Las cábalas mundialistas más ridículas

Por Sergio Pérez Gavilán

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La selección de Brasil de 1950 con la infame playera blanca y el portero Moacir Barbosa. Imagen de dominio público – Acervo Arquivo Nacional, vía Wikimedia Commons
La selección de Brasil de 1950 con la infame playera blanca y el portero Moacir Barbosa. Imagen de dominio público – Acervo Arquivo Nacional, vía Wikimedia Commons

Jugadores, técnicos y afición por igual, todos están locos buscando alterar los resultados con magia.

Como una persona férreamente no creyente, me cuesta trabajo entender cómo y por qué alguien trataría de usar trucos mágicos para ganar un partido de cualquier deporte. Más aún cuando se trata de partidos que definen tu carrera, la economía de tu país o el amor a tu gente. ¿Cuál es la necesidad de invocar cosas que no podrías controlar para ganar el partido? Yo no sé, pero me suena a que los jugadores y entrenadores les gusta jugar con fuego –o con meados– cuando intentan obtener una ventaja a través de las fuerzas místicas que pueden (o no) regir el planeta.

De cualquier manera, funcionales o no, los rituales y cábalas de jugadores o equipos enteros son algo bastante conocido. Podríamos recordar al portero mundialista de la Selección mexicana, Jesús Corona, que cuando llegó a Cruz Azul solía poner un muñequito en la esquina de su portería para la buena suerte. Fue una desgracia porque, de hecho, le prohibieron hacerlo alegando que podría ser brujería. Cruz Azul no ha ganado un título de liga en 21 años, de los cuales Corona ha formado parte durante casi una década. ¿Coincidencia? Tú se el juez.

Ahondando en los archivos resulta que hay muchos jugadores con rituales específicos para jugar los partidos de la copa del mundo o, en su defecto, todos los partidos de sus carreras. Hay unos padres, otros chafas y unos muy intensos.

Genaro Gatusso

Gattuso (8) consolando a Theiry Henry. Imagen vía Flickr, por David Ruddell
Gattuso (8) consolando a Theiry Henry. Imagen vía Flickr, por David Ruddell

El campeón del 2006 con el conjunto italiano se puso todos los días de partido el mismo suéter que traía cuando comenzó el Mundial. El defensa comentó que fue una tortura y un martirio debido a las altas temperaturas en Alemania que causaban mucho sudor, mal olor y mal humor, pero no se la podía quitar. "Me obsesioné con las supersticiones", comentó el ex jugador. Lo bueno es que su sacrificio valió la pena, ganando Italia la copa en contra de Francia en penales.

Sergio Goycochea

Selección Argentina, 1991. Imagen vía Wikimeddia Commons
Selección Argentina, 1991. Imagen vía Wikimeddia Commons

El portero argentino inició una tradición en Italia 90 que duró exactamente dos partidos y cuando lo dejó de hacer, su equipo se fue a casa con el segundo lugar. Durante el partido de cuartos de final frente a Yugoslavia, minutos antes de que comenzara la tanda de penales, el portero se vio forzado a hacer pipí en el centro del campo porque no había tiempo para ir al sanitario. Propiamente y tal vez porque le gustó el aura mágica de la orina, en el siguiente partido de semifinales frente al anfitrión Italia, lo volvió a hacer en el minuto 93. El partido se fue a los 11 pasos y Argentina volvió a ganar para posteriormente perder en contra de Alemania en la final. Todo porque no quiso volver a orinar.

Selección de Uruguay 2018

Selección de Uruguay del 2011 en el Estadio Centenario. Imagen vía Flickr, por Jimmy Baikovicius
Selección de Uruguay del 2011 en el Estadio Centenario. Imagen vía Flickr, por Jimmy Baikovicius

La conjunto charrúa viajó a Rusia con panes de pasto del Estadio Centenario, donde se jugó la primera final de la historia y ganó Uruguay, con el fin (según) de afianzar relaciones entre Rusia y Uruguay. Como medida mercadotécnica, dicen, buscan promocionar la candidatura tripartita de Argentina, Uruguay y Paraguay para el Mundial del 2030. Lo cual, como muchos podemos intuir, es mentira y no tiene nada que ver con otra cosa más que magia negra e invocar su pasado de gloria para intentar hacer un buen papel en Rusia. Ojalá les sirva.

Raymond Domenech

Gilbert Gress (izq) y Raymond Domenech (der) en 1980. Imagen vía Wikimedia Commons, por . Nationaal Archief Fotocollectie Anefo
Gilbert Gress (izq) y Raymond Domenech (der) en 1980. Imagen vía Wikimedia Commons, por . Nationaal Archief Fotocollectie Anefo

El polémico entrenador francés de la selección gala que la llevo a una de sus peores actuaciones en el Mundial Sudáfrica 2010, pero también a la final del 2006 echaba mano de un elemento además de la calidad de juego, entrenamiento y profesionalidad de sus jugadores. ¿Cuál era ese elemento? La astrología, por supuesto. Según afirmó el propio entrenador confiaba ampliamente en las estrellas y, dependiendo del signo zodiacal de sus jugadores, podía o no alinearlos o sustituirlos en un juego. En especial en contra de los libra y los escorpión, quienes creía que eran portadores de un desequilibrio del equipo.

Selección de Brasil 1950

La selección de Brasil de 1950 con la infame playera blanca y el portero Moacir Barbosa. Imagen de dominio público – Acervo Arquivo Nacional, vía Wikimedia Commons
La selección de Brasil de 1950 con la infame playera blanca y el portero Moacir Barbosa. Imagen de dominio público – Acervo Arquivo Nacional, vía Wikimedia Commons

Tal vez la que peor recuerda toda la nación sudamericana generó dos cábalas que, hasta la fecha, siguen patentes como fantasmas del infame "Maracanazo". La primera, un poco más inocente, fue que por decisión unánime de los fanáticos y jugadores que no se volvería a jugar con el uniforme blanco que se usó ese día. Desde entonces e instauró la clásica playera verde con amarillo que tanto caracteriza a Brasil. La segunda fue hacia el pobre portero Moacir Barbosa, quien por cometer un pequeño error en el segundo gol y no poder parar el primero, se convirtió hasta el último de sus días en el amuleto de mala suerte del fútbol de su nación. No lo contrataron en ningún club para ninguna posición y le negaron conocer a la selección en 1993, un año antes del Mundial que ganaría, porque "traía mala suerte", 43 años después del fatídico día.

Publicado originalmente en VICE.com