Sufrió 4 infartos y volvió de la muerte para contarlo: la emotiva historia de superación del "Víctor Sueiro" del fútbol

El abrazo se hace gigante en el vestuario de Nueva Alianza. Suenan Los Totora cantando "Suave", de Luis Miguel. En el centro, Luciano Ceccatto, Lucho, toma la batuta de la arenga. "Esto es un regalo, después de un año donde….", dice, y su voz se quiebra. Los compañeros lo miran entre emocionados y absortos. Lucho continúa, entre sollozos: "Disfruten este partido. Disfruten la vida. Y quiero salir campeón con ustedes".

Un ayudante técnico desliza una nota de humor, y antes de entrar al campo de juego, larga: "¿No nos vas a hacer otra jodita, eh?". Lucho ríe, se encuentra con su hijo Valentino, de tres años, y su mujer, Yanina, y luego camina hacia el césped con la cinta de capitán en su brazo.

El calor es intenso y los casi 300 espectadores presentes en el estadio se ponen de pie y aplauden largamente. Varios hinchas tienen la camiseta de
Alianza con la 5 de Ceccatto, y la de su hijo, además, lleva escrita en la espalda una frase: "Lo más importante es ser feliz".

Son las 5 de la tarde del domingo y el árbitro pita el comienzo. Juega Nueva
Alianza, en el barrio El Retiro en las afueras de La Plata, contra Centro Fomento Los Hornos por los octavos de final de la Copa de Campeones de la Liga Amateur Platense.

Todas las miradas están concentradas en Lucho Ceccatto, el mediocampista central rubio de La Cebra, como le dicen al local. Hace un año, los médicos hablaban de un milagro. Hace un año, más precisamente un domingo 4 de febrero, Lucho sufrió muerte súbita a los 40 minutos del primer tiempo en la cancha de Juventud de Bernal, por el Torneo Federal C de la AFA. Estuvo 20 minutos inconsciente, "clínicamente muerto" – según el diagnóstico-, hasta que el médico Héctor Figueroa lo pudo reanimar. Luciano
sufrió cuatro infartos. Sólo uno de diez logra sobrevivir: él es uno de esos extraños casos que la ciencia aún no logra explicar. Y este domingo, con su club y ante su hinchada, volvió a jugar después de un año.
Lucho volvió a jugar, en realidad, para despedirse: fue su último partido como jugador de fútbol. Si bien su recuperación fue notable y pocos meses después del ataque retornó a la actividad física, no recibió el alta para practicar deporte de alta competencia.

Entonces hizo la pretemporada y decidieron con el club pactar un match final. "No lo tomo como un homenaje, voy a dejar la vida. No tengo miedo", decía la noche anterior mientras cenaba en una pizzería con sus padres. Y así fue: jugó 25 minutos como titular, donde se movió a la par de sus compañeros y hasta convirtió un gol de penal.

En el festejo, Lucho dibujó un corazón con las manos, al estilo del Fideo Di María. Nueva Alianza ganó 3 a 2. A la salida del vestuario de ladrillos sin revocar y techo de chapa, donde un cartel reza "Para entrar a este lugar hay que merecerlo", Lucho dio sus primeras palabras. "Soy medio maricón y me costó hablar con los muchachos, se dio una jornada emotiva. Si erraba el penal, mamita…. menos mal que zafé de las cargadas, ja. Fue un lindo cierre".

La calma de este joven de 34 años que supo jugar en Defensa y Justicia -hoy puntero de la Superliga- es, definitivamente, asombrosa. Sus amigos le pusieron Víctor Sueiro y lo definen por su temple y sus nervios de acero. Y en el lapso que pasó entre que el corazón dejó de latir y los 20 días internado entre el hospital Evita Pueblo de Berazategui y el Cruce de Florencio Varela -"en ambos me atendieron de maravilla"-, operación mediante con la colocación de un cardio desfibrilador automático implantable (CDI), y los meses siguientes con la recuperación en su casa y la vuelta a la rutina, sólo un hecho parece perturbarlo: la grabación de su muerte súbita. Allí se ve una imagen inquietante: desde el suelo, Lucho Ceccatto levanta una mano pidiendo ayuda y los jugadores corren desesperadamente hacia él. "No lo
pude ver más de dos o tres veces. No entiendo nada. Como si no fuera yo".

La muerte súbita es, en efecto, un agujero negro de la medicina. Ocurrida por una parada cardiorrespiratoria repentina, suele darse tanto en personas que se encuentran sanas y en buen estado como también con los que presentan antecedentes cardíacos.

El ex presidente Néstor Kirchner falleció por un episodio de muerte súbita y hay varios casos de futbolistas que murieron dentro y fuera del campo de juego, desde el camerunés Marc-Vivien Foé (2003) hasta Davide Astori, el capitán de la Fiorentina (2018). Pero el paciente puede recuperarse si recibe reanimación cardiopulmonar (RCP) en forma inmediata. Es lo que pasó con Luciano Ceccatto, que además experimentó una característica casi de excepción: nunca tuvo secuelas en su salud después del ataque.

"Me abrieron y me pusieron un aparatito al lado del corazón. Lo voy a llevar toda mi vida, pero ya me olvidé. Me hicieron miles de estudios, pero nadie pudo explicar por qué tuve muerte súbita. Nunca había tenido problema de nada, salvo cuatro operaciones de rodilla. Y después de eso, no me hice la cabeza. Sólo me hago chequeos especiales cada seis meses. Pensé que si le pasó al capitán de la Fiorentina, entonces lo mío fue
sencillamente un milagro natural".

La familia empezó hablar de un don especial. Pero, hasta hoy, Luciano sólo lo cuenta como una anécdota especial. "Justo ese día y porque estábamos jugando un torneo federal, había un médico que contrató el equipo rival. A mi hermana, a mis viejos, a mi mujer, los médicos les decían Por ahora está vivo en los pasillos del hospital. No había mucha expectativa. Se me
cortó la señal, pero no me acuerdo de nada, no vi la luz, eh, ja. Ese partido hice un gol y cuando mis compañeros me mostraron el video, me quedé sorprendido. Después jodíamos que lo que me pasó fue seguramente por ese gol. Ése fue el verdadero milagro".

El arquero de Nueva Alianza se tatuó "Lucho" en un brazo. "Él me vio liquidado en el suelo y se había prometido tatuarse si es que zafaba". Luciano se despertó recién al día siguiente de la muerte súbita. "Estaba lleno de cables en el cuerpo, un médico me dijo que me había desmayado en la cancha, y yo pregunté de qué partido me hablaba. Por suerte, nunca perdí la memoria más allá de los cuarenta minutos que jugué. El alma me vino al cuerpo cuando me llevaron a sala común y mi viejo me traía el diario Olé, mi
vieja la torta de Chocolinas con pasta Quaker. Y pese a que estaba muy dopado, recuerdo haber visto en la tele la sorpresiva muerte de Débora Pérez Volpin. Y sentí congoja".

El domingo 17 de febrero, fiel a su personalidad mundana, no juró una promesa ni pidió un deseo ni preparó una cábala. No hay extravagancias en la vida de Luciano Ceccatto. Sólo le interesa seguir su vida normal como corredor de seguros, disfrutando de su familia. Va a seguir jugando, pero con sus amigos más cercanos en canchas de fútbol 5. "Soy el típico futbolista (risas). Me gusta salir, pasear, comer asado con amigos. No tengo cosas locas. Me preguntan por qué no escribo un libro, por qué no empecé terapia. ¿Para qué? Yo no sufrí nada, lo que los sufrieron fueron mis familiares. Me siento bien, hay que desdramatizar".

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