La producción mundial de vino alcanzó su mínimo histórico en 56 años

Por Caitlin Dewey

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Este año, la producción mundial de vino se desplomó a un mínimo histórico jamás registrado en casi seis décadas y esa no es la peor noticia.

Gracias a los estragos del cambio climático, los expertos dicen que este tipo de malas cosechas, una vez consideradas históricas, probablemente se volverán más comunes en el futuro.

Esta semana, la Organización Internacional de Viña y Vino (OIV por sus siglas en inglés), un grupo científico y técnico con sede en París, anunció que la producción caerá en alrededor 3,000 millones de botellas este año, una caída de más del 8 por ciento desde 2016 y el nivel más bajo visto desde 1961. Las pérdidas fueron impulsadas por un trío de situaciones climáticas extremas en Italia, Francia y España; las regiones más afectadas incluyen las que producen Burdeos, Rioja y Chianti.

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Según los analistas, es poco probable que los consumidores de Estados Unidos vean escasez o cambios en los precios ahora ya que los productores europeos priorizan este mercado. Pero eso podría cambiar si los eventos climáticos extremos se vuelven más frecuentes.

"Esto es algo de lo que la industria del vino es muy consciente", dice Stephen Rannekleiv, estratega de bebidas globales de Rabobank. "Cómo responder al cambio climático, cómo adaptar los varietales, cómo disminuir su propia huella y esencia, es una preocupación para toda la industria", añade al respecto.

Según la OIV, las pérdidas de la industria este año se concentraron en Italia, Francia y España, el primer, segundo y tercer país respectivamente.

El climatólogo de vino en Linfield College (Oregon), Gregory James, justifica que los tres países sufrieron una severa helada primaveral en abril, después de que los brotes ya comenzaron a aparecer. Además de eso, algunas partes de Italia experimentaron una larga ola de calor veraniego –apodada "Lucifer" por algunos viticultores locales- y España capeó una histórica sequía que vio 37 de sus 150 distritos del vino en estado de emergencia.

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Como resultado, la OIV dice que la producción de vino español ha bajado un 15 por ciento, mientras que los franceses han visto un descenso del 19 por ciento. Se estima que la caída en Italia ha sido de un 23 por ciento menos que el año pasado, lo que ha supuesto la peor temporada en Toscana, Sicilia, Umbría, Ambruzzo y Piamonte (la organización ha pronosticado solo una disminución marginal en la producción de Estados Unidos por los incendios forestales de California, ya que afectó la zona después de la cosecha de la mayoría de los viñedos).

La disminución de los volúmenes ya está causando dolores de cabeza a los enólogos en Europa. Durante varios años, el inventario de vinos del mundo, el vino producido en exceso de la demanda, a menudo envejecido o almacenado para su posterior venta, se ha reducido debido a un consumo constante y a varios eventos climáticos adversos. Ahora el costo del vino a granel está aumentando, dando a los vendedores de vino la opción de incrementar sus propios márgenes o aumentar los costos para los consumidores.

Afortunadamente para los enófilos, la mayoría de los enólogos "odiarán" aumentar los costos, según Rannekleiv. Aquellos enólogos que no tengan otra opción que las pérdidas económicas no podrán exportar a Estados Unidos, mientras que las marcas más pequeñas y de menor precio producirán principalmente para el mercado europeo.

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"A diferencia de otros cultivos, todos los vinos producidos durante una cosecha no se consumen durante el año siguiente", comenta Yann Juban, subdirector general de la OIV. "Las existencias todavía existen en las bodegas de productores y comerciantes", expresa al respecto.

Aún así, los consumidores de Estados Unidos no deberían sentirse demasiado cómodos: los expertos dicen que la mala cosecha de este año es un presagio de los desafíos por venir. Si bien los eventos climáticos extremos no se pueden atribuir por completo a las acciones humanas, la mayoría de los científicos están de acuerdo en que un clima cálido hará que las olas de calor, las sequías y las tormentas intensas sean más comunes.

Eso podría plantear un problema para las uvas para producir vino, que no solo requieren temperaturas específicas, sino también niveles concretos de humedad e intensidad de luz para desarrollar sus mejores sabores. A temperaturas más altas, por ejemplo, los vinos Syrah pierden su aroma de pimienta y los Riesling adquieren un sabor a gasolina. Un creciente cuerpo de investigación sugiere que algunas de las regiones vinícolas más famosas del mundo pueden llegar a ser demasiado cálidas para las uvas que son más conocidas.

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"Es un doble golpe. Y si bien es bastante fácil adaptarse a la temperatura que sube gradualmente, es muy difícil ajustarse a la variabilidad", comenta Jones, el climatólogo.

Dicho esto, la industria del vino, asustada por cosechas como la de este año, está empezando a cambiar la forma en que hace sus negocios. Jones subraya que algunos viticultores están cambiando sus prácticas de viñedos para adaptarse a las diferentes precipitaciones y temporadas de cultivo más cortas. Otros están comenzando a plantar variedades en lugares que anteriormente se consideraban inadecuados, según argumenta Karl Storchmann, economista de vinos de la Universidad de Nueva York.

¿Un pinot noir o un Chardonnay hecho en Quebec? Algún día podría suceder.

Hasta que se haga, sin embargo, los enólogos y bebedores de vino deberían anticipar cierta incertidumbre en el mercado, de acuerdo a Rannekleiv. No hay forma de saber dónde golpeará la próxima helada de primavera.

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En 2016, por ejemplo, Argentina sufrió severas precipitaciones relacionadas con El Niño que aniquilaron más de una cuarta parte de su cosecha. Los precios al consumidor del vino nacional subieron y muchos argentinos dejaron de beberlo.

Sin embargo hay un lado positivo: el consumo de cerveza en el país se incrementó.

"Así que este año ha sido difícil para el vino, pero tal vez haya buenas noticias para los fabricantes de cerveza y alcohol", zanja Rannekleiv.