productivas intactas. No es este el caso de hoy; están seriamente comprometidos los factores dinámicos de su economía y será necesario un esfuerzo intenso y persistente para restablecer su vigoroso ritmo de desarrollo”. De esta manera contundente, y a primera vista algo exagerada, comenzó Prebisch su diagnóstico.

“¿Por qué se ha llegado a esta situación? Por tres razones: se comprometió innecesariamente la eficiencia de la producción agropecuaria; no se siguió una política acertada y previsora de sustitución de importaciones; y no se ha dado a la explotación de petróleo nacional el fuerte estímulo que necesitaba ineludiblemente... La intervención excesiva y desordenada del Estado ha perturbado seriamente el sistema económico en detrimento de su eficiencia, y juntamente con la inflación, ha generado fuentes de beneficios extraordinarios... El Estado ha pervertido burocráticamente la actividad económica privada, y alentado ciertas proclividades que perturban sobremanera el sano desenvolvimiento de la economía y la administración. No es el Estado incorpóreo, infalible y omnisciente el que actúa en la realidad económica, sino funcionarios concretos que, al intervenir en el juego de las actividades privadas, adquieren un considerable poder discrecional que trasciende de la órbita puramente económica... Han quedado pocos técnicos de reconocida capacidad... La cantidad de horas de trabajo necesarias por metro cuadrado de construcción parece ser casi el doble de antes... Hay 25 años de atraso en la renovación del material ferroviario... El desarrollo de la red de caminos se ha estancado, en obras sanitarias las necesidades insatisfechas son considerables, también se impone el mejoramiento de los puertos que están en muy precaria situación”.

En una palabra, según Prebisch, a mediados de la década de 1950 la Argentina no podía crecer por agotamiento de stocks (de infraestructura, maquinaria y equipos, reservas internacionales, expectativas que subestiman la tasa de inflación, etc.) y estrangulamiento externo. La recuperación económica debería encararse con menor grado de intervención estatal. (...)

Los términos del intercambio. ¿Qué diría hoy Prebisch?

El deterioro de los términos del intercambio, entendido como la caída del precio relativo de los productos primarios en términos de los de los productos industriales, es un hecho empírico. Esto quiere decir que puede verificarse entre ciertos países, en determinados períodos, para ciertos productos, etc.; pero que también puede verificarse lo contrario.

Prebisch, analista económico en la década de 1920, y Prebisch, funcionario nacional en la década de 1930 y comienzos de la de 1940, “palpó” el deterioro y tuvo que actuar en consecuencia. Como dije, ilustró su pronunciamiento de 1949 con las estimaciones que había realizado Singer (Spraos, 1980, analizó las críticas realizadas a las estimaciones de Singer, concluyendo que no invalidan el resultado básico).

En 1973, como consecuencia de la guerra del Yom Kippur, el precio en dólares del petróleo se cuadruplicó. Cualquier estimación de la evolución de los términos del intercambio referida a la época muestra una mejora para los países exportadores de productos primarios, con el correspondiente deterioro para los países productores de bienes industriales.

Tal como era de esperar, aparecieron estimaciones “con y sin” petróleo, no tanto para defender a ultranza la tesis Prebisch-Singer, sino para mejorar el diagnóstico. Pero el caso mostró la exagerada simplificación de poner, en un rincón del ring, a los países exportadores de productos primarios, y en el otro a los países elaboradores de productos industriales.

La Argentina, como el resto de los países, estuvo expuesta tanto a mejoras como a deterioros de sus términos del intercambio. Lagos y Burundarena (1974) estimaron la fuerte fluctuación experimentada durante la primera mitad de la década de 1970. En efecto, entre el primer trimestre de 1970 y de 1973, se registró una mejora de 38%, pero entre el primer trimestre de 1973 y de 1975 se produjo un deterioro de 50%; de manera que entre el primer trimestre de 1970 y de 1975 la caída fue de 37%. Mientras que entre 2004 y 2020 los términos del intercambio mejoraron en 31 por ciento.

¿Qué diría hoy Prebisch sobre esta cuestión? En particular, ¿nos recomendaría desperdiciar la oportunidad que genera la soja, en el nombre de la muy probable fuerte oscilación del precio internacional del producto? De ninguna manera, solo que posiblemente recomendaría guardar “en los años de vacas gordas”, para hacer frente a “los años de vacas flacas”. Una recomendación elemental sistemáticamente ignorada en la Argentina por parte de gobiernos de cualquier signo político o institucional.

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