El esfuerzo que le demandó la hazaña la dejó de cama. "Ahora estoy acostada, porque anoche no pude dormir de la fiebre. Me tuve que poner un inyectable para relajarme un poco", le dijo a Infobae Sabrina Ameghino desde el otro lado de la línea telefónica, antes de partir rumbo a Europa, donde afrontará sus próximos desafíos.
La histórica jornada que protagonizó en la Albúfera Medio Mundo la convirtió en la argentina más ganadora de medallas en los Juegos Panamericanos. Con la presea de oro saldó la cuenta pendiente que tanto la preocupaba, ya que en las presentaciones anteriores había cosechado dos platas y seis bronces.
Como si se tratara de una película de Hollywood, el llanto que la invadió en la prueba final paralizó a un público que seguía sus acciones a la distancia. "Lo único que pensé y me dije en ese momento fue: Por fin… tenía que ser ahora o nunca, porque fueron 20 años esperando que se diera. Siempre la peleaba y quedaba cerquita. Tuve una emoción muy grande, porque con esto demostré que dejar a Vera (su hija de 14 años) un tiempo valió la pena. Ella es lo más importante de mi vida", reveló con una voz quebrada, como cuando uno se levanta con resaca después de una noche de fiesta. Aunque en su caso no se trató de copas, sino de medallas. Una borrachera de éxito.
La relación con su hija fue uno de los factores determinantes en su motivación. "Con Vera somos muy amigas. En los últimos metros no paré de pensar en ella. Es como un adulto metido en el cuerpo de una nena", reconoció la experimentada deportista de Ensenada. El mensaje que leyó antes de subirse al kayac fue una premonición de lo que conseguiría en la decisiva regata: "Vos podés. No tenés techo".
Su gesta le sirvió para igualar la marca de Walter Pérez, un récord que no tuvo en consideración. "Soy malísima con las estadísticas. Me estoy enterando recién ahora y me llena de orgullo porque él es un deportista ejemplar", continuó con la sinceridad que la caracteriza antes de confesar cuál será el destino de la deseada medalla. "Las que son de los Juegos las tengo guardadas en una cajita especial porque son más delicadas. La verdad es que no pienso en ser la argentina con más medallas en los Panamericanos. Sólo es un mimo más para la trayectoria".
A sus 39 años, Ameghino logró el objetivo con una analogía similar a la que concretó Santiago Lange en Río 2016, cuando la longevidad superó a la juventud. Sin embargo, para la heroína de Ensenada no hay punto de comparación entre un oro y otro: "Lo de Santiago fue otra cosa. Me escribió por WhatsApp para felicitarme y me emocioné mucho porque lo admiro muchísimo como persona. Ha luchado siempre en la vida".
A la espera de su partida hacia Hungría, donde se desarrollará el Mundial de la especialidad y competirá por una plaza que le permita ilusionarse con su presencia en los Juegos Olímpicos del próximo año, apuntó: "El sueño fue Río. En su momento fue Londres y no pudo ser, pero en Brasil ya se cumplió. Llegar a Tokio sería como poner 10 kilos de frutillas arriba del postre".
La inestabilidad de las conexiones en internet, la dificultad que genera el tránsito y la recuperación que deberá realizar para volver a la actividad en tres semanas llevaron a apresurar la despedida para que la Abuela atendiera a otros medios. Su teléfono no para de sonar y los pedidos son innumerables. "Al final no está tan bueno ganar una medalla", cerró entre risas.
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