“Mirá Luis, ahí están los hinchas de tu país”. Scola cuenta que, cuando estaba en la NBA, a veces le pasaba algo que confundía a sus compañeros de equipo. Los vascos que llegaban hasta los distintos estadios para verlo jugar en Estados Unidos eran tan efusivos como los argentinos. “Sí, yo me reía, pero cuando pensaba me daba cuenta del lazo tan fuerte y curioso que habíamos creado, siendo que no nací ahí, ni siquiera en el mismo país. Es uno de los mayores honores que logré como jugador, el recuerdo que dejé en Vitoria y lo que me quiere la gente. Me pasa en distintos lados. Y a mí, realmente, me pasa lo mismo: la siento como mi propia tierra, guardo un hermoso recuerdo de la ciudad, el equipo y la afición”, admitió Luifa con la emoción que le generan los fuertes recuerdos que se le vienen a la mente de aquellos tan especiales siete años en el Baskonia, aquel ex Tau Cerámica que lo contrató, cuando tenía 17 años, en junio de 1997. Lo llamativo fue aquel acuerdo que firmó por 10 temporadas, una rareza para la época pero que hablaba de la confianza que tenía la cúpula vasca de lo que sería esta joya que jugaba ya hacía un año y medio (en Ferro) en la Liga Nacional.
Este viernes, en el estadio Buesa Arena que tantas veces lo aclamó, habrá un reconocimiento muy especial para uno de los mejores jugadores y deportistas más queridos de la historia de esta ciudad de 250.000 habitantes, la capital de la provincia de Álava y, de facto, del País Vasco. Sede de este equipo poderoso de Europa que ha sido, en estas últimas cuatro décadas, la gran sucursal argentina en el Viejo Continente, con una historia hermosa detrás. Luis estará presente, junto a su familia, para disfrutar del retiro de la emblemática camiseta N° 4, que subirá hasta las alturas para hacerles compañía a las de su amigo y gran socio en la cancha, Pablo Prigioni, el español Sergi Vidal y el serbio Igor Rakocevic. “Los hinchas me hacen sentir como uno de los suyos y yo lo disfruto mucho. Es fantástico que pasen los años y te sigan recordando de esta manera”, admitió hace pocos años.
El desembarcó de Luis llegó con 17 años, con un contrato de 10 temporadas, en un muy buen momento del club, que primero lo dejó una campaña en Ferro de nuestro país y luego se lo prestó al Gabitel Gijón, inicialmente para jugar en la LEB -segunda división- y luego, tras el ascenso, para hacer pie en la ACB, hoy Liga Endesa, la principal competencia de Europa. En Gijón ocupó plaza de extranjero, con 18 años, algo improbable en la época, y se destacó, formando dupla con Linton Townes, un estadounidense con experiencia NBA que hizo de padrino.
Tras promediar 14.8 puntos y 5.6 rebotes, con apenas 19 años, en la primera división española, el Tau Cerámica -hoy Baskonia- lo repescó y ahí empezó una historia de amor que terminó en 2007, cuando dio el soñado salto hacia la NBA, puntualmente a los Rockets de Houston. En siete temporadas jugó 447 partidos, ganando una Liga ACB, tres Copas del Rey y tres Supercopas. Fue dos veces MVP y en tres ocasiones lo eligieron en el quinteto ideal. Llegó también tres veces al Final 4 de la Euroliga y dos veces fue subcampeón (2001 y 2005). “Fue mi cuenta pendiente”, admitió. Se fue siendo el goleador y máximo rebotero del club en la Euroliga.
Esta historia de amor comenzó en 1995, cuando Alfredo Salazar vio a Luis y se acercó a su entorno, por primera vez. Hablamos de un ex entrenador devenido en reclutador que, a fines de los 80, viendo que el Tau no tenía la billetera de otros poderosos de España, empezó a estudiar el mercado sudamericano y encontró un potencial superior en el argentino. En 1989 se llevó a tres de las joyas de una cada día más talentosa Liga Nacional: Marcelo Nicola, Gabriel Díaz y Walter Guiñazú. Al primero, una joya que sacó de la cantera del Sport Club cañadense, lo fichó por 10 años (a cambio de 70.000 dólares que pagó su cesión) y el ala pivote terminó siendo una estrella del club y de Europa.
Hasta ese momento, el Taugrés -como se llamaba en esa época- tenía dos antecedentes de argentinos, el de Ricardo García Fernández, ala pivote que llegó a tierra vasca para un reemplazo temporario y fue el primer argentino en jugar, y el de Juanito de la Cruz, otro argentino ex San Lorenzo que se afincó en España y realizó una gran carrera. Pero luego de lo de Nicola, que logró ganar la Copa del Rey 95 y la Recopa europea 96, Salazar intensificó la búsqueda en el país y en 1996 se llevó a Juan Espil, el Escopetero nacional, figura de la selección, que se fue en 1996 y con el que ganó la Copa del Rey en 1999. Justamente fue el tirador bahiense el que le enseñó la intimidad del Tau a Scola, en un video que hoy es una reliquia…
No le fue fácil a Salazar convencer a Luifa, quien estaba convencido que su próximo paso era la NCAA. “Yo estaba obsesionado con la NBA en ese momento y tenía la idea de que el camino más rápido para llegar era ir al torneo universitario, además de poder desarrollar una carrera mientras progresaba como jugador”, explicó Scola años después.
Pero Salazar hizo un gran trabajo para convencerlo. Para eso tuvo que quedarse un mes en el país para, día a día, ir convenciendo a un chico que ya era muy maduro coincidiera que ir a Vitoria era lo mejor como paso previo a la mejor liga del mundo. “Aunque el año de mi llegada Nicola se fue a Panathinaikos, la carrera de Marcelo fue determinante para que yo decidiera ir a Vitoria. Era un ejemplo a seguir para mí”, explicó Luis.
Así fue que los vascos lo firmaron por diez años, repitiendo la maniobra de Nicola. Básicamente porque no se querían perder a esa joya nacional. De entrada, como aún debía pulir su juego y no tenía pasaporte comunitario, lo cedieron al Gabitel Gijón, primero para jugar en la segunda división (98/99) y luego en la ACB (99/00), en la cual se convirtió en el extranjero más joven en debutar en la mejor competición europea.
Así fue que, de a poco, los argentinos empezaron a convertirse en piezas centrales de los equipos vascos.
En 1999 llegó Julio Lamas, en otra fuerte apuesta de la dirigencia vasca luego del éxito del coach en Boca y nuestra Selección. Julio juntó a Espil con Andrés Nocioni y Fabricio Oberto: al primero lo contrató con 19 años tras su explosión en la Liga con Independiente de Pico y al cordobés lo rescató a los 24, tras su mala experiencia en Grecia. Esto abrió la puerta para una oleada nacional. En la 01/02, además de Scola, Oberto y Nocioni, estuvieron Hugo Sconochini (recomendado por Lamas) y Gaby Fernández. Con ese quinteto metieron doblete: la Copa del Rey y la primera Liga ACB de la historia. Además de comenzar una continuidad por años en la elite de España y Europa. “Es difícil olvidar aquella temporada. Ganar los dos títulos en tu propia casa es una cosa que no ocurre todos los días. Teníamos una plantilla muy potente”, recordó Scola.
En 2004, cuando Tau ganó la cuarta Copa del Rey, habían llegado dos nuevos compatriotas. El quinteto titular ya era dirigido por Pablo Prigioni, con Nocioni y Scola como baluartes esenciales (y hoy seguramente los dos ídolos más grandes en la historia del club), además de Roberto Gabini, un alero que salía en ocasiones desde el banco.
En la temporada 05/06, con Scola haciendo dupla con Prigioni (porque Chapu ya estaba en la NBA), repitió en la Copa del Rey, en la 07/08 se consagró en la ACB, con el dúo Prigioni-Scola brillando como nunca. Una dupla que hizo una masterclass de una jugada -pick and roll-, como aquella de Stockton y Malone de Utah, en la NBA. Ambos fueron quinteto ideal de la Liga ACB en dos temporadas, para dejar claro lo que significaron.
En la 07/08, ya sin Luis y con Pablo y otro argentino (Ariel Eslava), se quedó con la sexta Copa del Rey, ratificando la importancia de nuestros compatriotas. Sólo en tres temporadas, desde 1989, no hubo argentinos en el club. Recordemos que también pasaron otros importantes compatriotas sin lograr títulos: Rubén Wolkowyski, Walter Herrmann, Carlos Delfino, Víctor Baldo, Leandro Palladino, Leo Mainoldi, Nico Laprovittola, Matías Nocedal y Matías Sandes completan los 25 que han jugado en estos 40 años. Tan pero tan requeridos han sido los argentinos en Vitoria que la mitad del campeón olímpico en Atenas 2004 jugó en Baskonia.
Fueron las épocas durísimas de Dusko Ivanovic como entrenador, un sargento serbio que los exigía al máximo, generando las más divertidas -hoy, claro- anécdotas. “Me convertí en mucho mejor jugador gracias a Dusko. Las primeras semanas fueron muy difíciles, yo no había conocido nunca ese tipo de método de trabajo, tanto en entrenamientos como en partidos. Me inculcó una intensidad para trabajar día a día que mantuve. No sé qué hubiera pasado si no hubiera tenido a Dusko, pero estoy seguro que mi carrera hubiera sido peor. Es, sin lugar a dudas, el entrenador que más me ha influido a lo largo de mi vida deportiva, junto a Sergio Hernández”, aceptó el 4.
Justamente hoy, cuando sea la ceremonia, Ivanovic estará presente porque, a los 66 años, comenzará su cuarta etapa como coach de Baskonia, luego de ser despedido del Estrella Roja. “Será especial estar a su lado en este momento”, devolvió el montenegrino en la previa.
Algunos de los compañeros notable que tuvo Scola, quien eligió a los principales. “A lo largo de los años tuvimos grupos fantásticos, pero las temporadas en las que coincidí con Travis Hansen, Tiago Splitter, Pablo Prigioni o Vidal son los que guardo con más cariño”, rescató Luis para luego elegir sus dos quintetos ideales de aquellos años en Vitoria. “Mi equipo titular sería Prigioni, Macijauskas, Nocioni, Oberto y Tomasevic. Y como suplentes me quedo con Bennett, Foirest, Vidal, Kornel David y Víctor Alexander”, seleccionó.
Será una tarde-noche muy especial en Vitoria. Una ciudad y un club con una comunión muy especial con Luis y los compatriotas.
“El Baskonia no se entiende sin los argentinos”. Lo dijo Rafa Muntion, relator histórico del equipo, y en la calle lo repiten todos los fanáticos que entienden cómo nuestro ADN ha cuajado de forma perfecta con la esencia vasca. “Allá todos nosotros somos locales, bienvenidos, como si fuera nuestra casa”, sumó Lamas. “Nos quieren muchísimo. Valoran nuestra mentalidad y la gente reconoce el corazón. Sin dudas sobresalimos por el carácter”, agregó Prigioni, otro de los hijos adoptivos del club. Hoy toca el reconocimiento a Scola, pero un poco es para todos y cada uno de los argentinos que dejó la piel en cada batalla.