
Hace algunos años, en vísperas de unas finales de playoffs, un periodista le preguntó a un veterano y exitoso entrenador si no prefería encarar semejante desafío con jóvenes hambrientos de gloria antes que con veteranos campeones probablemente aburguesados.
No importan ni el deporte ni el nombre del entrenador sino su respuesta: “a mi dame siempre al veterano campeón. Esa gente, por lo general, no solo no se aburguesa sino que eleva su potencial, simplemente, porque ya conocen la gloria. Ellos saben lo que se siente y quieren volver a estar en esa situación”.
Quizás en esta sentencia se esconda buena parte de la vigencia de los grandes fenómenos del deporte de todos los tiempos.
¿Qué moviliza a Rafael Nadal a querer ganar otra vez Roland Garros después de haberlo logrado no una ni dos sino catorce veces?
Qué otra cosa sino el deseo de seguir sintiendo de cerca la gloria hizo que, después de haber superado por lejos el récord de títulos olímpicos, Michael Phelps se convirtiera en el velocista que nunca fue para sumarse a la posta 4x100 libre campeona en Río nadando su relevo tan rápido como nunca lo había hecho?

El pasado jueves, Simone Biles anunció su voluntad de estar presente en París 2024. Sus declaraciones recorrieron el mundo y los fanáticos de la gimnasia, y del deporte en general, celebraron la intención de la norteamericana de ir por un nuevo Juego Olímpico.
Algunos, todavía con el sabor amargo que dejó su retiro en Tokio, más allá de la importancia en su mensaje por la salud mental, también celebraron su vuelta a la competencia tras dos años en el retiro.
Fue el 5 de agosto pasado cuando Biles se consagró como la mejor deportista del US Classic. Su paso por la competencia pareció demostrar que ni el tiempo, ni el talento, habían pasado.
Si bien el camino hacia París es largo y Estados Unidos cuenta con varias gimnastas de élite en su proceso de selección, pareciera que la intención de la múltiple campeona mundial y olímpica es más realidad que un sueño.

“En este momento diría que ese es el camino que me gustaría seguir (competir en París 2024)”, dijo Biles para la cadena NBC. Entre risas, respondió a la pregunta de si deberían apostar cinco dólares por su participación o por su ausencia, con un “No me importaría si los pusieras en el sí”.
Luego de su participación en el US Classic, y ante la pregunta por París 2024, pidió tiempo y aseguró que más allá de su deseo, todavía no se siente del todo lista. “Me tengo que cuidar un poco más, escuchar a mi cuerpo un poco más respecto a lo que hacía antes. Ahora siento que todavía dudo un poco de mí, pero sigo con terapia para asegurarme que todo vaya bien”, reconoció.
También remarcó que en ese proceso ayudó mucho la confianza en su entrenador, compañeras y sobre todo en ella misma. Habrá que esperar un poco más para poder verla nuevamente en acción. Todavía resta definir si participará del Campeonato Mundial de Amberes a fin de mes. Más allá de haber conseguido la clasificación en el US Classic por ahora no aparece inscrita. De presentarse será un evento clave en este camino que busca recorrer de cara a la próxima cita olímpica.
Es probable que la historia de Simone Biles tenga un twist clave respecto de los dos ejemplos seleccionados al comienzo de este texto. Y fue ese histórico percance en Tokio por el cual pasó de ser la favorita a subirse no menos de seis veces al podio-y ganar no menos de cinco doradas- a, apenas, lograr la de bronce en viga. No solo los mortales no tenemos forma de imaginar lo qué pasa por la cabeza de los GOATS a la hora de buscar un nuevo desafío, sino que mucho menos podríamos comprender cómo se sienten ante la posibilidad de tomarse revancha.
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