Respuesta de intelectuales al comunicado de la Conferencia Episcopal por la puesta de “Theodora” en el Colón

Un grupo de autores, periodistas, filósofos y otros representantes de la cultura expresaron su defensa a los artistas en una carta. “Hoy, objetar esa libertad es lisa y llanamente un acto de censura”, escribieron

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Mercedes Morán fue abucheada durante la puesta
Mercedes Morán fue abucheada durante la puesta

Luego de que la Conferencia Episcopal Argentina se sumara, mediante un comunicado, a las críticas ya realizadas por la Corporación de Abogados Católicos, por la adaptación libre de la obra Theodora en el teatro Colón, un grupo de intelectuales salió a responder.

La cúpula de la Iglesia Católica rechazó la versión del oratorio de Handel, protagonizada por Mercedes Morán, quien durante la presentación de la obra fue abucheada, dirigida por Alejandro Tantanian y textos de Franco Torchia, a la que catalogó como “una pretendida expresión artística” en la que “se bastardearon y blasfemaron la fe y la religiosidad con palabras que no se pueden aceptar referidas a la Virgen María”.

El cuestionamiento apunta contra la adaptación libre que se hizo de una obra que refleja la vida de una mártir cristiana del siglo III que se rebeló contra la idolatría impuesta por el emperador Diocleciano. La pieza, que marcó el lanzamiento temporada lírica del Colón, incorpora conceptos de la teóloga disidente Marcella Althaus-Reid e incluye una visión contemporánea vinculada a sectores del feminismo y el movimiento queer.

La adaptación de Theodora, en el Teatro Colón (Gentileza Teatro Colón)
La adaptación de Theodora, en el Teatro Colón (Gentileza Teatro Colón)

El texto de los intelectuales:

La Conferencia Episcopal Argentina ha emitido un documento condenando la puesta del oratorio Theodora, de Händel, en el Teatro Colón, a la que consideró “una pretendida expresión artística” en la que “se bastardearon y blasfemaron la fe y la religiosidad”. Si los obispos que firman la declaración se hubieran limitado a dirigirse a su feligresía, no tendríamos nada que objetar. Pero, además de emitir un juicio estético y moral (“pretendida expresión artística”, “blasfema”) los obispos se dirigieron también a “las autoridades” pidiendo -o exigiendo- que estas “velen por una sociedad sana y democrática, en la que se respeten todos los símbolos sagrados”.

Es posible criticar aspectos de la versión presentada, pero las diferencias estéticas o intelectuales que, eventualmente, algunos de los firmantes de esta carta pudieran sostener, no nos hacen vacilar a la hora de objetar la injerencia de la Conferencia Episcopal ni de expresar nuestra defensa de los artistas.

Si hechos semejantes se hubieran producido en un sitio religioso consagrado por alguna fe -un templo, un cementerio, una escuela confesional- no dudaríamos en expresar nuestro repudio. Pero desde hace mucho tiempo las sociedades plurales y democráticas reconocen el derecho de los artistas a utilizar la blasfemia como parte de sus obras fuera de esos ámbitos. Hoy, objetar esa libertad es lisa y llanamente un acto de censura.

Arriba, José Emilio Burucúa, Graciela Fernández Meijide, Roberto Gargarella. Abajo: Hilda Sabato Jorge Fernández Díaz y Beatriz Sarlo
Arriba, José Emilio Burucúa, Graciela Fernández Meijide, Roberto Gargarella. Abajo: Hilda Sabato Jorge Fernández Díaz y Beatriz Sarlo

La política cultural está ausente desde hace mucho de la agenda pública de nuestro país. Entre la celebración demagógica de jóvenes cantantes populares y el fervor inquisitorio con que la Conferencia Episcopal exige a las autoridades que ejerzan censura confesional sobre la producción artística no parece quedar espacio para una discusión consistente acerca de qué tipo de prácticas culturales deben ser promovidas por el Estado, de cual es la situación de la creación y de la comunidad artística, ni del sentido mismo de la producción de bienes simbólicos.

Rechazamos enfáticamente esa apelación a las autoridades para que “velen por una sociedad sana”: conocemos, por muchas y dolorosas experiencias, cual es el sentido y cual es el costo de esa pretendida “salud social”. Deseamos tramitar nuestras diferencias estéticas, intelectuales, políticas, en una escena de libertad, en la que los fracasos y los riesgos contribuyan a conocer, a experimentar y a reflexionar sobre todas las dimensiones de la vida en común.

Firmantes:

Adriana Amante, Sergio Bufano, José Emilio Burucúa, Samuel Cabanchik, Vera Carnovale, Rubén Chababo, Isidoro Cheresky, Emilio de Ípola, Carlos E. Díaz, Jorge Fernández Díaz, Graciela Fernández Meijide, Rafael Filippelli, Roberto Gargarella, Albino Gómez, Adrián Gorelik, Alejandro Katz, Daniel Link, Lucas Martín, Francisco Naishtat, María Matilde Ollier, Cristina Piña, Hinde Pomeraniec, Gabriel Puricelli, Roberto Russell, Hilda Sabato, Beatriz Sarlo, Marcela Sola, Lucrecia Teixido, Guillermina Tiramonti, Hugo Vezzetti, Carlos Zurita

Para acompañar esta declaración, o por consultas o comentarios, escriba a: theodora.haendel@gmail.com

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