"La fiesta del viejo": una celebración teatral que expone las miserias humanas

Inspirada en "Rey Lear" de Shakespeare, la obra se centra en la historia del cumpleaños de un hombre, que decide festejarlo con sus amigos y familia en el club del barrio, aunque el clima festivo cambia cuando anuncia cómo se repartirá su herencia

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Por Fernando Ferrer

La fiesta del viejo
La fiesta del viejo

La fiesta del viejo nace como una necesidad de otros. De no estar solo escribiendo ahí mirando por la ventana como esa paloma va y viene en la rama que salió del ladrillo no se sabe como.
Nada más, y nada menos.
Nace yendo y viniendo a mi infancia, a las infancias de los que tengo cerca, en donde en algunos casos la muerte mordió temprano.

No para hacer drama, nace la fiesta precisamente, sino más bien para celebrar ésta locura de estar acá parados sabiendo que en algún momento, nos van a sacar del galpón en medio del mejor tema de nuestra orquesta favorita.

Esta aventura que arrancamos cada vez que nos vemos tiene incertidumbres, en donde lo único seguro es que es una fiesta. El encuentro siempre lo es. Un lugar donde por un rato dejamos de estar solos para estar con otros re inventándonos.

La fiesta teatro y el teatro como una fiesta de suspensión. Poniendo en juego algo más que nuestros telefonitos, la alegría en las redes y el baile del tener. Un encuentro mirándonos a plena luz o desde la oscuridad del salón, medio aterrados, topando con lo que tenemos en la memoria y con lo nuevo y descontrolado que la vida nos regala en manos de lo otro.

La fiesta caos, la fiesta amor y muerte. La fiesta como desintegración y afirmación a la vez.

La fiesta del viejo creo que nació así. Sin ninguna mínima pretensión de lo que después se fue dando. Como el amor supongo. Como esa ramita que crece en la pared de la medianera de mi estudio, que no se de dónde salió ni a dónde va. Pero va.
Así la obra, así la fiesta.

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Lo que pasó desde el momento uno, desde el primer ensayo, fue y sigue siendo, que la cosa siempre fue una fiesta sin recovecos para ocultarse. Nos encanta que pase, ¡ojo!, pero no tiene control, no tenemos dominio sobre ese fenómeno, porque es algo así como un hijo, supongo. Un hijo al que le queremos armar lo mejor y acurrucar para que no la pifie, pero luego va a hacer lo que quiera.
La fiesta de la vida que hace con nosotros eso.

Una fiesta del dar y recibir. Sobre todo una fiesta del juego y de estar juntos en la intemperie. Para algunos fue lo político, para otros lo económico, para todos, el desconcierto de estar vivos en este cascote que es el mundo.

Me dije que tenía ganas de hacer una fiesta. En el peor momento. Y por suerte amigos queridos, y locos, se fueron sumando.

Un día apareció el Rey, y se me iluminó el alma y me dije, será sobre Lear y chau.

Una obra fiesta, a partir de Rey Lear, desmesurada y familiar, de barrio, como en cualquier barrio de cualquier cultura, porque es del barrio que yo conozco. Que cualquiera conoce. La fiesta siniestra de lo familiar en donde lo mejor y lo más atroz, pasa a la vez y de un modo infantil y macabro.

¿Cuándo la querés hacer? Me preguntaron. Al mediodía, un domingo, y con mis amigos, dije. Quiero que haya comida, vino, ping pong y música en vivo, y que sea en un club. Lugar de encuentros si los hay. Lugar de resistencia a la soledad, esa de la fea, la de mirarse todo el día el ombligo. Una resistencia con el otro diría.
¡Qué me importa si no viene nadie!

Pero alguien vino, y se armó nomas. Y se llenó el boliche. Y explotó. Y vinieron los más especialistas en fiestas y bailaron, comieron y chuparon. Riendo y llorando se olvidaron de evaluar, porque la fiesta se los fue tragando.
Todo medio a la vez.

Me di cuenta, nos dimos cuenta, que habíamos hecho algo extraño, que era más que una obra. Mejor dicho, que la obra había hecho algo con nosotros, y que nos había cambiado para siempre.
Porque es una obra, es lo que hacemos, pero no es sólo eso.
La obra son ellos, los actores y todo el equipo y lo que pasa entre nosotros. A ellos quizás no les gusta, pero no son personajes. Son ellos. Espié y escribí lo que vi en el encuentro de sus tripas con las mías. Con amor, con humor, sin necesitar nada. Y eso es invencible. Porque entonces la obra nada necesita y de todo se alimenta armándose cada vez mejor la fiesta.

Así transcurrieron, dos años a sala llena y siempre con nuevos amigos que querían venir y muchos locos reincidentes. Luego España quiso fiesta y allá fuimos, después Polonia y fuimos también… Y próximamente más viajes, porque habrá fiesta en más lugares… En otros barrios, lejanos, tan similares que parecen de acá a la vuelta.

Afortunados nosotros que un día, viniera otro amigo de la fiesta y nos invitara a ir a su galpón en otro barrio, en el centro. Nos dio cosa por nuestros amigos de toda la vida que nos habían visto crecer. Pero ellos nos impulsaron muy generosamente a pegar el saltito, llevándonos todo lo que tenemos que es amor, desmesura, humor y encuentro. La tragedia patética de un Rey que bien podemos ser cada uno de nosotros en nuestro reino, sea el que fuere.

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Le dijimos que sí, porque encontrarnos con él también fue fiesta. Eso nos terminó de animar, y nos fuimos a la Calle Corrientes a ver si en el club más grande se arma la fiesta vital y concurren los parroquianos asqueados de tanto desahucio, desinterés, pantallitas y crueldad.

Amigos que quieran venir a sentarse en el banquete de un viejo que cumple años, que quiere gritar al mundo todo lo poderoso que fue, pero no tiene casi voz.
Quiere chillar lo harto que está de las leyes del juego de estar vivos, mientras se le hincha la vena de amor por la vida.
Un rey contradictorio que habla de nosotros, hablándonos de él. Quiere vivir. Amar y que lo amen. Para eso su familia y sus bienes debería alcanzar… Veremos.

Vénganse a la fiesta. No puedo contar mucho más. Sólo decir que nos fuimos de Domingos a Martes, porque nos gusta que haya bardo en la semana. Porque queremos, como quien no quiere la cosa, dejar el boliche abierto en un horario inesperado a ver si el Shakespeare esquivo y atorrante nos visita medio de accidente y se baila un valsecito con las chicas de la familia.

Para no spoilear, los esperamos bien vestidos y coquetos.
Les proponemos que la fiesta arranque en sus casas, en la previa al teatro, así, Ustedes ahí y Nosotros acá, nos estaremos poniendo lo más lindo para darnos un abrazo.

Perdonen si todo lo dicho antes, suena a mucho, es que estamos felices y agradecidos a la ternura y por ahi me hace meter la pata.

Porque si bien no entendemos qué es estar vivos, queremos vernos con ustedes.
Es el cumple del viejo. De ese viejo que tuvimos, de aquel que en un suspiro seremos. Pero ojo, no es drama. Es tragedia… La de estar despiertos, la del bardo, la nuestra, la de ir campeando con valentía, poesía y furia.
La de la ramita que crece incomprensiblemente.

 

*La fiesta del viejo
Basada en Rey Lear de William Shakespeare
Dramaturgia y Dirección: Fernando Ferrer
Desde el 19 de febrero todos los martes a las 20:30 en el Teatro Metropolitan Sura
Av. Corrientes 1343 – CABA
Entradas en venta por Plateanet

 

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