La precisión de Joan Didion con las palabras se extendió incluso a las que nunca viviría para escuchar, como las pronunciadas durante un pequeño servicio privado celebrado en la Catedral de St. John, de Nueva York.
“Dejó instrucciones muy claras sobre lo que quería que sucediera en este servicio”, dijo el reverendo Patrick Malloy al comienzo del homenaje. “Quería que fuera muy breve, y especificó los textos que quería que leyéramos, todos del Libro Episcopal de Oraciones Comunes, que es lo que podía esperarse de una episcopal que escribió un libro llamado Un libro de oración común”, expresó el reverendo Patrick Malloy el miércoles por la noche.
Los textos que eligió eran “notablemente severos”, continuó explicando Malloy, y no eran de la edición contemporánea del libro de Oraciones Comunes, sino de una edición más antigua y ornamentada. Fue la manera de Didion de recordarle a todos que los sonidos de las palabras y su ritmo significaban tanto como las propias palabras.
Didion, maestra del ritmo y del significado de lo no dicho, fue recordada como una escritora inspiradora e intrépida y una amiga valiosa, exigente y, a veces, excéntrica, del tipo de las que no le gustaba hablar por teléfono a menos que se lo pidieran, servir soufflés de chocolate en una fiesta infantil de cumpleaños porque no sabía cómo hornear una torta.
Carl Bernstein, Donna Tartt y Fran Lebowitz estuvieron entre los asistentes, junto con familiares, amigos y editores y otros colegas de The New Yorker y su última editorial, Penguin Random House. Didion, quien murió a los 87 años en diciembre de 2021, no dejó familiares directos. Su esposo, el también escritor y guionista John Gregory Dunne, murió en 2003, seguido, menos de dos años después, por su única hija, Quintana Roo. Los oradores abarcaron gran parte de su vida, desde Sacramento y Malibú, en California, hasta el Upper East Side de Manhattan, desde sus años de niña ya preocupada por el lenguaje hasta su su apogeo como observadora extraordinariamente astuta de la sociedad contemporánea y su época como una sabia exponente para los autores más jóvenes.
El juez retirado de la Corte Suprema Anthony M. Kennedy, presente en calidad de compañero generacional y nativo de Sacramento, recordó a Didion como una amiga cercana de su hermana mayor, Nancy, y una invitada frecuente a cenar en su casa. Era una niña dotada y “pensativa”, cerebral más allá de su edad, que “pensaba y escribía y pensaba y escribía, una y otra vez”. El ex gobernador de California Jerry Brown, hablando a través de un video grabado, también compartió recuerdos de Sacramento y de Didion como amiga de su hermana en la universidad.
“Ella y Joan compartían un cigarro y hablaban sobre las novelas que estaban leyendo”, dijo. “Años después, el recuerdo más vívido de mi hermana fue el de Joan bajando a desayunar con una bata de terciopelo rosa, bebiendo una taza de café y fumando cigarrillos”.
Vanessa Redgrave, con el pelo blanco recogido acia atrás y cubierto por un sombrero de fieltro oscuro, leyó un fragmento de las célebres memorias de Didion sobre el dolor, The Year of Magical Thinking (El año del pensamiento mágico), que Redgrave interpretó años atrás mientras Didion se sentaba entre bastidores, en cada espectáculo.
Susanna Moore, amiga de mucho tiempo y colega, destiló décadas de conversación en algunos de los aforismos de Didion: “El mal es la ausencia de seriedad”. “La locura nunca es interesante”. “Dejaría toda esta idea si supiera la verdad”.
La actriz Susan Traylor, amiga de la infancia de Roo, habló de la nostalgia que sentía mientras pasaba la Navidad en Hawaii con los Didion. “Sin plantear el problema, ella (Joan Didion) extendió la mano y me acarició la cabeza”, recordó Traylor. “‘Lo que debes saber es que tu madre me dijo que la razón por la que dejó que te perdieras la Navidad en casa, es porque pensó que sería bueno que supieras que podrías pasarla sin ella‘. Y yo estaba bien”.
El espectáculo comenzó con reflexiones religiosas y terminó con escrituras seculares, Patti Smith interpretó “Chimes of Freedom”, de Bob Dylan. Respaldada por Tony Shanahan en la guitarra acústica, Smith cantó a un ritmo constante y penetrante, como si imitara la cadencia de la prosa de Didion. Y terminó pronunciando una sola palabra: “Joan”.
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