Las guías de la presión arterial no tienen en cuenta la edad ni la fragilidad de mi madre

Por Janice Neumann

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En los roles de decisión, todavía hay muchas diferencias en el sector de la salud (Getty)
En los roles de decisión, todavía hay muchas diferencias en el sector de la salud (Getty)

El verano pasado, durante una visita rutinaria de mi madre de 92 años a un cardiólogo para hacerse una revisión del marcapasos, su presión arterial sistólica registró un nivel peligrosamente alto, de 220-94.

El día anterior, en su casa, su presión había sido 150, ese es el número sistólico, y 82, el número diastólico.

Su médico dijo que ese aumento podría deberse a la "hipertensión de bata blanca" o presión arterial alta en el consultorio de un médico causada por ansiedad. Él tomó la presión nuevamente, vio que todavía estaba demasiado alta y dijo que necesitaba ser hospitalizada.

La atmósfera relajante en el hogar era muy diferente a la del consultorio del médico, donde una enfermera la apresuraba a entrar en una sala de chequeo y parecía ajena a las dificultades para caminar de mi madre, a sus problemas de vista y sus dudas para responder preguntas simples.

Así que estuvo hospitalizada por un día y el médico aumentó su dosis de medicamentos para la presión arterial. Ella salió del hospital débil y aturdida.

Esa debilidad empeoró en el invierno, cuando los médicos trataron de mantener su presión arterial por debajo de 150. Su cardiólogo bajó su medicación en un intento de abordar su debilidad, pero todavía marcaba un número alto. Algunos días, incluso, ella se sentía demasiado débil y mareada como para levantarse de la cama. Una vez, ella no pudo ir a la cita con un médico porque no tenía fuerzas para salir de casa y su cardiólogo pensó que el problema era algo psicológico porque las lecturas de presión arterial en el hogar eran buenas.

Cuando dije a los médicos que creía que sus síntomas provenían de los efectos secundarios de los medicamentos, ellos no me prestaron mucha atención.

Al inicio de la primavera, mi madre estaba apática y más débil (había estado comiendo y bebiendo poco). Durante una visita a su geriatra, su nivel de sodio era tan bajo que tuvo que ser hospitalizada (bajo nivel de sodio puede causar daño cerebral).

Fue transferida a un centro de rehabilitación con unos pies tan hinchados que era incapaz de usar zapatos. Ella salió de esa instalación varias semanas más tarde sintiéndose mucho más débil y más enferma. Fue hospitalizada de nuevo y se descubrió que tenía insuficiencia cardíaca.

En los últimos años, se ha instado a los médicos a tratar la presión arterial alta de una forma mucho más agresiva, especialmente en personas mayores. Los doctores de mi madre parecían empeñados en bajar su presión sanguínea a pesar de que yo pensaba que eran efectos secundarios que estaban disminuyendo su calidad de vida.

En 2014, la Sociedad Estadounidense de Hipertensión recomendó una presión objetivo de 140 sobre 90 o menos para la mayoría de los adultos, y 150 sobre 90 o menos para los mayores de 80 años.

En 2015, el SPRINT (Ensayo de Intervención de Presión Arterial Sistólica) mostró que las personas mayores con alto riesgo de episodios cardiovasculares pero sin diabetes tenían menores tasas de ataques cardíacos, insuficiencias cardíacas, accidentes cerebrovasculares o muerte cuando apuntaban a una presión arterial sistólica de menos de 120 que cuando era menos de 140.

Ese estudio ayudó a establecer las pautas, anunciadas por la Asociación Estadounidense del Corazón, el Colegio Estadounidense de Cardiología y otros nueve grupos de salud en noviembre de 2017, que pusieron la nueva guía a menos de 120 sobre 80.

Aunque la terrible experiencia de mi madre comenzó en el verano de 2017, antes de que se publicaran las últimas pautas, muchos médicos ya estaban actuando teniendo en cuenta los hallazgos de SPRINT.

Pero en el estudio de SPRINT, la presión arterial de los pacientes se midió después de cinco minutos de reposo silencioso, y la dosis de medicación se basó en la media de tres lecturas. Eso es muy diferente al escenario de presión que mi madre encontró.

Ese estudio tampoco recomendó un objetivo de presión arterial para pacientes en hogares de ancianos o con enfermedad avanzada y esperanza de vida limitada. Aunque mi madre no cumplía con esos criterios el verano pasado, creo que su mayor fragilidad la acercaron. Creo que los médicos deberían haber relajado su objetivo de presión arterial y reducido la dosis de su medicación, vigilándola de cerca, en lugar de someterse a los estándares de presión arterial destinados a personas mayores que son más saludables.

El estudio SPRINT también encontró que las reducciones intensas en la presión arterial alta provocan los desmayos, las anormalidades de electrolitos como sodio, potasio y calcio, y daños o insuficiencias renales agudas.

Una conversación con Michael Rich, un cardiólogo geriátrico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, me hizo darme cuenta de que debería haber insistido en que los médicos consideraran la edad y la calidad de vida de mi madre.

Rich, que recientemente escribió un editorial en el Journal of the American Geriatrics Society sobre algunos de los riesgos de los objetivos de presión arterial SPRINT, señaló que los objetivos de la presión arterial se podrían relajar en personas con una esperanza de vida limitada y otros problemas médicos graves.

"En última instancia, debe ser un proceso de toma de decisiones compartido donde los objetivos y preferencias de la persona sobre cómo quiere pasar el resto de su vida se convierte en un factor importante en la forma de tratar sus problemas médicos", remarcó Rich.

"En algunas personas, 120 puede ser un nivel demasiado bajo y pueden estar teniendo efectos secundarios como mareos, caídas… Mucho depende de la persona, y lo que es demasiado bajo depende en parte de si la persona está teniendo síntomas relacionados con ella", agregó.

Las dosis de medicamentos se vuelven más difíciles de ajustar y los efectos secundarios pueden aumentar a medida que las personas envejecen porque "el metabolismo cambia y la absorción, la distribución en el cuerpo y la eliminación de la mayoría de los medicamentos se ven afectados por el envejecimiento", remarcó al respecto.

"Eso predispone a las personas mayores a un mayor riesgo de efectos secundarios de la mayoría de los medicamentos. Por lo tanto, a menudo, las dosis deben ajustarse en personas mayores, por lo general, a la baja con el fin de obtener un efecto equivalente a las personas más jóvenes sin aumentar los efectos secundarios".

Jeff Williamson, jefe de gerontología y medicina geriátrica del Wake Forest Baptist Medical Center en Winston-Salem (Carolina del Norte), y uno de los autores del estudio SPRINT, destacó que, entre los adultos mayores e independientes, aquellos con presión arterial sistólica inferior a 130 tenían "el riesgo más bajo de accidente cerebrovascular, insuficiencia cardíaca y ataque cardíaco: todas las afecciones que pueden provocar que una persona pierda la capacidad de vivir en casa".

Pero Williamson también dijo que había cierto margen de flexibilidad.

"Muchos pacientes me dicen 'simplemente no me siento bien con un objetivo más bajo' o 'tengo problemas para llega hasta allí'", dijo.

"Entonces acordamos un objetivo un poco más alto para ellos, sabiendo que 140 sigue siendo mejor que 150 en términos de reducir el riesgo de accidente cerebrovascular e insuficiencia cardíaca".

Para los pacientes que no tengan más de un año de vida, sería incluso menos intenso con los objetivos de la presión arterial.

"Podría decir: 'Probemos una dosis más baja de este medicamento para la presión arterial para ver si se siente un poco mejor'. Ahora todo se trata de la calidad de vida y no de la cantidad", indicó.

Leslie Kernison, que escribe en betterhealthwhileaging.net, sugiere que los pacientes o sus cuidadores lleven un registro de cómo se siente un paciente cuando se inician o cambian los medicamentos y que se pregunte a los médicos sobre los posibles efectos secundarios de los mismos.

"Los pacientes deberían preguntar a los médicos sobre los beneficios y riesgos del tratamiento de la presión sanguínea", comentó. "Creo que la mayoría de la gente simplemente no está preparada para hacer preguntas", argumentó Kernison, que es geriatra.

Esas son las conversaciones que desearía que mi madre y yo hubiéramos tenido.

Pero unas semanas antes, mi madre sufrió un paro cardíaco y murió.