Haril Mapun, expertos en rastas y diseño de dreadlocks se hizo viral tras recordar en una entrevista de finales de octubre (2024) su experiencia más aterradora al prestar un servicio a domicilio en Bogotá:
“Tuve que peinar a un man que tenía un apartamento súper Gomelo en la avenida Suba con 21 Ángeles, pero era gomis, gomis, gomis. Cuando entré al apartamento sentí un olor terrible a cañería y me dio miedo, porque entonces estaba de moda la serie de Jeffrey Dahmer y la sala era lo único organizado, porque hacía en vivos”, detalló en conversaciones con el programa web charlando sin filtros.
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De entrada, el apartamento de su cliente parecía un lugar fuera de lo común, entonces, para hacer frebrte a los nervios lo primero que hizo fue “pedirle el baño prestado. Tuve que pasar por otras tres habitaciones y todas estaban desarmadas, todo el apartamento estaba rayado y le envié un mensaje a mi familia, contándole en dónde estaba”.
Pero el baño no era diferente: “Estaba súper sucio, súper descuidado: taza rota, vidrios rotos. No voy a decir que vi sangre ni nada de eso, porque sencillamente no lo vi, pero estaba muy feo, me dio mucho miedo y la energía se sentía súper pesada”.
Al salir se encontró con su cliente, mirándolo fijamente desde la sala y pensó: “Si algo con la aguja me defiendo, pero no fue necesario. Nos sentamos y para bajar la tensión le pregunté al man a qué se dedicaba y me contó que hacía videos y luego le pregunté si vivía solo y me dijo que sí”.
La actitud pacifica de su cliente no encajaba con la forma en la que se encontraba el apártamento; así que, decidió resolver sus dudas, luego de entrar en confianza, “Después de haber estado hablando durante un rato le pregunté qué era todo ese reguero y me dijo que sufría de ataques esquizofrénicos y me preocupé porque le iba a hacer los dreadlocks (rastas) desde cero”.
Haril, que de por sí es alguien desconfiado, se mantuvo al alerta desde que entró y hasta que terminó el servicio. “Me preguntó si quería tomar algo y me pasó un vaso de agua, pero no vi en qué momento lo sirvió (...) yo no soy de los que reciben botellas destapadas, me causa nervios que puedan verterle algo y él tenía acceso a medicamentos psiquiátricos”.
Pero eso no es todo: “Hice lo posible por no tomar nada, a pesar de que tenía bastante calor, pero sí le pregunté por los ataques y me contó que estaba medicado y se encontraba bien, aunque, cuando le daban, se ponía neurótico”.
Sabiendo que en cualquier momento podía sufrir un episodio esquizofrénico, decidió prepararse. “Le pregunte si teníamos que darnos (golpearnos) en caso de que le empezara un ataque. Le dio risa y me explicó que presentía cada episodio antes de que iniciara, entonces, podía avisarme, pero eso me causó mayor intranquilidad”.
La sesión transcurrió en aparente calma, hasta que, ya terminando, cuando unas tres o cuatro dreadlocks le faltaban “el man (cliente) me dice: hey, porfa salte un momentico que me va a dar un ataque. Yo salgo del apartamento, él me entrega las llaves y me dice que, al sentirse mejor, me iba a hacer pasar”.
Y agregó: “Empiezo a escuchar la totazera dentro, tiraba las cosas, gritaba. Súper mal, yo no sabía si entrar, pero fui tan pendejo que dejé todas mis cosas adentro. Cuando, de repente, pasó una señora del aseo y me confirmó que era medio loquito y cuando le daban los ataques se demoraba una media hora en calmarse”.
Efectivamente, media hora pasó con Haril fuera e, incluso, se hizo amigo de los vecinos, quienes, le contaron que estaban acostumbrados a los constantes ataques del hombre del 604, que debía tomar su medicamento tras cada episodio:
“Entré con el corazón a mil y estaba con las manos cortadas, me dijo que había sido uno fuerte y cuando le pregunté si necesitaba que llamara a alguien me contó que su familia lo había abandonado”, lamentó Haril, en un intento por ver el lado positivo a la historia de su cliente.