En 2023, durante varios meses los colombianos estuvieron alertas ante el crecimiento de la actividad del volcán Nevado del Ruiz, lo que hizo que múltiples familias fueran desalojadas ante la posibilidad de una inminente erupción que finalmente no se registró.
De acuerdo con la Unidad Nacional para la Gestión del Riego de Desastres (Ungrd) un sismo es la liberación súbita de grandes cantidades de energía, que se representan a través de ondas que se desplazan por el interior de la tierra y que al llegar a la superficie puede ser percibida por las personas, animales y hasta estructuras.
El Servicio Geológico Colombiano confirmó un evento sísmico en la costa del Océano Pacífico con una magnitud de 2.7 y profundidad superficial.
La revisión del estado de los canales y desagües del hogar es crucial en caso de un sismo por varias razones. En primera instancia, un movimiento telúrico puede causar daños estructurales no visibles de inmediato, comprometiendo la integridad de estas instalaciones.
Eventuales fisuras o bloqueos en los canales y desagües pueden derivar en filtraciones, inundaciones y acumulación de agua indeseada, aumentando el riesgo de daños materiales adicionales y problemas de salubridad.
Además, es esencial garantizar que los sistemas de desagüe funcionen correctamente para prevenir la acumulación de agua y posibles inundaciones internas, especialmente crucial durante fenómenos naturales como lluvias intensas post-sismo.
Por lo tanto, una inspección y reparación oportuna puede prevenir complicaciones mayores y contribuir a la seguridad y habitabilidad del hogar después de un sismo.
Colombia experimenta frecuentes sismos debido a su ubicación geográfica en una zona de alta actividad sísmica. Las principales razones son:
Colombia es un país con alto riesgo sísmico debido a su ubicación en el cinturón de fuego del Pacífico, una de las regiones más activas del planeta en términos de actividad tectónica.
En el territorio convergen tres placas principales: la placa de Nazca, la placa Sudamericana y la placa Caribe, cuyos movimientos generan una constante amenaza de terremotos. Las zonas más vulnerables se encuentran en la región andina, donde se localizan ciudades densamente pobladas como Bogotá, Medellín y Cali.
El Sistema Geológico Colombiano (SGC) ha señalado que las áreas más propensas a sismos de gran magnitud incluyen el Eje Cafetero, el departamento de Nariño y la región de Santander, especialmente la llamada “nido sísmico de Bucaramanga”, una de las zonas con mayor frecuencia de eventos sísmicos en el mundo.
Según el SGC, al año se registran en promedio más de 2,500 movimientos telúricos en todo el país, aunque la mayoría son de baja magnitud.
Los expertos advierten sobre la necesidad de reforzar las medidas de prevención y gestión del riesgo, dado que el impacto de un sismo depende no solo de su magnitud, sino también de la vulnerabilidad de las edificaciones y la preparación de la población.
En ciudades como Bogotá, donde la expansión urbana no siempre ha seguido normas estrictas de construcción antisísmica, la preocupación es significativa.
Las autoridades nacionales han impulsado políticas de reducción del riesgo, como simulacros periódicos y el monitoreo constante de la actividad sísmica, aunque los retos persisten en zonas rurales y regiones donde el acceso a información y tecnología es limitado.
Además, se subraya la importancia de la educación comunitaria para minimizar el impacto de futuros eventos sísmicos, especialmente en un país que enfrenta la amenaza constante de desastres naturales.
Es crucial tener un botiquín de emergencia bien equipado. Este debe incluir elementos básicos de primeros auxilios como vendas, gasas estériles, cinta adhesiva médica, alcohol, antiséptico, tijeras, pinzas, guantes desechables, analgésicos, antiinflamatorios y medicamentos personales. Además, es esencial contar con una linterna con baterías de repuesto, un radio portátil a pilas, baterías adicionales, un silbato, agua embotellada, alimentos no perecederos, una cobija térmica, un kit de higiene personal, una lista de contactos de emergencia, copias de documentos importantes, una multiherramienta o navaja suiza, cuerda resistente, máscaras de polvo y dinero en efectivo.
Estos elementos asegurarán que se puedan proporcionar cuidados médicos básicos y mantener la supervivencia mientras se espera la llegada de ayuda. Tener un botiquín bien preparado puede marcar una gran diferencia en las primeras horas críticas después de un temblor, proporcionando lo necesario para atender heridas, mantenerse informado y protegido, y cubrir necesidades básicas hasta que se restablezcan los servicios.
El Servicio Geológico Colombiano registró en Cubarral, Meta, un movimiento telúrico de 2,9 puntos y una profundidad superficial menor a 30 kilómetros. No hay afectaciones reportadas.
En situaciones en las que se requiera evacuar no se debe dejar a los animales de compañía encerrados o abandonados. Se recomienda tener un kit de cuidado especializado para ellos
Se recomienda participar en simulacros de evacuación junto con las mascotas para que se familiaricen con el proceso. Foto: Dpyba.
En emergencias relacionadas con desastres naturales, como terremotos, huracanes e incendios forestales, es importante no solo salvaguardar la vida propia y la de las demás personas, sino también la de los animales. Por eso, el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal de Bogotá planteó un listado de recomendaciones a tener en cuenta para evacuar con mascotas en situaciones de riesgo.
A nivel general, los términos sismo, terremoto y temblor son considerados sinónimos por diversas autoridades y diccionarios. Según la Real Academia Española, terremoto se define como un movimiento brusco de la corteza terrestre, lo cual coincide con la definición de sismo. Sin embargo, existe una diferenciación en el uso coloquial de estos términos en diferentes regiones.
En Latinoamérica, donde los movimientos de las placas tectónicas son frecuentes, las palabras temblor y terremoto se utilizan a menudo para describir fenómenos de distinta magnitud. Generalmente, un temblor se asocia con un movimiento sísmico de menor intensidad y duración limitada a pocos segundos, mientras que un terremoto se refiere a un fenómeno más fuerte, con potencial destructivo significativo y una duración que puede extenderse a minutos. De otro lado, la palabra sismo se refiere a cualquier movimiento de la corteza terrestre, sin importar su intensidad o consecuencias.
El Instituto Geofísico del Perú reconoce estas diferencias y señala que en el uso cotidiano, un temblor es identificado como un sismo leve y menos dañino, mientras que un terremoto implica mayores daños a infraestructuras y posibles víctimas. Sin embargo, este mismo instituto coincide con la Real Academia Española en que, pese a estas distinciones coloquiales, los términos pueden ser considerados sinónimos y utilizados indistintamente en contextos profesionales y científicos.