Trampas en el deporte: 10 fraudes vergonzosos

Desde esconder un bisturí en el guante para cortarse y simular una agresión hasta colocarle un motor a la bicicleta. Trampas en todas las disciplinas

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La que calentó los patines. Ortrun Enderlein (1968)

Era rapidísima y por eso era la favorita para ganar los Juegos Olímpicos de Invierno de 1968, en Grenoble, Francia. La especialidad de Ortrun era luge: recostada boca arriba sobre su trineo, descendía a toda velocidad sobre el hielo.

Ortrun Enderlein (1968)
Ortrun Enderlein (1968)

El equipo femenino de Alemania del Este al que pertenecía obtuvo los mejores tiempos: ella finalizó primera luego de tres descensos, su compañera, Anna-Maria Müller, se ubicó tan sólo 0.02 segundos detrás y Angela Knösel logró el cuarto puesto. Gran perfomance. En medio de ellas, una italiana, Erika Lechner estaba tercera. Pero algo no les cerraba a a las competidoras de otros países.

Las alemanas llegaban al circuito muy sobre la hora. También se comportaban de manera extraña cada vez que terminaban la carrera; se iban rapidísimo apenas finalizaban el recorrido.

Entonces uno de los jueces decidió inspeccionar los patines de los trineos: las chicas habían calentado las cuchillas, lo que reducía la fricción con el hielo y, por ende, iban más rápido. Las tres alemanas fueron descalificadas y la italiana, que era bronce, se llevó el oro.

La espada de la tecnología. Boris Onischenko (1976) 

A los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976 Boris Onischenko llegó con chances de consagrarse como súper atleta: era pentatlonista y de los mejores. En pentatlón moderno, una prueba que combinaba natación, salto ecuestre, carrera a campo traviesa, tiro y esgrima, el equipo ruso era de los mejores del mundo. Cuatro años antes, en Munich 1972, habían ganado la medalla de oro por equipos y, Boris, la plata individual. En el anterior Juego olímpico de México 1968 se llevaron la medalla de plata. A Montreal Boris llegó como el campeón ruso vigente.

Boris Onishchenko
Boris Onishchenko

El inglés Adrian Parker se paró frente a Boris para dar lo mejor de sí: esto era tocarlo con su espada y evitar ser tocado por la del ruso. Cada vez que la punta de sus espadas tocara al contrincante, los sensores registrarían el contacto y se vería en el tablero de puntuación.

Comenzado el duelo, el arma de Boris tocó a Parker. Touché, inglés, pensaron todos. Pero Adrian no sintió nada. Al rato, otra vez lo mismo: no lo tocó y, sin embargo, el tablero contabilizó un contacto. 

Con Parker ya derrotado, era tiempo de eliminar al capitán del equipo, Jim Fox. Boris intentó una estocada que pasó bastante lejos de Fox y… ¡touché! El tablero marcó contacto.

Los ingleses pensaron que había una falla en el sistema y pidieron la revisión. El sistema andaba perfecto, como la espada de Boris. Escondido en la empuñadura, debajo de una pequeña capa de cuero, tenía un interruptor. Cuando él lo presionaba, el sensor lo tomaba como un toque sin haber siquiera rozado el cuerpo de su contrincante. Fue descalificado inmediatamente.

Se rumoreó que de regreso a la villa olímpica el equipo ruso de voleibol quiso hacer volar al innovador de Boris desde una ventana.

Cortar camino en subte. Rosie Ruiz (1980)

Agotada, la estadounidense Rosie Ruiz igual dio una entrevista para la TV el 21 de abril de 1980. Así la presentaba la periodista: "La misteriosa mujer ganadora, no la vimos en ningún punto de control, ¡Felicitaciones!". Con una sonrisa -otros atletas apenas pueden mantenerse en pie; la mayoría se desploma al pasar la línea de llegada- Rosie agradecía. Pocos minutos antes había ganado la maratón de Boston. Corrió 42 kilómetros en 2:31:56. Era récord en la historia de esa carrera.

No sólo había ganado, también lo había hecho 25 minutos más rápido que en la maratón de Nueva York, seis meses antes. Y eran las únicas dos que había corrido en toda su vida.

Rosie Ruiz en la maratón de Boston de 1980 (AP)
Rosie Ruiz en la maratón de Boston de 1980 (AP)

Ya tenía la medalla, ya había subido y bajado del podio cuando dos personas del público denunciaron haberla visto salir de entre la muchedumbre y sumarse a la carrera, unos kilómetros antes de la meta.

Así como la periodista no recordaba haberla visto a lo largo de la carrera, tampoco los atletas que habían corrían, supuestamente, a su lado. Bill Rodgers, el ganador de la prueba en la categoría masculina, no podía creer que no estuviera extenuada, roja, reventada. Las sospechas eran tantas que hasta en Nueva York chequearon. Allí lo de Rosie había sido aún más grave que en Boston: se había tomado el subte por un par de estaciones. A los pasajeros que la vieron con su pechera de corredora les explicó: "Me torcí el tobillo, quiero llegar para ver el final de la carrera".

Rosie fue descalificada. La ganadora fue la canadiense Jacqueline Gareau, que cruzó la línea de llegada luego de 2:34:28. Semanas después le hicieron una ceremonia de reconocimiento.

El mano de yeso. Luis Resto (1983)

El 16 de junio de 1983 por decisión unánime y nada menos que en el Madison Square Garden, el boxeador puertorriqueño Luis Resto le ganó a Billy Collins Jr. en 10 rounds. La sorpresa era enorme porque Collins venía de ganar 14 de los 14 combates de los cuales 11 habían sido nocauts. Se suponía que Resto sería un trámite.

Así quedó Collins después de la pelea con Resto, en 1983
Así quedó Collins después de la pelea con Resto, en 1983

A medida que avanzaban los rounds los ojos de Collins desaparecían; los golpes habían deformado sus pómulos y párpados. Era una paliza histórica. Ya terminada la pelea, mientras Collins Jr. abrazaba el aire, ciego y buscando aire como un pez fuera del agua, su padre y entrenador felicitaba a Resto. Fue cuando tomaba con ambas manos los guantes del puertorriqueño cuando que notó algo raro: una extrema dureza.

Rápidamente dio aviso a la organización y aunque la velada terminó con Resto caminando el cuadrilátero con el cinturón de ganador, a los pocos días se supo la verdad: las vendas de sus manos tenían yeso.

Collins Jr. sufrió una lesión en la retina del ojo derecho y severos daños en el izquierdo. No peleó nunca más y murió unos meses después al chocar con su auto. A Resto lo inhabilitaron de por vida, la familia de Collins lo denunció por agresión y conspiración y estuvo tres meses preso. Su entrenador también.

El arquero del bisturí. Roberto Rojas (1989)

Chile necesitaba la victoria para clasificar al Mundial de Italia 90. Era 3 de septiembre en 1989, era un encuentro decisivo y había que ganar de visitante y en el Maracaná.

El partido estaba muy difícil y Brasil ganaba desde el minuto 4 del segundo tiempo por 1 a 0. Cuando faltaban 23 minutos para que terminara, una bengala cayó en el área chilena. El arquero, Roberto "El Cóndor" Rojas, se desplomó. La transmisión lo mostró revolcándose cortito, rápido, con los guantes tapándose la cara. En cuestión de segundos sus compañeros lo cercaron. Uno de ellos llama a los gritos al médico que, bajo un tumulto de camisetas rojas, lo revisa.

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Cuando lo retiran en camilla, su hombro izquierdo está manchado de sangre. La herida era evidente. Ofuscadísimos, los jugadores de Chile se fueron de la cancha; no estaban dadas las condiciones para continuar. Pedían los puntos del partido.

Ricardo Alfieri, fotógrafo de la revista El Gráfico, estaba en el campo de juego. Fue él quien sacó la foto en la que se veía con claridad que la bengala había caído bastante lejos de donde Rojas estaba parado, como a 4 metros. ¿Cómo podía ser tamaña herida? Además; ¿cómo una bengala corta? ¿No quema? Con un bisturí: en su guante Rojas había escondido uno. Él mismo se hizo el corte en la frente. Lo confesó tres días después.

La idea había sido del entrenador, Orlando Aravena. La FIFA suspendió de por vida a Rojas –luego lo perdonaron, en 2001- y excluyó a Chile de las eliminatorias para el Mundial de Estados Unidos 1994.

El complot de la rodilla. Tonya Harding (1994),

"¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!", preguntaba entre llantos la patinadora Nancy Kerrigan. El 6 de enero de 1994 no sólo se elegía a la campeona patinaje artístico de Estados Unidos en Detroit. Ese torneo definía quienes serían las integrantes del equipo olímpico. En seis semanas comenzaban los Juegos de invierno de Lilllehammer, en Noruega.

Luego del entrenamiento y de camino al vestuario, un hombre se acercó a Kerrigan y le pegó con una barra de hierro a la altura de la rodilla. Por la cantidad de cámaras que había en el lugar no fue difícil descubrir al agresor. Se llamaba Shawn Eckardt y había sido contratado por Jeff Gillooly, marido de Tonya Harding, otra patinadora.

Delante, Nancy Kerrigan. Detrás, Tonya Harding
Delante, Nancy Kerrigan. Detrás, Tonya Harding

Harding dijo no saber nada del plan de su marido. Además de estar en shock, clasificó en primera posición para los Juegos mientras Kerrigan empezaba la rehabilitación.

Contra todo pronóstico Nancy se recuperó tan rápido que para cuando los Juegos iniciaban estaba lista para patinar. Ni el productor de TV más retorcido podría haberlo armado: Tonya y Nancy competirían en el mismo lugar a sólo 6 semanas de que una quiso quebrar a la otra.

A Kerrigan la aplaudieron a rabiar y logró el segundo puesto. A Harding la abuchearon durante toda su rutina. Quedó octava. Meses después se declaró culpable de haber obstruido la investigación. Dijo que no fue parte del plan, pero que podría hacer contado lo que sabía. Pagó con multa y trabajo comunitario.

La otra mejilla de Julio Cruz (1997)

Se quejaba de la altura: Daniel Passarella no quería jugar en La Paz, pero este partido había que jugarlo ahí. El 2 de abril de 1997 Argentina se enfrentaba a Bolivia en las eliminatorias de Francia 1998 y el clima estaba calentísimo ya días antes.

Agarrones, piernas fuertes y feísimo fútbol es un buen resumen del partido hasta el escándalo que empezó cuando la pelota se fue de la cancha y cayó en la zona del banco de suplentes de Bolivia. Julio Cruz fue a buscarla y recibió una piña de uno de los integrantes del equipo (era el chofer de la delegación).

Julio Cruz abandona la cancha en La Paz (1997)
Julio Cruz abandona la cancha en La Paz (1997)

El scrum de bolivianos y argentinos incluyó jugadores, policía, gas pimienta y a Daniel Passarella y Diego Cagna escoltando la camilla que llevaba a Cruz al vestuario.

La revista El Gráfico salió con Cruz en la tapa. En la foto se ve su cara en primer plano. Tendido en el piso, su pómulo izquierdo sangra. La piña, televisada, fue en el pómulo derecho. Bolivia ganó 2 a 1.

La hermandad de los mellizos. Sergio (y Fika) Motsoeneng (1999)

No ganó, llegó noveno, pero los 10 primeros tenían premio en dólares. Sergio Moetsoneng se anotó en la ultra maratón Comrades en Sudáfrica en 1999 y se fue con aplauso, medalla y dólares. No muchos, 1000. Pero los tuvo que devolver cuando un diario publicó las fotos de los ganadores y ahí surgió la duda: en algunas Sergio tenía el reloj en la muñeca izquierda. En otras, en la derecha.

Sergio Motsoeneng (Reuters)
Sergio Motsoeneng (Reuters)

Pues el bueno de Sergio tenía un gemelo, Fika. A lo largo de los casi 90 kilómetros de la carrera, los hermanos se turnaron por tramos. Los cambios de remera los hacían en los baños químicos que había en el camino.

Un equipo mentiroso y reincidente (2000)

En los Juegos Paralímpicos de Sidney 2000 España ganó la medalla de oro en básquet en la categoría de discapacidad intelectual.

El equipo de basquet español en los Juegos Paralímpicos de Sidney 2000 (AP)
El equipo de basquet español en los Juegos Paralímpicos de Sidney 2000 (AP)

Ya consagrados campeones, uno de los jugadores habló de fraude. El periodista Carlos Ribagorda se infiltró para denunciar la estafa: sólo dos de los doce jugadores eran discapacitados.  Sólo dos tenían certificado de discapacidad. El único requisito indispensable para formar parte del equipo era jugar al básquet. Y peor: toda la idea fue de la Federación Española de Deportes para Discapacitados Intelectuales (FEDDI).

El presidente de la organización fue condenado a una multa de 5 mil euros y a devolver el dinero de las subvenciones. Según Ribagorda ya lo habían hecho antes al menos una vez en el Mundial de Brasil de 1998.

Pedales a motor. Femke Van den Driessche (2015)

La bici de Femke era distinta. En 2015, durante el mundial sub 23, en Zolder (Bélgica), uno de los comisarios deportivos se acercó hasta la bicicleta. Con un detector de calor y ondas electromagnéticas chequeó los pedales. Femke dijo no saber nada del motorcito escondido.

La ciclista Femke Van den Driessche
La ciclista Femke Van den Driessche

La UCI (Unión Ciclista Internacional) la acusó de "fraude tecnológico", la suspendió por 6 años y le aplicó una multa de 20 mil dólares. Femke no apeló y se retiró del deporte.

El pequeño motor era controlado por 'bluetooth' desde el manubrio.