Selección Nacional: una débil luz de esperanza en medio de la tempestad

Los únicos que pueden hacer salir de este caos al equipo son los propios jugadores

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La selección argentina en el bunker de Bronnitsy (Reuters)
La selección argentina en el bunker de Bronnitsy (Reuters)

La Selección Argentina de Fútbol es el más fiel reflejo de la AFA. Si el manejo de la institución es caótico, ¿ por qué no habría de serlo el de su equipo nacional?

No existen campeones sin la convivencia, los objetivos y los comportamientos armoniosos de un trípode integrado por dirigentes, jugadores y cuerpo técnico.

Para ello no es necesario que todos piensen de igual manera, pero sí que se respeten, confíen y actúen.

Tras el triunfo de Nigeria sobre Islandia (2-0) el ultimo viernes, resulta muy difícil admitir que la Selección Argentina de Fútbol no se haya impuesto a ese empírico, débil y romántico equipo islandés. Casi increíble en términos objetivos bajo la asepsia del simple análisis técnico.

Pero la resignación de esos dos puntos y la vergonzante derrota frente a Croacia (3-0) nos han generado este panorama de dependencia que comenzará con la obligación – absolutamente factible – de vencer a Nigeria.

(AP)
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Antes y después de ello nada borrará lo actuado. Y eso implica el mayor ridículo de los últimos 50 años consumado por la dirigencia de la AFA presidida por Claudio Tapia.

La contratación de Jorge Sampaoli fue una decisión unilateral y absurda que Tapia tomó como propia sin consenso ni responsabilidad. Se trató de una incorporación contracultural pues para ser técnico de la Selección Nacional la AFA siempre requirió trayectoria, experiencia, liderazgo y oportunismo. Desde César Luis Menotti (1974) hasta Gerardo Martino (2014), la sucesión de técnicos respondieron a esas premisas. Son los casos de Carlos Bilardo, Alfio Basile, Daniel Passarella, Marcelo Bielsa, Jose Pekerman, Alejandro Sabella y Gerardo Martino. Dejaremos fuera de esta consideración a Diego Armando Maradona por ser Diego Armando Maradona respaldado por el clamor popular tras la renuncia de Coco Basile en 2008, la de Checho Batista por su condición de emergente de la Juvenil en 2011 y la Edgardo Bauza de efímero paso a raíz de la Intervención Normalizadora.

Los jugadores que estuvieron a las ordenes de cualquiera de ellos en la coincidencia o en el disenso tuvieron claro que con diferentes estilos de juego esos técnicos sabían a que querían jugar sus equipos y con quienes hacerlo.

El presidente de la AFA era Julio Humberto Grondona y lo secundaban unos dirigentes probos facultados para la consulta y la evaluación.

Es así como cada uno cumplía con su función y tenían claras sus atribuciónes y sus obligaciones.

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A la distancia resulta inimaginable que se hubiera suspendido un partido amistoso obligado bajo contrato por la decisión de los jugadores –el gravísimo caso de Israel en la gira previa- o que el técnico decida unilateralmente si se va o no se va a una Audiencia Papal tras tres solicitudes oficiales pedidas por la institución AFA constituyendo una imperdonable afrenta

Cuando los jugadores y el técnico deciden cuestiones institucionales, quien preside la institución se convierte en un actor débil, prescindible, casi inexistente.

No se cumple con la función para la que fuera elegido vestido de jugador, viendo los entrenamientos, tratando de justificar lo imposible con ridículos discursos que incluyen insortables frases como aquella de… "contribuciones a la paz mundial" o ensayando primarias arengas de esperanza ante el caos .

Después de ver como Jorge Sampaoli ofendió a un agente de tránsito en su propia ciudad –Casilda- llamándolo "gil, vos ganas 100 pesos por mes", cualquier presidente de la AFA habría advertido con preocupación en manos de quien estaba la Selección Nacional. Fue un aviso no escuchado que acaso habría evitado todo lo que sucedió a continuación. Un director técnico de la Selección Nacional deja de ser gran parte de él para ser un representante del fútbol argentino.

Lo de Barcelona y lo de Rusia se inscribe en lo peor de la historia de las Selecciones Nacionales antes y durante un Campeonato Mundial. Y este concepto refiere a un nivel convivencial entre jugadores, cuerpo técnico y dirigentes tan caótico como vergonzoso.

(AFP)
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Los dirigentes que hoy están al frente de la delegación son aquellos que en la Copa América del Centenario disputada en los Estados Unidos en el 2015 alquilaron dos aviones para el regreso inmediato de la comitiva. Uno que ya habían contratado y que por orden del preparador físico Paolorosi despegaría 24 horas después del ultimo partido –ante Chile – y otro que debieron buscar urgente a pedido de los jugadores para regresar a Ezeiza esa misma noche y "ganar" 24 horas. El primer avión trajo a la delegación y el segundo, con capacidad para más de 140 personas, voló con los baúles de utilería y seis personas. La consecuencia de tanto desgaste terminó con la renuncia de Gerardo Martino, quien por dignidad jamás declaró nada ante la prensa. Esa delegación la presidía Jorge Miadosqui –vicepresidente de San Martin de San Juan, designado Secretario de Selecciones Nacionales por el interventor Armando Pérez- y por Claudio Tapia, tan amigo y admirador de los jugadores que generosamente iba al aeropuerto a buscar a alguna estrella del equipo como Messi para facilitarle el acarreo de sus maletas.

Hoy Claudio Tapia , el gran amigo de Messi y de muchos de los jugadores estrellas del equipo nacional, también es el presidente de la AFA. Imaginamos cuán difícil le resultará hacer convivir ambas situaciones, sobre todo si se diera la fatídica casualidad que en alguna cuestión económica hubiere participación, injerencia o recomendación de algún familiar de uno o de más de un jugador del plantel. Ser amigo, admirador, contertulio y además presidente de la AFA debe ser algo muy difícil para Tapia.

Y ese contexto hay que incluir la evaluación que a esta altura amerita Jorge Sampaoli por parte de la AFA. Por cierto que frente a esta nueva y bendita esperanza será difícil actuar. Pero un simple trabajo objetivo que fehacientice lo que dijo y lo que hizo más aquello que no dijo e hizo, sumado a su comportamiento deportivo y social, demostrarían rápidamente que Jorge Sampaoli desvaloriza a la Selección Nacional.

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Solo ver cómo pedía desesperadamente el VAR para que amonestaran a un jugador croata, cómo se dirigía al cuarto arbitro en todos los partidos, de qué manera insultó a un jugador del equipo adversario llamándolo "cagón". Eso no es la Selección Argentina. Solo ver la actitud de los predecesores para advertir que Sampaoli no esta a la altura de su cargo. Fue un error su contratación. No tiene aptitudes de líder. Los jugadores no le creen, ni confían en él. Desde su libro "Mis latidos", un oportunista manual de vaciedades hasta sus declaraciones incongruentes, Jorge Sampaoli fue una decepción de la que deberán hacerse cargo quien lo trajo y quien lo respaldó. Si fuera cierto que su contrato es por cuatro años más, entonces quienes lo suscribieron debieran obligarse a dar algo más que una inexplicable explicación. Los dirigentes no debieran dudar de que estamos en presencia de un inepto que jamás debió llegar a tan alto cargo.

¿Podria este conductor levantar el animo de nuestro equipo?. La respuesta es no.. ¿Podría hacerlo Tapia? Ha perdido parte del afecto de los jugadores y eso hace declinar su autoridad. ¿ Y entonces quién…?

Los únicos que pueden hacer salir de este caos a la Selección Nacional son los propios jugadores. Deberán para ello entrenar físicamente según lo previsto pero hacerse cargo de la situación. Todos tienen suficiente experiencia como para sacar esto adelante si es que se dan las combinaciones con Islandia-Croacia.

Esta generación no podrá irse de la Selección Argentina con ésta triste imagen. Tampoco subordinarse a acatar órdenes para jugar contra Islandia como si fuera Croacia y con Croacia como si fuera Islandia. Basta del reino del revés. Puesto que se trata de la última oportunidad, bueno sería que se tomen la licencia de prescindir de su errático y desorientado director técnico.

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Deberán poner especial énfasis en llegar a dos órganos vitales de Lionel Messi: el corazón y el cerebro, aparentemente pertubardos. Nadie mejor que los compañeros para restaurar alguna "lesión pasajera". La última aparición de este genial jugador en el encuentro frente a Croacia dio la impresión de estar ausente. Como si alguna pesada carga lo estuviese abrumando sin encontrar respuestas. Lionel, el mejor jugador del mundo, pareció desconcentrado y casi como aquellos jugadores que actúan por obligación desafiando a su voluntad por no jugar.

Para que podamos disfrutarlo, sus compañeros y nadie más que ellos debieran hablar con él hasta volverlo a convencer de que jugar al fútbol y ser el capitán de la Selección Nacional no es un hecho dramático, no es una carga, es un privilegio, un honor.

Y deberán ser ellos, los históricos jugadores que le dieron a la Argentina el privilegiado rol de llegar a tres finales en los últimos tres torneos internacionales, quienes tomen la bandera de la esperanza. Proteger a Messi, armar el equipo, elegir el diseño para enfrentar a la joven Nigeria y jugar con una actitud digna que no es otra cosa que hacer lo que hicieron siempre todos los jugadores que integraron las selecciones nacionales.

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No se puede perder sin sufrir. No se puede ganar sin convicción.

En medio de la tempestad y milagrosamente se ha encendido una luz de esperanza. Puede durar lo mismo que la de un fósforo o perdurar como en un candil.

Rogamos para que dure.

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