Nélida Piñón: "Estoy feliz porque la literatura me ha permitido estar en este lugar y vivir en todos los mundos"

Visitó la Feria del Libro una de las mayores autoras del Brasil. En charla con Infobae, habló de su familia, de la situación en su país, del lugar actual de la mujer y reflexionó sobre el impacto de la literatura en su vida. “Cuando uno cree que la lectura es prescindible, está ingresando en una barbarie que convoca a la destrucción”, dijo la gran narradora.

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Nélida Piñón es una escritora extraordinaria. Probablemente irrepetible. Latinoamérica le ha rendido homenajes con todos sus premios de literatura porque sabe que su voz se ha impuesto para dialogar de igual a igual con autores como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Eduardo Galeano o Julio Cortázar.

Cuando ingresa a la sala en la que conversará con Infobae TV, saluda y dice, mientras nos besa: "Estoy tan feliz de estar aquí. Estoy feliz siendo quien soy y habiendo sido tantas otras. La literatura me ha permitido estar en este lugar y vivir en todos los mundos". Lo dice con esa alegría con la que sólo los cariocas son capaces. La palabra de esta mujer nacida hace 80 años en Río de Janeiro transforma, como un milagro pagano, en cálida y acogedora una habitación adusta de un hotel clásico porteño y convierte en charla de viejos amigos lo que se suponía era un reportaje.

Nélida Piñón piensa, filosofa, se adentra en la profundidad de la existencia pero siempre con una mueca en su rostro como la de un niño que se alegra de haber encontrado lo que buscaba. Eso es esta mujer: una expresión palpable de la alegría del pensamiento. "Escribo por el gusto de ser feliz, de ser otro. Porque uno no puede ser uno mismo toda la vida, hay que ser muchos. Hay que tener la vocación de la multiplicidad. Y la literatura permite que tú ingreses en el mundo ajeno del vecino. O sea, de alguna manera reduce el área del misterio. No aclara el misterio porque el misterio es superior a nuestra habilidad de traducirlo. Pero la lectura me parece un deslumbramiento. O sea, la capacidad de poder interpretar lo que hasta entonces ignorabas".

Hija de inmigrantes gallegos de quienes se siente tributaria, Piñón retrató esa historia en una monumental obra llamada La república de los sueños y lo recuerda durante la conversación: "La inmigración requiere una épica porque la gente tiende a creer que el inmigrante es tan modesto que no puede pensar en una utopía. Entonces, la utopía queda confinada a las clases pensantes, a los intelectuales, a los que piensan mejorar el mundo de una forma según sus preceptos, ¿no? Sin embargo, yo veo que los inmigrantes del siglo XIX e inicios del XX tuvieron un sueño, un sueño que para ser concretado requería una fuerza extraordinaria, una renuncia hacia su propia vida, hacia su propio pueblo y a su origen para descubrir las Américas por ejemplo"

Esta autora brasileña viene a presentar su libro de cuentos La camisa del marido, editado ahora en castellano. En pocos días se publicará en Madrid, también es castellano, La épica del corazón. "¿Por qué hay que leer? Yo pienso que cuando uno cree que la lectura es prescindible, está ingresando en una barbarie que convoca a la destrucción, a la destrucción de la vida, y convoca a simplificar la vida. La vida no puede ser simple porque sería insoportable; apagaría el arte, la concepción múltiple de la vida. El pensamiento necesita tiempo, el pensamiento viene del caos, el caos es una maravilla. ¿Qué significa el caos? Es la multiplicidad que existe en el mundo y que tú vas poco a poco metabolizando, filtrando, eligiendo", expresa.

En esta extensa charla, Nélida Piñón habla de la incertidumbre de la vida ("La inquietud del alma asegura la perpetuidad de la civilización"), de la intolerancia y la grieta ("vivimos en un momento muy difìcil en donde es muy común querer acallar, apagar al otro que piensa distinto"), de Jorge Luis Borges ("Es un genio. Desafió el folclore establecido del continente")  y de tanto más. Aquí, la transcripción de parte de la entrevista que pueden disfrutan completa en video al final de esta nota y que debería alentarlos a leerla.

El que no lo haga, sin dudas, se pierde algo hermoso. Tristes sus días.

— ¿Por qué es escritora Nélida?

— Siendo muy niña le dije a mi padre: escribo; soy escritora. Es que siempre pensé que la vida no podía estar limitada al hogar, aunque yo tuviera un hogar agradable, con padres amorosos. Pero yo pensaba: quiero salir por la ventana y ver la vida. Y yo creía que no se podría dormir dos noches seguidas bajo el mismo techo, había que ser aventurera como Simbad el marino, cruzar el océano. Yo pensaba que los libros que leía eran biográficos del otro, del autor; después descubrí que eran invenciones.

— Y escribir era este modo de no dormir dos noches en la misma casa.

— Claro, era la aventura en sí misma y, vamos a decir, vivificar las peripecias

— ¿Por qué hay que leer?

— Por el gusto de ser feliz, de ser otro. Porque uno no puede ser uno mismo toda la vida. Hay que ser muchos. La vocación de la multiplicidad es como la multiplicidad de los panes del milagro de Canaán. O sea, hay que multiplicar la vida. Y la literatura permite que tú ingreses en el mundo ajeno del vecino. De alguna manera reduce el área del misterio, no aclara el misterio porque el misterio es superior a nuestra habilidad de traducirlo. Pero la lectura me parece un deslumbramiento. O sea, la capacidad de poder interpretar lo que hasta entonces ignorabas.

— Hoy con la labilidad y fugacidad de las cosas parece que sentarse a leer dos, tres horas, o lo que lleve un libro, es como imposible.

— Pero es una lástima. Yo pienso que cuando uno cree que la lectura es prescindible está ingresando en una barbarie que convoca a la destrucción, a la destrucción de la vida, y convoca a simplificar la vida. La vida no puede ser simple porque sería insoportable, apagaría el arte, la concepción múltiple de la vida. En ese sentido leer, como estabas diciendo, es un elogio de la vida en sí misma. O sea, la instantaneidad de todo es muy pobre, tú escuchas y confundes lo que has escuchado con lo que viene siguiendo y no sabes de qué se trata. Uno se pierde en una falsa multiplicidad que de verdad es una anestesia, es para que tú no pienses. El pensamiento necesita tiempo, el pensamiento viene del caos, el caos es una maravilla. ¿Qué significa el caos? Es la multiplicidad que existe en el mundo y que tú vas poco a poco metabolizando, filtrando, eligiendo. Entonces esta instantaneidad de la que estás hablando es interesante como cápsula pero no te da la dimensión de la vida.

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— Para mí la lectura es este fenómeno casi de oposición maravillosa que es estar solo y a la vez en todos los mundos posibles que el autor propone. Es una soledad muy acompañada, parece un oxímoron.

— Muy bien observado. Y además, una vez que aceptas lo que te están proponiendo tú súbitamente ingresas en un área de tu imaginación, del imaginario familiar, de la patria, del idioma, y tú también te das cuenta que tienes mucho adicionado que has leído. O sea, la lectura no viene solamente del autor, viene de lo que tú estás pensando, del arsenal que tienes en ti mismo, ¿no? Entonces es una fusión extraordinaria. Alguien me dijo una frase que me impresionó muchísimo, un periodista me dijo "He leído su último libro, La camisa del marido, y me sorprende porque creí que su libro sería crepuscular. A mí me pareció una maravilla". Con esto él no se ha dado cuenta, yo pensé "pues mire, creo que voy a escribir un libro crepuscular". O sea, con eso quiere decir que la lectura afecta tu vida, todo. Tú pasas a ser la otra persona. Y es muy importante que uno crea que tú eres vulnerable. La vulnerabilidad no significa debilidad, significa que estás abierto a la vida. La piel tiene poros, ¿no? O sea, hay que permitir que la vida entre por los poros también. Y los poros son pequeñitos. O sea, nadie resiste a la tentación de la vida que viene mucho por la lectura.

— Su libro La camisa del marido no me pareció crepuscular, me pareció muy vital.

—  El periodista creyó que por mi edad, me imagino, tendría que ser crepuscular, como si yo ya me estuviera despidiendo de la vida. Yo dije "me encantó" y pensé: "creo que voy a simular un libro crepuscular".

— No se está despidiendo nada de la vida, Nélida. ¿Qué pasa frente a la conciencia de la muerte? ¿Cómo es para usted?

— Yo ya tuve una experiencia reciente e interesante, me he dado cuenta de qué es la muerte. La vida es un repertorio, no dominas los episodios que tienes dentro de ese repertorio fantástico que es la vida, ¿no?

— Espere, es una frase hermosa: "La vida es un repertorio y no dominamos los hechos que la componen".

— Es como una memoria. La memoria, por ejemplo, no es mimética. La memoria te traiciona y a la vez es dadivosa. Tú pides ahora a la memoria que traiga lo que has vivido hace 20 años, por ejemplo, y la memoria dice 'no, no me acuerdo', la propia memoria se olvida. Es muy interesante eso. Entonces la propia memoria es también esto, o sea, esa pluralidad de milagros. Entonces con la muerte, claro que tengo miedo del dolor, pero llega un momento que tu piensas: he tenido el valor de vivir, disfruté de la intensidad de los sentimientos, de las emociones, he sido capaz de andar por caminos raros, no tuve miedo de la convivencia, siempre pensé que había que abrir el corazón, nunca tuve miedo de los afectos. ¿Me equivoqué? Sí, me equivoco, me equivoqué mucho. Entonces la muerte, claro, es la última puerta, no sabes lo que viene después. Pero hay que saber que hay una finitud. Hemos contraído un compromiso con la finitud a partir de nuestro nacimiento.

— Un compromiso involuntario, no nos dieron opción.

— No nos dieron pero si uno quisiera podría haberse suicidado. O podría haber llevado una vida que se consumiría como fuego. Yo he hecho el esfuerzo de vivir. Y además he hecho el esfuerzo de vivir porque una de las razones para amar más la vida fue que yo tenía pavor de morir antes que mi madre, porque pensaba "cómo voy a dejarla sola y cómo voy a hacer con el profundo amor que ella me profesa". O sea, es que la vida es tan rica, son tantas propuestas que la vida quizás sea más fuerte que la muerte.

— En su literatura en general pero muy particularmente en La camisa del marido la familia está muy presente en distintos planos.

— Es verdad, la familia nuclear, la familia de la lengua, la familia de la tribu, de los vecinos, ¿no? La familia de la vida se puede decir también. Pero es una familia dura, cruel, de gran crudeza, y a la vez también es la familia para la cual uno vuelve cuando está herido. Me gustó mucho pensar, hace poco pensaba, aquí en Argentina, que uno busca el bálsamo de la familia. La palabra bálsamo no está muy de moda.

— Pero es hermosa.

— Es muy linda. Es que la lengua es una maravilla. Y sobre todo la lengua es uno de los más refinados inventos humanos. Cada palabra usted puede imaginar de dónde vino, de la carencia, de la miseria, de la oscuridad, de la necesidad dramática de designar todo, bautizar.

— ¿Por qué el cuento?

— Porque yo empecé a escribir cuentos muy joven también, entonces no es un género al que yo esté ajena. Pero lo que me fascina más que el cuento, aunque el cuento es primoroso también, es la novela. Pero el cuento es muy interesante porque tiene una índole, tiene que ser corto porque si se extiende mucho entra en la categoría casi sociológica de la novela.

— Usted dice en uno de sus cuentos que "la inquietud del alma asegura la perpetuidad de la civilización".

— Sí, es interesante. ¿He escrito yo eso?

— Sí, y lo traduje como pude porque está en portugués. Le juro que es suyo.

— Lo bueno es que me olvido.

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— No, pero es hermosa "…la inquietud del alma asegura la perpetuidad de la civilización."

— Es verdad, porque yo me imagino que esto permite un cuestionamiento de dioses, de Dios, de nuestra naturaleza, la desconfianza hacia nuestra violencia. O sea, sí, consolidar la civilización requiere inquietud como también requiere respuestas. La civilización es mágica.

— ¿Y cómo vive este momento donde los fundamentalismos se expresan tan violentamente en el planeta?

— Sí, eso asusta porque es contrario a la democracia, al reparto de poderes, es un cuestionamiento. El fanatismo de alguna manera impide que el otro pueda pensar. O que pueda tener la libertad de imaginar qué mundo quiere para sí, para su familia. Porque él ya tiene todo aclarado, el fundamentalista no tiene dudas. O sea, tiene quizás un proyecto de dominación. Y también es capaz de matar y matarse. Pero yo creo también que habría que estudiar la historia de las civilizaciones, las teologías, desde siempre, hasta qué punto también Occidente ha sido bárbaro en relación a ciertas religiones minoritarias. No hay inocentes en todo eso. De todas maneras pienso que el fundamentalismo es terrible y es muy peligroso. Sobre todo con la naturalidad, la muerte del otro. Matar al otro no le duele.

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— Usted sabe que está en la Argentina en donde se habla de "la grieta", esta brecha en donde es imposible siquiera escuchar al otro. Hay como un ensalzar la intolerancia.

— Muy bien puesto, Luis. Es verdad, está pasando esto. Es un momento difícil porque no es posible que seamos capaces de creer que hay que apagar al otro, que el otro no existe porque tiene ideas opuestas a la nuestra. ¿Dónde estamos? O sea, no estamos dando pasos adelante en el área del mutuo conocimiento, no. Es un momento muy difícil. Yo veo en Brasil, veo en muchos países. El radicalismo o, como has dicho, la intolerancia.

— ¿Cómo vive la política de Brasil, hoy día tan complicada?

— Es difícil, pero yo evito mucho hablar de mi país en el extranjero, es una posición. Si fuera una dictadura oficial sí, pero no lo es. Pero de todas maneras es difícil, es un momento penoso. Pero a la vez puede que tengamos la oportunidad de establecer nuevas normas civilizatorias, nuevas conductas políticas de más responsabilidad hacia el pueblo.

— Hace muy poco entrevisté a la ex presidente Dilma Rousseff y ella dijo que fue derrocada por el establishment del Brasil, que no soporta el mejoramiento de las clases populares.

— Ella creía eso para justificar su fracaso. Pero porque yo no creo que… Claro, las clases altas de todos los países, sobre todo de nuestros países, no son muy generosas. Esa es la verdad. Pero no es verdad tampoco lo que ella está diciendo. Todos saben que el país está viviendo un momento muy penoso con 14 millones de desempleados, por lo tanto ella tiene que asumir su responsabilidad.

— Está presentando el nuevo libro que ya está por aparecer en Madrid.

— En Madrid sale ahora, Hijos de América, pero vendrá con otro título en castellano, La épica del corazón.

— Qué lindo título.

— ¿Te gustó?

— Mucho.

— Pues vendrá, porque es uno de los trabajos, los ensayos del libro y al editor le gustó mucho entonces vendrá en vez de como Hijos de América como La épica del corazón.

— ¿Y cuál es la épica de su corazón, Nélida?

— Mire, uno de ellos, bueno, primero es la vida. Pero en ese sentido yo pensaba mucho en la inmigración. La inmigración requiere una épica porque la gente tiende a creer que el inmigrante es tan modesto que no puede pensar en una utopía. Entonces la utopía queda confinada a las clases pensantes, a los intelectuales, a los que piensan mejorar el mundo de una forma según sus preceptos, ¿no? Pero sin embargo yo veo que los inmigrantes del siglo XIX e inicios del XX tuvieron un sueño, un sueño que para ser concretado requería una fuerza extraordinaria, una renuncia hacia su propia vida, hacia su propio pueblo y a su origen para descubrir las Américas, por ejemplo. Como decían antiguamente, hacer la América, la construcción. Entonces eso es utópico. Y cada cual tiene derecho a su utopía, por tanto a su épica personal, a su capacidad de creer que es héroe de lo cotidiano.

— Quiero tomar algo que usted dijo porque lo escribe, porque lo dice, porque lo siente, que es ser hija de inmigrantes. La inmigración la ha definido.

— Sí, mucho. Me gusta pensar porque me confirió una situación privilegiada de la doble cultura. Yo soy una mujer de doble cultura sin darme cuenta. Y tomo como ejemplo algo que repito mucho: ¿cómo podría ser yo como mis colegas de escuela pequeñitos si yo comía pulpo? Imaginate un pulpo con 8 piernas, una extravagancia. Y me acuerdo que la primera vez que he visto a mi familia dando una tunda, una zurra al pulpo para quebrar sus fibras, me pareció extraordinario. Con eso quiero decir que haber sido de familia de inmigrantes me dio un espíritu muy fuerte. Yo siempre pensé "Dios mío, ellos cruzaron el Atlántico y yo a los 10 años crucé el Atlántico en sentido contrario". Entonces, de alguna manera confirmé la existencia de mi patria, Brasil, por cuenta de ese viaje de vuelta de España. Por eso he sido capaz de crear una obra, sobre todo la obra La época de los sueños que es la historia de los migrantes del siglo XII, el viaje del camino francés que venía de los Pirineos antes de París hasta Santiago de Compostela. O sea, es verdad, la inmigración en mi caso consolidó mi espíritu de aventura.

— Cómo se para, cómo se posiciona Nélida frente al discurso de género hoy tan fuerte de ser la primera mujer en la historia que integra la Academia de su país. ¿Qué es para usted la voz femenina?

— Bueno, es una voz en expansión. Y, además, una voz que tendrá en sus profundidades, en su memoria ancestral, histórica, elementos que aun podrán venir como revelación de la vida, de la historia humana. Porque ustedes se dan cuenta de que una mujer es muy reciente en la cultura canónica porque no podía leer, ella no estudiaba, no la dejaban ir a la escuela, a la universidad. Pero ella fue partícipe de los momentos más extraordinarios de la humanidad. Ella ha sido siempre la persona que recogía los últimos suspiros de los moribundos, era una tarea suya. Estaba con los que se despedían, cerraban los ojos de los muertos. Entonces ella pudo organizar, activar sentimientos que los hombres no conocieron tanto de cerca. Por eso el discurso cuando gané el premio Juan Rulfo en México, entonces considerado el Nobel de América Latina. Yo dije que por cuenta de esta vecindad con los sentimientos más dramáticos y difíciles del ser humano, la mujer los conoció. Ella tendría que cobrar derechos de autor de Shakespeare, Homero, de todos los escritores, porque sé también que ellos llegaban a la casa y decían "María, cómo es tener un hijo, cómo es que él toma la leche, la vida de tu cuerpo. Cómo es tener un cuerpo que reproduce la vida. Cómo es ser el testigo de los desvaríos del amor. Bueno, y todo eso.

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— Julieta no pudo ser sino una mujer que se la contara a Shakespeare.

— Claro, exactamente. Shakespeare no sabía.

— No tenía idea.

— Incluso cómo Julieta era astuta. Ella manda, ¿no? Pero comentando entonces yo creo que en ese sentido la escritora mujer podrá adicionar elementos preciosos en el lenguaje narrativo. Pero de todas maneras no me gusta el concepto de narrativa femenina, de texto. Pero es verdad, porque ella tanto como el hombre domina el lenguaje. El lenguaje es andrógino, es una invención de la comunidad. Entonces ella domina el lenguaje, ella está en todos los sitios que los hombres están. El tema es si hay una literatura femenina como están diciendo o quieren decir tendremos que decir literatura masculina, lo que invalida también la literatura masculina. Entonces con eso podremos decir ¿y por qué Flaubert tenía la autoridad de decir yo soy Ema? Porque claro que la tenía. Todos nosotros tenemos el derecho como autores de invadir el cuerpo ajeno, tu cuerpo no me puede ser desconocido.

_ ¿Qué significa Borges para una autora de su dimensión?

— Un genio. Yo conocí a Borges como lectora cuando tendría 22 años. He sido una excepción inédita en Brasil, nadie conocía a Borges, yo lo conocí y me maravillé. Borges hace algo extraordinario: él abandona los temas clásicos de América y es capaz de navegar por temas orientales. Él no tiene la obligación de seguir las corrientes históricas de su país, de nuestro continente, él se aventura por todo el mundo. Y tiene una visión creadora, unas metáforas extraordinarias y un lenguaje muy poco de su época, frases muy cortas muchas veces. Y bueno, y nos propone un mundo de la inteligencia, es un texto rigurosamente inteligente. Quizás mucha gente inicialmente se ha alejado por la inteligencia visible de Borges porque es sin duda, a mi juicio porque podría hablar de él mucho, uno de los genios de nuestro continente.

— En El jardín de los olivos usted dice "El alma es una gruta sin luz".

— Es verdad, me gustó la definición.

— Es suya también, eh.

— Pero es verdad. Pero nuestro esfuerzo es crear la posibilidad de  poder mirarnos mejor a nosotros y a nuestros vecinos para ser generosos.

— ¿Pudo? ¿Su lámpara ilumina bastante?

— A mí sí, yo creo que sí. Hoy a mi edad y en mis circunstancias pienso que he hecho un gran esfuerzo para alumbrar la mía y la de los vecinos. Porque creo en la compasión, en la misericordia. Y soy muy de San Pablo y su concepto de cáritas, que no es caridad, es amor.

— Claro, la caridad no es dar lo que a uno le sobra, es dar lo que uno tiene para compartirlo.

— Muy bonito. Y además dar pruebas de amor.

— ¿Está feliz Nélida?

— Yo sí, estoy feliz. Es muy difícil que alguien… (piensa) Nunca me hicieron esa pregunta y me gustó. Sí, porque yo soy una mujer alegre. Incluso en mis momentos difíciles siempre he reído. Soy cervantina, tengo la noción del ridículo humano entonces estoy instaurada enseguida en ese ridículo humano, por lo tanto tengo que ser generosa conmigo, si lo soy con el otro por qué no lo voy a ser conmigo. Yo tengo cariño por mí misma. No se puede ser intolerante consigo mismo. A quien usa cilicios: ¡horrible! Hay que poner la mesa bien y comer su pan como si estuviera comiendo caviar.

ENTREVISTA COMPLETA

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