Escribir teatro, una singular manera de comprender el mundo

¿Qué puede la dramaturgia? En esta nota, el autor uruguayo se refiere a su última obra titulada “El bramido de Düsseldorf”, el proceso creativo, Buenos Aires, el Teatro San Martín y la autoficción como pacto de mentira

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Por Sergio Blanco

El bramido de Düsseldorf
El bramido de Düsseldorf

Siguiendo la línea de autoficción en la cual vengo trabajando desde hace ya algunos años, El bramido de Düsseldorf es una pieza que relata la agonía y la muerte del padre de un autor teatral en una clínica de Düsseldorf, ciudad a la cual este ha viajado para llevar adelante un proyecto que nunca sabremos con certeza y exactitud cuál es.

A medida que la pieza irá avanzando, se irán entrecruzando las tres posibles hipótesis por las cuales el dramaturgo se encuentra en Düsseldorf y que oscilan entre: la asistencia para concurrir a la inauguración de una exposición sobre Peter Kürten –el célebre asesino en serie alemán de principios del siglo XX conocido con el apodo de "El vampiro de Düsseldorf"–, y para la cual el autor ha escrito el catálogo; la asistencia para firmar un contrato como guionista de películas pornográficas con una de las productoras cinematográficas más importantes de la industria porno europea y/o la asistencia para proceder a su conversión al judaísmo por medio de su circuncisión en la famosa Sinagoga de Düsseldorf.

De esta forma, paralelamente al tema de la muerte del padre –que será central–, el texto irá también abordando el tema de los límites del arte, el asunto de la representación de la sexualidad y la cuestión de la búsqueda de Dios. Todos temas que rondan el amor y la muerte, que finalmente son los dos únicos temas sobre los que siempre habla el arte: estoy enamorado y tengo miedo de morirme.

El pacto de mentira de la autoficción

Esta pieza es una autoficción, es decir se trata de la mezcla de elementos de mi vida –algunas experiencias vividas por mí–, y de relatos ficticios –algunas experiencias inventadas por mí–. Este género de autoficción se refiere a una forma que asocia elementos autobiográficos con elementos ficcionales. Es lo opuesto de una autobiografía, ya que el emprendimiento autobiográfico exige un pacto de verdad (lo que cuento debe ser verdadero), mientras que el emprendimiento autoficcional exige lo que yo llamo un pacto de mentira: lo que cuento no tiene que ser verdadero sino todo lo contrario, tiene que ser una ficción.

De alguna manera la autoficción parte de un vivido, pero lo poetiza, lo fabrica, lo ficcionaliza. Todo relato autoficcional será finalmente falso ya que la puesta en lenguaje hace que la realidad de la cual partimos, se vuelva una ficción. Siempre insisto en que la escritura –la puesta en relato– aleja por lo tanto lo real. Lo ahuyenta. En cierta manera lo convoca, pero para alterarlo. Toda escritura es un acto de alteración de la realidad por la simple razón que los mecanismos de poetización cambian, alteran, perturban, transforman. Autoficcionarse es como travestirse: desordenar las huellas de un vivido.

No es por azar que mi primera autoficción Kassandra cuente la historia de un personaje travesti que es aquel ser que de alguna manera decide intervenir sobre su cuerpo ficcionando así su relato. La autoficción invita a un acto de poetización de sí para que suceda el milagro de la conversión. Se podría decir que la escritura siempre va a correr todo un poco de lugar: "es como si fuera lo mismo, pero sin ser lo mismo", sostiene el personaje de Martín en otra de mis autoficciones Tebas Land. Esto es lo que me permite sostener que la autoficción es infiel al documento vivido, es decir que los mecanismos de poetización se tienen que encargar de desprender el relato de la realidad.

La autoficción engaña, traiciona, miente, falsifica, adultera. Quizás es por esto por lo que es algo que al mismo tiempo que está de moda, también está condenado. De alguna manera, la autoficción es poder ser infiel a uno mismo, es decir, serse infiel a uno mismo con uno mismo. Y esto es lo que hace que finalmente todo lo que escribo sobre mi vida termine siempre siendo mentira: a medida que la escritura va surgiendo la verdad va siendo proscrita.

Escribir y leer, leer y escribir

La idea de escritura de El bramido de Düsseldorf surgió una tarde cuando me iba en tren de París a Alemania para ver el estreno de Tebas Land y de golpe, cuando pasé por la estación de Düsseldorf, pensé que era un bello nombre para figurar en un título. Esa misma mañana yo me había enterado de un episodio muy triste: un joven chileno que había visto mi pieza La ira de Narciso en Montevideo, cuando esta fue de gira a Santiago de Chile, compró entradas para que sus padres fueran a ver el espectáculo y ese mismo día fue a la plaza Uruguay que está en Santiago y se quitó la vida. La madre me había contactado para pedirme el texto. Quería tratar de comprender. Toda esa historia fue muy dura para mí y entonces en ese trayecto entre Francia y Alemania pensé que la mejor forma de afrontarla sería escribiendo un nuevo texto. Y ahí empecé.

Sergio Blanco
Sergio Blanco

Mi única forma de comprender el mundo es escribiendo. Es lo único que sé hacer. No sé hacer nada más que eso. Muchas veces pienso que no sirvo para nada. Soy alguien que me despierto todas las mañanas a las 5 para ponerme a escribir y que a las 8 de la noche se mete en la cama para leer. Solo soy alguien que escribe y lee durante todo el día porque son las únicas dos cosas que sabe hacer.

Por qué Buenos Aires

Para mí es una verdadera emoción poder estar en el Teatro San Martín. Es un teatro que me encanta y que conozco desde que era niño. Tengo un vínculo muy particular con Buenos Aires. Es una ciudad que conocí de niño, la primera vez que fui tenía seis años, y desde ese entonces es una ciudad que me deslumbró por su belleza, por su intensidad, por su desorden, por su carácter, por su elegancia, por su antipatía, por su rigor. Me acuerdo de que llegábamos de mañana en el vapor de la carrera y de golpe a lo lejos se podía ver la silueta de la ciudad que siempre parece estar de pie, como dice Céline de Nueva York.

Luego en la época de la adolescencia, Buenos Aires fue la ciudad que me hizo descubrir todo aquello que en Montevideo me era algo prohibido y entonces la ciudad se transformó en una especie de Sodoma o Gomorra en donde la oferta de lo clandestino, lo ilícito y lo vedado era maravillosa. De golpe en esos años Buenos Aires fue la ciudad en donde pude comprar mis primeras revistas porno o en donde pude asistir a mis primeras películas en cines que estaban escondidos en el fondo de galerías. Por aquellos años también descubrí en Buenos Aires los baños públicos a donde uno podía entrar y mirar todo lo que sucedía. De alguna manera Buenos Aires fue una ciudad que construyó gran parte de mi relato erótico, sexual y sensual.

Buenos Aires es una ciudad que quiero profundamente, que me atrae, que siempre me recibe bien. Por eso es una ciudad a la cual siempre vuelvo. Y el público bonaerense es hermoso: tierno, inteligente, arrogante, exigente, apasionado, desmesurado. Me encanta.  

 

* El bramido de Düsseldorf
Cuatro únicas funciones: del 16 al 19 de agosto a las 20.30 horas
Sala Casacuberta del Teatro San Martín
Av. Corrientes 1530 – CABA
Escrita y dirigida por Sergio Blanco
Elenco: Gustavo Saffores, Walter Rey y Soledad Frugone
Video arte: Miguel Grompone
Escenografía, vestuario y luces: Laura Leifert y Sebastián Marrero
Diseño de sonido: Fernando Tato Castro
Preparación vocal: Sara Sabah
Preparación de bajo: Nicolás Román
Duración (aproximada): 100 minutos
Entradas: $290

 

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