Pablo Avelluto: "Hay una estigmatización del empleado público que no comparto"

En la misma semana en la que el director de la Biblioteca Nacional, Alberto Manguel, anunció su renuncia y se lanzó la segunda edición del ciclo de charlas y pensamiento "Ideas", el titular de Cultura de la Nación conversó con Infobae para hablar del actual momento de su gestión y de los rumores acerca del futuro del área

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(Martín Rosenzveig)
(Martín Rosenzveig)

Es un tiempo de tempestades en el Ministerio de Cultura de la Nación. Pocos días atrás habían circulado rumores acerca de que se le bajaría el estatus de ministerio para que volviera a ser una secretaría, como en tiempos de Jorge Coscia. Ahora, esta misma semana, el alejamiento de Alberto Manguel de la dirección de la Biblioteca Nacional abrió un nuevo frente: si bien los motivos que se dieron en calidad de argumento fueron de salud —Manguel renunciaba cumpliendo el pedido de su oncólogo, que le pedía dedicarse por entero a su tratamiento— los trascendidos hacían foco en problemas por la partida presupuestaria y su negativa a continuar despidiendo empleados.
Con este contexto, y con motivo de la presentación de la segunda edición de "Ideas", el ciclo de encuentros organizados por el ministerio en el que participarán grandes referentes internacionales de las ciencias, las artes y los negocios, el ministro de Cultura Pablo Avelluto habló con Infobae Cultura sobre la gestión.

—El dólar está en una corrida y está llegando, más o menos, a 30 pesos. Y la cultura argentina siempre vive un poco al calor de la economía.
—Sí. O al frío. [Se ríe]

—Ante esta situación, ¿qué se espera desde el Ministerio para los próximos seis meses?
—Vamos a tener un rol muy activo desde el Estado. Estamos conversando sobre los distintos impactos que puede tener. El tipo de cambio es una variable que ayuda o perjudica, dependiendo de cómo se la mire. Ayuda a la industria audiovisual, porque vuelve más competitivos los precios para los servicios audiovisuales de producciones que se hagan en nuestro país; ayuda a la exportación de libros, limita la importación de libros; va a generar probablemente algún freno a la presencia de artistas internacionales y va a generar un piso para el mercado de artistas locales. Pero todavía es poco tiempo para medir el efecto. Tampoco es la primera vez que pasa en la Argentina, y, bien pensado, hay oportunidades en distintos sectores, sobre todo para los que tienen que ver con la exportación. Por otro lado, implica un fuerte desafío en el cuidado de recursos. No me gusta hablar de ajuste, pero hay que revisar renglón por renglón en qué gastamos, en qué podemos estar mejor, en dónde la inversión que hace el Estado tenga un retorno mayor. También es la oportunidad para activar y facilitar la participación del capital privado en proyectos culturales. Tenemos parada la ley de mecenazgo nacional en el Congreso hace dos años, pero estamos trabajando sobre otras iniciativas que permitan facilitar el acceso al capital privado para aquellos que quieren apoyar distintas acciones culturales.

—Dijo que no le gustaba hablar de ajuste, pero hay cierta intranquilidad en el empleado estatal sobre recortes, despidos, la implementación del control biométrico…
—El control biométrico no debiera ser motivo de preocupación para ninguna persona que cumple con su horario.

—Muchas veces la hora extra se usa como mecanismo para dar un aumento encubierto.
—Eso es ilegal, no se puede hacer. En los casos en los que se ha hecho, estamos buscando soluciones que no impliquen perjuicios. La idea de que se le pague a alguien por horas que no trabaja está mal. En principio hemos comenzado con el control en la Biblioteca Nacional. Queremos saber si todas las personas que cobran un sueldo en el Ministerio de Cultura trabajan las horas que tienen que trabajar, y que las personas que hacen horas extra —que en muchos casos son necesarias, porque los museos están abiertos al público los fines de semana, porque distintos departamentos tienen actividades en horarios a veces insólitos, o por viajes— tengan un control, que se lleve un registro prolijo y que todo el mundo cobre lo que tenga que cobrar. No es una medida de ajuste: es una medida de saneamiento de recursos humanos en instituciones donde, por años, algunas personas establecían acuerdos de horarios que no estaban homologados o legitimados. Esto no es para perseguir a nadie, pero es lo que hay que hacer.

—¿Se prevén nuevos ajustes, recortes, despidos?
—Recortes del personal, no. No hay ningún motivo para hacerlo. Cuando llegamos nosotros, el ministerio tenía 4.000 empleados, hoy tiene menos de 3.000. Tanto en los ajustes que se hicieron en el inicio de la gestión, como en los procesos de implementación de jubilación, como en la detección de casos de doble empleo, hemos ido por el camino más lógico, que es el de proteger a los que trabajan.

—¿Se va a incorporar a los contratados a planta permanente?
—Es probable que en algunos casos comencemos con el pase a planta transitoria. También vamos a empezar los concursos para pases a planta permanente, incluso en cargos de coordinaciones, casi entrando en cargos ejecutivos. Queremos ir saneando la carrera del empleado público. Hay gente súper valiosa. Alberto Manguel lo dijo [en la conferencia en la que hizo pública su renuncia] sobre los equipos técnicos de la Biblioteca Nacional.

—Él siempre se encargó de destacarlos.
—Siempre lo ha dicho y tiene razón. Los he visto trabajar, he visto la pasión que ponen y he visto el tiempo que él les ha dedicado. En el ministerio pasa lo mismo. Y en el Cervantes, en el INCAA, en el Fondo Nacional de las Artes. Hay gente con mucha experiencia, con mucha capacidad, con ganas de trabajar y hacer las cosas bien. A veces, hay una estigmatización del empleado público que no comparto. Para mí también fue un aprendizaje, porque yo no había tenido una experiencia de gestión de este calibre y, muchas veces, el personal histórico del ministerio es el que se ha acercado a dar opiniones, a evitar a que metamos la pata o a corregir errores, y yo les estoy profundamente agradecido.

Alberto Manguel, Avelluto y Elsa Barber (Martín Rosenzveig)
Alberto Manguel, Avelluto y Elsa Barber (Martín Rosenzveig)

—¿La designación de Elsa Barber como nueva directora de la Biblioteca Nacional es una consecuencia de esto?
—Elsa es una consecuencia, claro. Yo la conocí cuando llegamos al Gobierno; ella está desde el 2007, desde la época de José Nun [fue secretario de Cultura hasta 2009]. Elsa es una eminencia en el campo de la bibliotecología. Había un viejo reclamo de los bibliotecarios con relación a la Biblioteca Nacional: nosotros habíamos tomado la tradición de grandes escritores, grandes ensayistas o libreros —como Elvio Vitali o Héctor Yanover— como director, pero nunca habíamos tenido un bibliotecario. Y nunca una bibliotecaria, nunca una mujer.

—En su momento, cuando fue la convocatoria a Alberto Manguel, usted dijo que, si él no aceptaba la dirección, iban a llamar a concurso para ocupar el cargo.
—Podía ser una posibilidad, sí. En la tradición argentina, y lo he discutido alguna vez con Beatriz Sarlo, ser el director de la Biblioteca Nacional es como recibir las palmas de teniente general para un militar, como si hubiera un escalafón cultural. Yo no creo en eso; ella sí. El organismo tiene que tener a los mejores en cada una de sus áreas. Y los intelectuales, con excepciones —Alberto es una de ellas—, no necesariamente tienen por qué ser buenos gestores y administradores de un presupuesto de 650 millones de pesos, que implica negociaciones con gremios, negociaciones con otros sectores del Estado, que implica políticas de recursos humanos, políticas financieras. Por supuesto, el director es quien da un lineamiento a eso, pero luego está la tarea del personal técnico y la Biblioteca tiene un muy buen equipo y queríamos preservar ese muy buen equipo con Ezequiel Martínez, con Analía Rossi, toda gente que conozco de mi etapa del mundo editorial.

—Siento que la salida de Manguel arrancó muy desprolija, con trascendidos en diarios, con las quejas que él ventiló y la discusión que se dio por la Feria de Bogotá, y, recién ahora, a partir de la conferencia en que se oficializó su salida, empezaron a acomodarse desde lo discursivo para dar idea de una transición más ordenada con Elsa Barber.
—Yo no mezclaría. Alberto siempre fue, es y va a seguir siendo un tipo independiente. No es un intelectual de partido. Desconfío de los intelectuales de partido, sean del que sean, incluido el propio. Alberto siempre entendió que podía dar opiniones con total libertad y a mí me parece bien que las haya dado. Básicamente, con relación a las limitaciones presupuestarias, a veces ha sido un poco exagerado y lo hemos hablado. En el caso de la presencia en el caso de Argentina en la Filbo sigo estando muy orgulloso de lo que hicimos. Fue un éxito, el pabellón argentino tuvo más visitantes que los anteriores países invitados. En todo caso, hay algo que sí he aprendido, y es que es que nosotros no controlamos la interpretación de las cosas. Yo conocía su problema de salud, sabía que lo tenía muy preocupado, sabía que él no quería irse pero que el oncólogo se lo estaba pidiendo. Pensábamos anunciarlo a fin de mes, pero se filtró y se empezó a decir "Se va porque se peleó con el ministro", "Se va porque le pidieron que eche a no sé cuántos cientos de personas", "Se va porque no le alcanza el presupuesto". Ninguna de esas razones era la verdadera: Alberto está enfermo, necesita tratarse, es grande, se tomó este trabajo con una intensidad que me maravilló desde el primer día, llegando a las seis y media de la mañana a la Biblioteca. Después estaba la tarea nada fácil de pensar en la sucesión y yo tenía esa sensación de que era el turno de una mujer y de un bibliotecario. Además, no me gusta la idea de que cada gobierno busque su intelectual emblemático para ocupar la Biblioteca. Me parece que esa es un poco la herencia que nos quedó de los años de Borges, pero hoy la institución requiere de mucha gestión.

—Bueno, Borges lo tenía a José Clemente atrás.
—Claro: José Clemente, que quedó después un poco desplazado de la historia porque fue el director durante el Proceso. Pero yo creo que Alberto no va a poder con su genio, va a seguir vinculado. Hemos construido, además, una amistad muy profunda. Conocemos a nuestras familias, hablamos de libros. Tener un tipo así en el equipo ha sido un privilegio. Yo mismo no me lo creo y muchas veces, cuando viajo, me dicen "Tenés a Manguel en la Biblioteca, cómo hiciste".

Pensar el mundo desde la Argentina

En el marco de la cumbre del G20, que este año es presidida por Argentina, el Ministerio de Cultura presentó la segunda edición del ciclo "Ideas. Pensando juntos el mundo". La primera actividad será el 23 de julio en la ciudad de Rosario con la presencia de la astrónoma argentina Gabriela González —integrante del equipo de investigadores que ganó el Premio Nobel de Física en 2017. Durante varios meses Buenos Aires, Córdoba y Rosario recibirán a importantes referentes del mundo de las ciencias y las artes, Ann Makosinski, Evandro Fióti, Emicida, Ivan Jablonka, Jessica Bennett, Nicholas Burbules, Catherine Millet y Carl Benedikt Frey.
El ministro Avelluto, que presentó "Ideas" el miércoles en la Casa Creativa del Sur, está muy entusiasmado con el ciclo.

—¿Cuáles son sus expectativas con respecto a esta nueva edición de "Ideas"?
—Muchos tenemos la intuición que, durante los años del kirchnerismo, nos alejamos de ciertos debates internacionales en el área cultural, científica y afines. De alguna manera, estamos tratando de volver a ser parte de esa conversación. Eso no quiere decir que no haya que discutir nuestros problemas o nuestra historia, pero, en cualquier caso, no hay que perder el contacto con lo que se está debatiendo afuera. Creo que esto también nos da la oportunidad de ser anfitriones en debates difíciles de hacer en otros lugares, pero que aquí hay mejores condiciones para llevarlos adelante.

(Martín Rosenzveig)
(Martín Rosenzveig)

—Por como comenzó la respuesta anterior, me da para preguntarle: ¿por qué todavía mira al kirchnerismo? Después de tres años de gobierno…
—Bueno, ellos fueron doce, ¿no?, y con una marca muy importante en el debate cultural argentino.

—La pregunta es por qué la necesidad de diferenciarse del kirchnerismo y no tomar "Ideas" como resultado de una política propia.
—Es una política propia. No es que esté obsesionado con el kirchnerismo; más bien mi posición es en contra de "la grieta". El kirchnerismo dejó una impronta muy fuerte en el área cultural y esa impronta cerró ventanas y cerró puertas, y nuestro trabajo es abrirlas. Creo que permite entender gráficamente nuestras diferencias. Pero puede que tengas razón y que haya un exceso. No está en mi intención. Hacemos "Ideas" porque vemos que es importante participar del debate internacional y porque creemos que estuvimos muy obsesionados durante muchos años por un debate hacia adentro de nuestra propia cultura, por el rol de los medios, los años setenta. Queremos hablar, además, de otras cosas.

—"Ideas" surgió como un proyecto del área de Iván Petrella.
—Era un proyecto mío y lo dirigió Iván.

—Alejado Petrella del ministerio, ¿hay una continuidad entre esta edición y la anterior?
—Sí, sí. Desde el día uno, cuando comenzamos con Iván, con Enrique [Avogadro] y con Américo Castilla, siempre pensamos al ministerio como una unidad. "Ideas", en ese sentido, era hijo de un proyecto anterior que habíamos armado con Iván, que fueron los "Diálogos globales". Llevamos a cabo dos de ellos y ahora creo que él los va a continuar desde su rol en el plan Argentina 2030. Tanto en aquel momento como en este, la lista de personas fue acomodada colectivamente y tiene que ver con escuchar voces, ideas, temas, puntos de vista que normalmente no llegan a la sociedad o llegan sólo para aquel que está leyendo la prensa especializada internacional. Este año tenemos la posibilidad de abrirlo más y llevarlo a dos ciudades importantes como Rosario y Córdoba.

—Hagamos un mínimo de futurología de 2019: supongamos que el PRO gana las elecciones y se sostiene cuatro años más…
—Cambiemos. Es el apellido de casados. [Se ríe]

—Cambiemos, sí. Macri continúa en la presidencia: ¿se ve como ministro de Cultura?
—¡Qué sé yo! Esas son decisiones que le corresponden al presidente. Yo voy a estar donde él considere que puedo contribuir más al éxito de esta propuesta. No tengo una vocación de permanencia en el cargo. Estoy orgulloso del trabajo que hicimos y, claro, siento que todavía hay más para hacer.

 

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