Cómo se construye un lector: Clara Huffmann

Escritores, editores, mediadores de lectura y expertos en literatura responden preguntas acerca de un tema clave para la formación y la felicidad de los más chicos

Compartir
Compartir articulo
Clara Huffmann, editora de pípala, la colección de libros ilustrador de Adriana Hidalgo (Crédito de la foto: Raquel Jazmín Canderle)
Clara Huffmann, editora de pípala, la colección de libros ilustrador de Adriana Hidalgo (Crédito de la foto: Raquel Jazmín Canderle)

Los libros, como tales, son consecuencia de ideas que se construyen, fuerzas que se amalgaman para llegar a las manos de los lectores. Los editores son artífices de eso, son el puente entre el autor –ya sea escritor o ilustrador– y el lector. Realizan una curaduría que propicia la mediación lectora, aun sin proponérselo.

Clara Huffmann es licenciada en Sociología, por la UBA, pero, ante todo, se siente y define editora. Vive en una zona rural de la provincia de Chubut, donde eligió privilegiar la naturaleza, una vida más verde, pero trabaja remotamente con la editorial que tiene base en Buenos Aires y Madrid. Es madre, y a partir de ahí conoció la pedagogía Montessori.

Desde ese lugar, y a la luz de este descubrimiento, su trabajo editorial se vio influenciado. Además de trabajar con autores, ilustradores, traductores, el diseñador, la imprenta, fundó, junto con otras cinco mujeres, un espacio educativo Montessori en el pueblo donde vive. También es parte de la comisión directiva de la biblioteca popular. Y, subraya, porque es el trabajo más importante y más intenso, es madre de un niño y una niña.

Cuando le sobre algo de tiempo, cuenta, le gustaría aprender a usar la máquina de coser, retomar sus clases de piano, volver a escribir, generar algún grupo de estudio Montessori, “etc. etc.”, dice, y agrega que es muy entusiasta. Para este verano está determinada a construir un invernáculo y tener su propia huerta en casa (le encanta cocinar y comer rico).

Cuando pípala, la colección de libros ilustrados de Adriana Hidalgo, que dirige y funciona de manera autónoma como si de una editorial se tratara, cumplió diez años, en 2019, publicó una novela gráfica que fue un hito en su historia: no era para niños. Asidua visitante de las ferias internacionales de libros y comprometida con la edición cuidada, la factura compleja y la literatura exquisita, esta editora de libros para niños y jóvenes se atreve a charlar acerca de cómo se construye un lector.

"A través: El universo de un hombre" (Adriana Hidalgo/ pípala), de Tom Haugomat
"A través: El universo de un hombre" (Adriana Hidalgo/ pípala), de Tom Haugomat

—¿Cómo se construye la identidad lectora?

—¡Leyendo! Por supuesto, para comenzar a tener una identidad lectora, hay que estar expuestos a libros, idealmente en una biblioteca donde haya libros de todo tipo, tamaño y temática. Allí hay libertad: de elegir, leer, de buscar alternativas, de llevar y devolver. Para tener una identidad lectora tienen que haber opciones, y que la subjetividad de esa persona pueda inclinarse por un libro u otro. Y la libertad es una parte fundamental también: que nadie ni nada te diga qué es para vos, porque siempre, siempre, hay que ir por lo que uno cree que es… puede haber desilusión, claro, pero allí también hay construcción de identidad.

—¿Un simple libro podría generar que se despierte el interés?

—Definitivamente. Cada libro es una puerta. O una ventana. Y vuelvo a lo anterior: este descubrimiento posiblemente llegue de la “mano” con distintos libros a cada persona. Porque no solo las personas son todas distintas y los libros son todos distintos (y generan distintas cosas en cada persona), sino que cada persona atraviesa distintos momentos, coyunturas, en su vida –y ahí hay puntos sensibles–. Tal vez un libro llega a las manos de la persona X en el momento JUSTO, porque un mes antes hubiera pasado desapercibido. Y deja una semilla en ese recorrido lector.

Pienso en los libros de la adolescencia, la juventud… se me vino Herman Hesse a la mente. Leí Demian, después Siddharta, después El lobo estepario, todos de corrido, uno por día, con una pasión increíble. Y me pasé el verano entero buscando otras lecturas del autor, convencida de que era por ahí. Y en ese momento ERA POR AHÍ. Lo hermoso es que no hay caminos verdaderos, sino caminos personales, justos para cada lector. Lo importante es estar atento, abierto, disponible.

Hoy, como madre, me controlo muchísimo de “recomendar” uno en detrimento de otro libro. Me recuerdo a mí misma que cada uno hace su recorrido y la importancia de la experiencia de la lectura. Si hay algo en ese libro que interesó a mi hijo o a mi hija, que lo investigue, lo examine, lo agote. Y luego, que decidan él y ella si es por ahí.

—¿Qué es ser mediador de lectura? ¿Está ligado a la educación?

—Creo que ser mediador no necesariamente está ligado a la educación porque la lectura no debería asociarse a la educación. Creo que al hacerlo, se pierden potenciales amantes de la lectura. Ponerle una intención a la lectura (otra que no sea el placer por leer) reviste ciertos riesgos que habría que manejar con cuidado.

Nunca me pensé como una mediadora de lectura… tal vez lo sea, pero no me pienso como tal. Creo que si me sintiera de ese modo, me costaría más la labor que hago día a día: pienso en los lectores, claro, pero mi trabajo de edición es anterior, tal vez podría ser el de mediadora entre la idea y el objeto (libro). Por supuesto, en ese mediar está también la importancia de a quién está destinado ese objeto puntual, pero la realidad es que parte de la filosofía pípala es que el receptor de ese objeto pueda ser cualquiera –no un público lector definido (por edad o género literario)– siempre digo que hacemos libros para que existan, para que lleguen a las manos de aquel lector, aquella lectora que se lo encuentre en su camino, para que le abra nuevos caminos.

"El libro" (Adriana Hidalgo-pípala), de Marije y Roland Tolman, es un silence book que justamente habla de la mediación de la lectura
"El libro" (Adriana Hidalgo-pípala), de Marije y Roland Tolman, es un silence book que justamente habla de la mediación de la lectura

—De un hogar sin madre ni padre ni familiares lectores ¿creés que puede surgir un lector?

—Claro que sí. Ciertamente va a ser más dificultoso el camino para ese lector, pero por suerte existen las bibliotecas: escolares, populares, públicas, que habilitan la llegada de primera mano a los libros. Y en Argentina estos espacios siempre fueron importantes, vivos, y muy bien nutridos.

—¿Te acordás de tu primer encuentro con libros?

—Por venir de una familia de libreros y editores, estuve rodeada de libros desde muy temprana edad, de modo que no sabría decirte cuál fue el primero. Pero sí puedo recordar las visitas que hacíamos a El Ateneo de Florida antes de irnos de vacaciones de verano al Sur: íbamos mi hermano, mi mamá y yo. Y ahí nos dividíamos. Cada cual a su sector, a buscar las lecturas para enero. Era un momento calmo, en el que perdía la noción del tiempo. Me sentaba en el piso de madera frente a las bibliotecas y miraba, leía, buscaba con la ayuda de Edith, una librera de la casa (¡con quien felizmente me reencontré hace unos años!) que me guiaba, aconsejaba, acompañaba. Y así me iba contenta, con mi pilita de libros. Los veranos eran, después, como un desafío personal de lectura (entre visitas al lago y al río, con primos, amigas).

Un recuerdo muy vívido que tengo, de un poco más grande: la sensación del sol pegándome con fuerza en el costado de la cara, sentada en un sillón junto a una ventana, leyendo La gata del piloto, de Robert Westall, edición de Norma. No me acuerdo del libro en sí, pero tengo la impresión muy nítida del disfrute pleno de ese momento.

SEGUIR LEYENDO