Cómo fue el festejo íntimo de River antes de volver a Buenos Aires

La celebración por llegar a la final de la Libertadores comenzó en el Arena do Gremio y se extendió hasta el hotel. Una larga noche de alegría compartida con los hinchas

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De repente, el lobby del hotel Deville Prime, cercano al aeropuerto de Porto Alegre, se transforma en una suerte de pista de baile. Allí, decenas de hinchas de River entonan el nuevo hit, inventado en las entrañas del Arena do Gremio con mensaje por elevación para Boca: "Ya se va la caravana de Porto Alegre, la que se cog… a Racing y a Independiente, de la mano de Gallardo y de Biscay, te esperamo' en la final". En sus grupos de WhatsApp, el plantel y el cuerpo técnico de River reciben el video de los hinchas con el nuevo canto y sonríen, entre cómplices y divertidos.

La celebración del plantel de River comenzó en el Arena do Gremio, bajo la lluvia y a puro desahogo con los más de 4.000 hinchas que estuvieron en las tribunas. Alrededor de 2.000 no consiguieron tickets y se quedaron con las ganas de ver in situ la nueva epopeya del equipo de Marcelo Gallardo. Lo vieron en algún bar o en la casa de algún hincha solidario del Inter, el viejo rival de Gremio. ¿1.350 kilómetros desde Buenos Aires para no poder ver el partido en la cancha? Locuras que solo el fútbol argentino puede generar.

Después de cantar de cara a los hinchas, los jugadores continuaron con los festejos en el vestuario visitante, donde se vivieron los momentos de mayor algarabía y euforia. "Este es el famoso River, el famoso River Plei, bájense los pantalones, que los vamos a cog…", se escuchaba que cantaban los jugadores desde la zona mixta del Arena do Gremio. El camarín se convirtió de repente en una sucursal brasileña de la Sívori Alta del Monumental. "Y ya lo ve, y ya lo ve, es para Boca que lo mira por tevé", gritaron.

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Al rato se sumaron los principales dirigentes, que llegaron desde uno de los palcos comandados por Rodolfo D'Onofrio, a quien se lo vio con su ya famoso suéter de color rojo sobre los hombros, encima de una camisa a rayas blanca y azul. Una vez que pasaron las puertas del vestuario, todos comenzaron a cantar junto a los jugadores. Hubo abrazos, puños apretados y palabras de agradecimiento a Marcelo Gallardo, el arquitecto de este River ganador que acaba de llevar al equipo a la duodécima final de su ciclo, con cinco títulos internacionales y tres a nivel nacional, incluida la final de la Supercopa Argentina ante Boca, en marzo de este año en Mendoza.

"¡Vamos, River, carajo! ¡Bostero, cada vez nos falta menos!", vociferó alguien desde el lado de adentro del vestuario con la clara intención de que lo escucharan los periodistas que aguardaban allí por un testimonio.

El plantel se fue del estadio ya pasada la 1 y al llegar al hotel se encontró con algunos hinchas que aguardaban allí. La mayoría de los simpatizantes todavía continuaban en el Arena do Gremio, donde la policía militar los hizo esperar casi una hora y media, hasta que se desconcentraran los de Gremio.

Ya en el hotel, el festejo fue más bien íntimo, en un salón al que volvió a concurrir Andrés D'Alessandro, quien se fue de River en diciembre de 2016, tras la obtención de la Copa Argentina ante Rosario Central. Símbolo del Inter brasileño, D'Alessandro llegó acompañado por un grupo de amigos que pudieron pasar a saludar al plantel.

A las 3 y 10, Gallardo y los integrantes de su cuerpo técnico se fueron a descansar a sus habitaciones y pasaron por el lobby, donde recibieron el cariño de los hinchas. Los empleados de seguridad de River les fueron abriendo el camino hacia al ascensor, pero igual accedieron a sacarse algunos fotos con la gente. "Biscay, si algún día se va el Muñeco, quedate vos a dirigir", le gritó un hincha al ayudante de campo del Muñeco que ayer dirigió al equipo desde el banco ante la suspensión del entrenador y se escucharon varias carcajadas de fondo, mientras Biscay sonreía ante la ocurrencia.

En líneas generales, se trató de un festejo cuya intensidad fue decayendo a medida que las pulsaciones recobraron la normalidad y a tono con el perfil bajo que Gallardo le imprimió al plantel ya desde su llegada, a mediados de 2014. La locura inicial, en definitiva, le dio paso a un escenario alegre pero ya más mesurado y de tranquilidad, conscientes de que les falta un último paso para conseguir la cuarta Libertadores en la historia del club.

"Vamo' a ganar la Copa, ya lo veo, la Copa que perdieron los bosteros, los bosteros", cantaban mientras tanto en el lobby los hinchas más efusivos.

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A diferencia del cuerpo técnico, los jugadores no pasaron por el lobby para subir a sus habitaciones: fueron por un ascensor de servicio. A la tarde, antes de salir hacia el estadio, el plantel se había acercado hasta la puerta del hotel para agradecer el apoyo de los hinchas, que esperaban el partido a puro aliento.

Hoy a la mañana, antes del regreso hacia Buenos Aires, los comentarios de todos apuntaban en una sola dirección: lo complicado que les resultó conciliar el sueño. No era para menos: River pasó de eliminado a finalista de la Copa en los últimos nueve minutos de partido. Y ahora aguarda la instancia decisiva con el condimento extra que representa la chance de jugar un Superclásico, ese morbo.

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